Piccaso, un extranjero bajo vigilancia
Una exposición destapa el control policial al que Francia sometió al artista
«Expediente de extranjería número 74.664. Apellido: Ruiz Picasso, llamado Picasso. Nombre: Pablo. Nacido el 25-10-81 en Málaga, pintor». Lo dice el dossier redactado por la Policía francesa en 1901 sobre el pintor español Pablo Picasso y que se exhibe en la exposición Picasso, el extranjero, del Museo Nacional de Historia de la Inmigración de París.
Hasta el 13 de febrero, el museo propone —a través de documentos oficiales, fichas policiales, fotos, pinturas y esculturas— una mirada inédita sobre la figura de Picasso: su condición de extranjero en Francia, pese a vivir muchos años allí. Antes de celebrar su genio artístico y dedicarle innumerables exposiciones cada año, las autoridades galas le sometieron durante décadas a vigilancia policial y le denegaron la nacionalidad francesa.
Picasso (1881-1973) no dejó nunca de ser un extranjero en Francia. Sin embargo, muchos franceses aún están convencidos de que el pintor malagueño era francés. «Yo no sabía que Picasso nunca se naturalizó francés», reconoce el historiador Benjamin Stora en el catálogo de la exposición. «Al informarme más tarde me dije: ‘¡No es posible! ¡El más célebre de los pintores franceses no es francés!’». La muestra permite, en palabras de la historiadora Annie Cohen-Solal, comisaria de la exposición y autora del libro Un extranjero llamado Picasso (editorial Fayard), «redescubrir detrás del éxito de Picasso, la precariedad del extranjero». Un hombre que, a ojos de los policías y burócratas franceses, fue durante décadas un paria, un extranjero al que había que vigilar.
Ignorante del idioma
Picasso viajó por primera vez a París en 1900 a los 19 años sin saber una palabra de francés para asistir a la Exposición Universal, donde se exhibía un cuadro suyo. Más tarde el joven pintor se instaló en París, acogido por el círculo de catalanes de Montmartre.
El primer informe de la Policía sobre Picasso data de 1901 y está firmado por el comisario de la policía Rouquier. Se basa en informaciones de la portera del edificio en el que vivía, en recortes de prensa sobre sus exposiciones y en las personas que frecuentaba en Montmartre.
El informe policial concluye que el pintor español, que por entonces hablaba muy mal francés y pintaba prostitutas y mendigos en sus cuadros, comparte las ideas de su compatriota, el marchante catalán Pere Mañach y debe ser considerado «como anarquista». Ese primer informe policial de 1901 le persiguió durante décadas en una Francia xenófoba que apenas había salido del famoso ‘affaire Dreyfus’ y que veía con sospecha al extranjero. Cada dos años, Picasso tenía que renovarse la tarjeta de extranjero. «Español», ponía en el sello que estamparon en su solicitud de renovación del carné en 1931. A partir de 1937 tenía que incluir sus huellas dactilares para renovar el permiso.
Cuando en 1958 Georges Pompidou, entonces jefe de gabinete del general De Gaulle, le propone naturalizarse francés, ni responde. También rechazó la Legión de Honor y no acudió a las grandes exposiciones que organizaron en el Grand Palais en 1966 y en el museo del Louvre en 1971. Picasso ya no necesitaba el pasaporte ni los honores. Su arte traspasaba fronteras. Picasso, el extranjero, era ya un artista universal.