Diario de León

El pintor toledano Juan Díaz expone sus acuarelas en la galería Arte Lancia

Y después del silencio... la belleza

Una de las obras de Juan Díaz en la galería leonesa Arte Lancia

Una de las obras de Juan Díaz en la galería leonesa Arte Lancia

Publicado por
Marcelino Cuevas - LEÓN.
León

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La tierra es plana, completamente plana. Esta es la primera conclusión a la que llega el espectador al pararse ante las acuarelas de este artista toledano. Después comprende que Dios comenzó haciendo la luz y que nunca tuvo intención alguna de crear el ruido. La tierra debería haber sido un hermoso planeta lleno de tenue luminosidad y cargado de silencio. Juan Díaz es capaz de cruzar el mundo, de trasladar su taller de arte a la Patagonia, para encontrarse con un horizonte sin sobresaltos, con una sabana que parece no tener fin y donde solamente una suave brisa ocasional rompe la mágica implantación del silencio. Pero el artista es capaz de hacer su ejercicio de síntesis en cualquier escenario, sin trampa ni cartón. Así vemos cómo ha sido capaz de domeñar la bravura indómita del Cantábrico para convertirlo en una mansa e interminable laguna donde el agua se funde delicadamente con el cielo. Quizá donde mejor se puede apreciar el virtuosismo de este peculiar acuarelista es en sus visiones de Venecia. Ha sido capaz de dejar a un lado el folclore bullicioso de su carnaval, el festival ondulante de sus góndolas, el espectáculo arquitectónico de sus cien puentes y la brillantez desafiante de sus fastuosos monumentos. En la obra de Juan Díaz se contempla la verdad escondida de la laguna que todo lo inventa y al fondo, como testimonio mudo de la presencia humana, la silueta de una ciudad en letargo envuelta en la bruma. Y todo en cuadros interminables que obligan al esfuerzo físico para contemplarlos de este a oeste, de uno a otro lado, y que hablan de una naturaleza sin fronteras, en plena libertad y en silencio, en un rico silencio que embalsama la belleza. La pintura de Juan Díaz es una crónica impagable se sus periplos viajeros. Los paisajes se suceden para trocar su prosaica realidad en obra de arte, en singular belleza permanente. Pintar por el placer de pintar, el crear obras que no necesariamente tienen que ser reflejo de nada, porque el arte lo es por sí mismo.

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