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Leopoldo María Panero: ¿tan enfermo y tan gran poeta?

Un libro titulado como un supuesto ensayo obra del autor reabre las múltiples zonas de sombra en torno a su vida

Mítico retrato del autor. JOSÉ RAMÓN VEGA

León

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Aunque siempre logró que se hablara de él, tal vez su gran obra maestra es su mentira, su propio fiasco. Y un don de gentes efímero. Ni tan enfermo, ni tan gran poeta. Ni tan víctima y sí más culpable de algunos actos tapados tal vez por el azar a sumar a su errática trayectoria y vida.

«Todos quieren ser su amigo, hasta que le conocen», venía a decir su hermano Michi Panero, un gran escritor de mano vaga. O el otro, Juan Luis Panero, del que todos reconocen su valía literaria. Ni qué decir, Leopoldo Panero, artífice de esta saga extinguida.

Pero Leopoldo María Panero aparece de repente en titulares porque sobre él se impone mucho el aura del consentido. Hay ahora un ensayo que lleva el nombre de uno supuesto de hace décadas que el Panero mediano le prometió entregar a Fernando Sánchez Dragó en televisión y sobre el que la sospecha más ajustada sería que solo existió en su imaginación, su verborrea indescifrable y entre el humo de cigarros y sorbos de Coca-Cola. Aquello que este Panero dijo fue: Apuntes para una psiquiatría destructiva .

Y ahí quedó la cosa. Ahora, Alfredo Aracil recupera el título para un ensayo en la editorial Piedra Papel. Y de esta manera, después de casi 8 años muerto, parece que regala títulos y hasta posiciona promoción.

Leopoldo María Panero. JOSÉ RAMÓN VEGA

Apuntes para una psiquiatría destructiva es una colección de textos donde se aúnan los distintos trabajos relacionados con la genealogía de las luchas antipsiquiátricas que, a lo largo de los últimos cinco años, Alfredo Aracil ha ido publicando en distintos medios de España y Argentina. En sus páginas, la obsesión del autor por diseccionar las causas del padecimiento psíquico, a un lado y otro de los muros del manicomio, y su pulsión por visibilizar la dignidad de quienes luchan desde los márgenes.

Esta es la sinopsis sobre la que se sustenta el título. Y es también la manera en la que el autor cumple lo que de alguna manera se había convertido en un hilo a seguir después del enunciado de Leopoldo María Panero.

Demasiadas zonas de sombra

Juan José Martínez Jambrina, director de salud mental del área sanitaria de Avilés y leonés que suma a su conocimiento contrastadas virtudes como lector y autor, recuerda un melón ya abierto en torno a la figura del poeta: «No aparece un diagnóstico en su caso que le defina su enfermedad psiquiátrica. Aunque nadie duda de sus problemas como alcohólico y otras dependencias, y un claro deterioro físico y mental», explica.

Cualquiera puede deducir, como sus hermanos le echaban en cara, que su antipsiquiatría o anarquismo no le impedía aceptar la pensión por enfermo mental. De lo que no constan datos encontrables es acerca de las causas reales por las que fue expulsado del Hospital de Mondragón. Tal vez, ahí su figura quedaría desmontada.