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Todas las Elena Santiago de Veguellina

Elena Santiago tendrá su gran homenaje en Veguellina de Órbigo. Su figura se reivindica por sí misma, pero hay quien reclama que se cumplan las promesas tras su muerte. Sus hijos.

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León

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Bastaban el río y las calles de su pueblo para sentir el pellizco de escritora y lectora de apenas diez años. Pero todas las Elena Santiago que vivió e imaginó, habitaron de alguna manera en Veguellina de Órbigo. Inolvidable ese origen, para ella, como lo es la autora para los demás aunque haya que dar toques de atención para reafirmarlo. Pero el caso es que llega ahora un momento para reivindicar la figura de la autora. Elena Santiago (Veguellina de Órbigo, León, 8 de febrero de 1936-Valladolid, 3 de enero de 2021). El Hijo fue una de sus primeras publicaciones. Después llega la historia de escritora de éxito. Y el futuro es el próximo 14 de julio, cuando se inaugure la exposición Elena Santiago. Veguellina, un rumor encendido . Será en la Sala Fundos de Veguellina de Órbigo, a las 19.00 horas, que comenzará en la plaza que lleva su nombre con un recorrido literario hasta la exposición.

La oscuridad somos nosotros (1976) Ácidos días (1979) y Gente oscura (1980) es la estruendosa irrupción literaria de premio. Y su curriculum de autora es una selecta colección de gran literatura hasta, por ejemplo, Nunca el olvido (2015) o Los delirios de Andrea (2019).

Esa Elena Santiago de vida pública tiene una vertiente sentimental siempre unida a su pueblo y su familia. Y sobre ella, en la voz de sus hijos Luis, Pablo, Elena, Ana y Pedro García se convierte en el hilo vital apasionante.

Porque saber sobre los gustos de Elena Santiago es más que una pista, puede ser una banda sonora: «Le encantaba Leonard Cohen, al que cuando falleció le dedicó un precioso escrito que está en su web. También el Ave Maria de Schubert, siempre con alguna lágrima acompañando. Nabuco , de Verdi, Ennio Morricone... Le encantaba la música. Su madre Elena tocaba el violín, y ella lo intentó con el piano», explica Pablo, uno de sus hijos. En esa casa musical, los libros fueron la letra que recuerdan. «Libros, muchos libros. La recuerdo, y a mi padre también, siempre con un libro. Uno de los premios que nos daban, por lo que fuese, era un libro elegido libremente, aunque bien aconsejado. Teníamos una gran biblioteca en casa. No best sellers», explica.

El amor por la lectura reinó en toda la familia, pero sin ninguna imposición, sino con ejemplo y estímulo hacia la lectura. «Mi padre incluso me enseñó a leer en vertical. Para lo no muy interesante pero necesario», rememora. Los recuerdos íntimos se juntan con lo que corresponde a alguien célebre y toca reivindicar: «Creo que sería justo. Hay un legado literario y personal. Desde el año 2009, en el que la enfermedad de mi padre se agravó, Elena fue perdiendo todo su entorno literario (y otros). Amigos, instituciones, profesionales... Fueron desapareciendo, salvo pequeñas aunque muy importantes excepciones. Cuando falleció... solo promesas: posibles homenajes, algo en las ferias, su nombre en bibliotecas, actos universitarios. Todo en nada. Vacío. No creo que ni ella ni su obra se lo merezca. Por eso quiero dar unas gracias muy grandes a la Fundación Jorge Guillén y a Veguellina de Órbigo», afirma Pablo García.