Tres no es multitud
Carmen Coque, Fran de Gonari y Carlos Luxor rubrican en ‘Sincretismo emocional’ un trabajo en equipo ante un proyecto intenso en el tiempo de ejecución y en la propuesta artística
Hay que volver cuanto antes a ver Sincretismo emocional y dejarse llevar por lo que se ve y lo que no se ve en obras en las que es importante el qué y el cómo se hizo. Hay que volver a subir las escaleras de Casa Botines para que regrese el recuerdo de que ahí hubo viviendas. Y sentir que, tal vez, como en todo edificio legendario que se precie, algo de presencia habrá quedado.
Al llegar a la sala no está ninguno de los tres: Carmen Coque, Fran de Gonari y Carlos Luxor. Pero lo han dejado todo perdido de arte, que, entre los tres, sin ser multitud (otro milagro), crea una especie de iconografía artística y simbólica en donde hasta los retratos aparecen guionizados y remiten a los devotos de la exageración y a los que detectan guiños hacia lo Barroco y lo espiritual. Si Leo Bassi, clave en este proyecto, tiene su iglesia patólica y su increíble lugar en Lavapiés llamado Paticano, Somnium Makers, esto es Coque, De Gonari y Luxor, sería también una cierta santísima trinidad de carne y hueso y creatividad que les hace coincidentes desde la mirada fotográfica de Coque, a la escenográfica de Fran de Gonari y la pictórica de Luxor, por poner tres apartados concretos. Aunque da la sensación de que Sincretismo emocional pretende no quedarse en un solo terreno.
Fran de Gonari lo explica mejor: «Nuestro sincretismo (siempre emocional) es una miscelánea de influencias plásticas, espirituales, religiosas, culturales, sociales, etc, impregnadas de nostalgia, dolor, superación, respeto desdramatizado, fuerza, pasión, amor, confianza en el presente, e imprescindible esperanza en el futuro», afirma.
Eso le lleva a asegurar que «sentimos que va más allá de la evidente inspiración religiosa más próxima a nosotros, y de su intensa plasticidad, presente en ritos llenos de esteticismo (a veces teatral) y que se mezclan innegablemente con otras creencias espirituales y paganas desde tiempos ancestrales». O que «nuestros pensamientos y sentimientos creativos se empapan de todo ello. Con libertad y sin ánimo de ofender... Y nos han servido como fuerte inspiración para expresar en nuestras obras las emociones, sensaciones e inquietudes que palpitan dentro de nosotros tres: nuestra espiritualidad, la búsqueda de la memoria íntima serena, la reconciliación con nuestros miedos inspiradores, nuestra reivindicación de la libertad en el amor, la sensualidad y la sexualidad para todas las personas, la reinterpretación de ritos de nuestra cultura, religión y folclore, el sentido de la vida y de la muerte, etc».
Tras esta declaración de intenciones surge el juego. En arte, tres suele ser sobrepoblación. En su caso, no, porque todo lo conjugan con verbos de respeto. Y más que multitud se multiplican en afectos en una imposible lista de agradecimientos.
Mención especial dan a los modelos: «Alonso y Guzmán (gracias, queridos angelitos buenos). Angel Iznaola, lago Rodelas, Jaime Pizarro, Javier Emperador, Javier Iriso, Jesús Riquelme, Saul Puerta Navajo, Susi Pop y muy especialmente a nuestra querida y gran Martirio», relatan.
Pero no se olvidan de Julieta Serrano, que aunque no participa esta vez es musa fundamental de Fran de Gonari. Y ya no paran ahí: Mario Castro Baro también aparecen como imprescindible. Leo Bassi, Manuel D, Luis García, Vicente Tofiño, Jaime Pizarro y lago Rodelas, El Mondernista de Ezequiel, Pablo y Fernando Bauhaus, Chema Viejo, Carlos Varela, Noemí Martínez...
Son solo algunos nombres, seguro que podrían ser más, que ejercen del hilo conductor que lleva a lo fundamental: gratitud a sus madres y a sus padres.