Emerge la muralla que León derribó
Las excavaciones en la calle Carreras sacan a la luz la base del primero de los siete cubos demolidos en 1906 Los sondeos arqueológicos permitirán averiguar si existió aquí un torreón como el de los Ponce
Siete cubos de la muralla de León han permanecido bajo tierra 116 años. Las excavaciones arqueológicas en la calle Carreras, con motivo de la peatonalización del entorno de la fortificación tardorramana, sacaron ayer a la luz la base del primero de los siete cubos derribados. Se trata del más próximo al Arco de la Cárcel. A unos 70 centímetros de profundidad, ha aparecido el arranque de esta torre semicircular , así como restos de un muro paralelo que, en principio, podría corresponder a algunas de las casas que en su momento estuvieron adosadas las muralla, como las que aún quedan en la avenida de los Cubos.
El Plan Director de la Muralla, diseñado por el arquitecto Melquíades Ranilla, una ‘guía’ elaborada en 2008 con el fin de rescatar la fortificación en el plazo de una década —que dista mucho de cumplirse aún— ya preveía la recuperación de los cubos demolidos. A comienzos del siglo XX, con la llegada de los primeros automóviles, la muralla se convirtió en una barrera infranqueable. Las autoridades de la época lo resolvieron a golpe de maza. Unos años antes ya se habían derribado Puerta Obispo y otros dos cubos en Ruiz de Salazar.
En febrero de 1906 la prensa se hacía eco de la noticia, ensalzando que «al fin» León tenía permiso para derribar la «inútil muralla». «El vecindario ha recibido con júbilo la autorización que durante mucho tiempo fue solicitada por las personas más influyentes de la ciudad», decía textualmente un artículo.
El legendario fotógrafo Gracia captó con su cámara a brigadas de operarios tirando la fortificación que frenaba el progreso. Los cubos se habían convertido en un obstáculo para la moderna vía que uniría las salidas hacia Asturias y Santander, paradójicamente llamada Carretera de los cubos.
Ranilla propuso la «recuperación volumétrica» de los cubos desaparecidos. Y había dos fórmulas: «reconstruir» los eliminados a tamaño real, con materiales fácilmente diferenciables del resto —como exigen todas las directrices de intervención en monumentos históricos—; o bien, sacar a la luz únicamente la base que se preserva bajo el pavimento. Habrá que esperar a que concluyan las excavaciones, cuya duración estimada será inferior a dos meses, y entonces se determinará si se conservan o no los arranques de los cubos o si se vuelven a sepultar, señalizando su ubicación en la superficie de este paseo peatonal.
La incógnita
Los arqueólogos no esperan grandes sorpresas en estas excavaciones, pero sí resolver una gran incógnita. Pretenden averiguar si en la confluencia de la calle Carreras con la avenida de los Cubos la muralla se cerraba con una torre rectangular, parecida a la torre de los Ponce o a los restos recuperados en la calle Conde Rebolledo.
El Plan Director de la Muralla también preveía más metros paseables por el adarve. Sin embargo, la Comisión Territorial de Patrimonio no autorizó la instalación de una escalera de acceso al tramo de Era del Moro, actualmente en obras. Ranilla tenía la solución para salvar, incluso, el ‘escollo’ del Arco de la Cárcel, coronado por la estatua del rey Don Pelayo. La primera opción obligaba a los visitantes a hacer el itinerario entre la Calle Carreras y Era del Moro en dos tramos; es decir, subiendo y bajando para librar este «obstáculo». Pero existía otra alternativa. Construir una pasarela por detrás de la citada estatua. Aunque la idea puede parecer polémica, lo cierto es que no es, en absoluto, novedosa, ya que en su día existía un «puente» en esta zona para hacer la ronda de la muralla, que se derribó cuando se construyó la puerta medieval que hoy conocemos. En todo caso, sería una pasarela «muy liviana», colocada «a la espalda» de Don Pelayo.
El Plan Director de la Muralla no se ha cumplido en plazos ni en contenido. No está claro quién es el dueño ni sus límites. «La muralla está ahí porque no hay quién la derribe», llegó a decir Ranilla, quien considera prioritario deslindar el monumento para conocer con exactitud la superficie que ocupa. Una misión que debería llevar a cabo el Ministerio de Hacienda, a través del Catastro. Y es que la muralla está «totalmente usurpada» por colegios, un hospital, casas, conventos y edificaciones de la Iglesia. Oficialmente, la titularidad la detenta el Ministerio de Cultura, pero la gestión es del Ayuntamiento.