El leonés García-Alix reenfoca el Museo del Prado
El legendario fotógrafo de León recrea con su cámara algunas de las obras maestras de la pinacoteca
En un formidable juego de dobles y triples exposiciones, Alberto García-Alix (León, 66 años) mezcla la magia y la poesía de la pintura y la fotografía "cazando" fantasmas en el Museo del Prado . A lo largo de cuatro años el legendario fotógrafo ha deambulado por las salas vacías de la pinacoteca madrileña -desde el cierre a la medianoche-, para recrear con su cámara y aliado con el azar algunas obras maestras que ha pintado de nuevo con luz.
Sus sorprendentes trampantojos, analógicos y anacrónicos, forman la muestra 'Fantasía en el Prado' que el Jardín Botánico acoge hasta el 28 de agosto y con la que se abre PHotoEspaña, el festival de la imagen que celebra sus 25 años. García-Alix ya estuvo en el nacimiento de un certamen que ahora reconoce su madurez y su magisterio .
Un enorme autorretrato el que el rostro del fotógrafo se funde con el león que Elena Bonheur pintó en 'El Cid', o la recreación de 'Las meninas' son emblemas de esta exposición en la que García-Alix dice ofrecer "el metaverso del la fotografía y el Prado". "Me apropio de tiempo, luz y pinceladas. Tomo las de Goya para repintar su perro semienterrado, las de Velázquez, para rehacer 'Las meninas', he velado la 'Gioconda' bajo un mancha terrorista de pintura blanca, me he adueñado del frenesí de Rubens para plasmar lo que él no se atrevió a pintar en su época", explica García-Alix con su voz cascada y apenas audible, ataviado con chupa y gorra motera.
"Nada es comparable a la emoción que sentí trabajando con los cuadros, en comunicación con la historia, la política y el arte", asegura García-Alix, fiel a su Hasselblad analógica, al blanco y negro y a la técnica con la que trabaja desde hace 40 años. Admite que la tecnología digital ha transformado la foto pero él no se sube a un caballo "que no rechazo". "Lo digital tiene virtudes, pero con mi cámara analógica veo la luz en el visor y puedo tocar, oler y jugar con la película", se justifica. "Y tras la toma digital y su tratamiento hay una gran falsificación de la emoción del fotógrafo", lamenta.
Juego y curiosidad ¿Las claves para no desistir y seguir mirando el mundo a través del objetivo? "No perder la mirada poética, la curiosidad y las ganas de jugar. Tengo y mantengo un alma infantil, y por eso sigo cogiendo la cámara", explica risueño.
"Cada cuadro es un mundo y, como tal, lo he tomado para inventar y construir uno nuevo", admite el fotógrafo. Con su mirada y su imaginación, juega con la superposición de imágenes, con el enfoque y desenfoque, y con una pequeña linterna de movimiento vibratorio y su cámara como únicas herramientas. Así ha 'repintado' con luz obras maestras del Prado "creando fantasmagorías y otorgando misterio tensión movimiento a la pintura y dotando de carne y respiración a las esculturas", apuntan los organizadores.
En sus espaciadas visitas al museo "a veces no conseguía nada y era descorazonador, pero me enrabietaba y otras veces la felicidad era inmensa", explica García-Alix. "La fotografía es mirar con intencionalidad y eso es lo que hago", dice. "Más me vale haber aprendido algo, porque el Prado es una gran escuela de retratos", agrega evocando su emoción ante los de Antonio Moro, "uno de los grandes retratistas del Prado", ante 'El descedimiento de la cruz', de Van der Weyden, o del autorretrato de Goya, con el que también funde su rostro.
Las 35 imágenes de mediano y gran formato que exhibe son los trofeos de la "caza" fantasmagórica en el museo del quien fuera el primer notario 'fotero' de la movida, Premio Nacional de Fotografía en 1999 y Trayectoria de la Fundación Enaire este año. Están todas positivadas en papel de gelatina bromuro de plata, "un procedimiento en vías de extinción que cobra sentido en este proyecto".
El detonante de esta aventura surgió en 2017, con el encargo de dos fotografías por parte de la Fundación de Amigos del Museo del Prado para conmemorar el bicentenario de la pinacoteca. "Al acabar el trabajo seguía fascinado por el diálogo fotográfico que podría encontrar en muchas de las obras y decidí continuar a título personal, con permiso del museo, mi caza fotográfica por el Prado" explica agradecido su autor.