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RECONOCIMIENTO

Luis Mateo Díez cumple 80 años: "Como niño, lo malo no me llegaba y esa suerte 'luminosa' de la infancia la tuve en un valle maravilloso"

El escritor leonés recibe hoy un homenaje en la Biblioteca Elena Fortún de Madrid y en el Instituto Cervantes, por su 80 cumpleaños, bajo el título de ‘Territorios Imaginarios de Luis Mateo Díez’

León

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Luis Mateo Díez cumple hoy 80 años y lo hace rodeado de reconocimientos por una carrera que él mismo resume como "intensa" y "prolífera". El escritor leonés echa la vista atrás para rememorar su laureada trayectoria profesional y, de paso, reflexiona sobre su incombustible recorrido vital. "Los 80 años marcan irremediablemente una frontera difícil de calibrar", "es una línea de llegada a una edad provecta que me creaba, sin expectativas pesimistas, cierta inquietud", indica el escritor leonés al tiempo que asegura que el homenaje le ha animado: "Veo que tengo muchos amigos y también es un momento no solo de mi edad, sino del propio destino de mi obra" y "la verdad es que eso me reconforta".

Hoy se cumplen ocho décadas del nacimiento del autor de La fuente de la edad (1986) y La ruina del cielo (1999). Díez vino al mundo en la villa leonesa de Villablino el día de san Mateo, motivo por el cual sus padres decidieron que su nombre sería Luis Mateo. Sus primeros recuerdos se sitúan en el valle de Laciana. Su infancia, explica, estaba inserta en unos momentos muy oscuros, unos años, los cuarenta, heridos por la posguerra española y con el frente abierto en el resto del mundo. "Como niño, lo malo no me llegaba y esa suerte ‘luminosa’ de la infancia sí que la tuve, en un valle maravilloso", remememora Díez.

Un ascenso en la carrera profesional de su padre, Florentino Díez, le alejó del esplendor de su pueblo natal cuando se mudó, junto a su familia, a la ciudad de León en 1954. "Era una ciudad bastante triste. Todavía no había sufrido transformaciones", tenía "una aureola de antigüedad" y "una luz de vejez", señala Luis Mateo Diéz sobre León, "una ciudad vieja y fea" hasta que se convirtió en el hermoso lugar que es hoy "cuando se le pudo lavar la cara". Esa juventud es descrita por su protagonista como "intensa", llena de amistades y, ya por entonces, de escritura.

A este periodo le siguió su ingreso en la Universidad Complutense de Madrid, "un tránsito de mucha ilusión", por "romper la realidad cotidiana", describe el escritor, al tiempo que señala que la capital "no había encontrado su destino de modernidad, pero tenía un gran atractivo". "Madrid —concluye Díez— es una ciudad que a mí me ha fascinado siempre y en la que he encontrado de verdad mi destino".

Sus estudios habían llevado al joven lacianiego a la gran urbe para iniciar la carrera de derecho: "Tuve claridad, tal vez en la orientación que recibí en casa de mi padre, de que había que estudiar" y lo hizo "no con muchas convicciones", confiesa. Al licenciarse realizó unas oposiciones de administración local en el Ayuntamiento de Madrid, para finalmente conseguir ahí un puesto de trabajo. Aquella experiencia, que le ocuparía casi cuarenta años de su vida, le sirvió al escritor para abastecerse de grandes lecciones. "Los ayuntamientos son las instituciones donde se administra la realidad más inmediata", por lo que conoció "todo tipo de posibilidades, personajes de gran repercusión y personajes más anodinos, el tránsito de la España franquista a la Democracia... Una larga experiencia desde un buen periscopio" que, sin duda, tuvo que hacer mella en su concepción sobre la sociedad, aprehendiendo de aquella privilegiada fuente de aquello que terminaría escribiendo.

Paralelamente a esta búsqueda del porvenir, los años 70 fueron días para su particular iniciación al mundo de las letras y a sus círculos, todo lo cual le llevó a vivir un breve periplo por el camino de la lírica. Este no fue sino un periodo de transición en el que temporalmente participó en la revista leonesa de poesía Claraboya . La lista de compañeros —o más bien amigos— con los que compartió esta experiencia incluye a Agustín Delgado , Toño Llamas , Ángel Fierro ... "Fue una revista de aprendizaje, por un lado, y también de conciencia", porque, "más allá de la parte puramente lírica y poética, que seguro que tiene su interés, es una revista testimonial de una cierta generación y de la conciencia social y política, del hastío por la desgracia de vivir en una España como aquella", sentencia el escritor leonés que asegura que, a causa de la excelencia que veía entre aquellos poetas, él se sentía "como un escritor invitado". Por entonces ya tenía clara su vocación de autor de ficciones.

La consolidación de un autor

La predominancia del género narrativo, asegura Luis Mateo Díez, venía de lejos, porque, a pesar de lo mucho que aprendió en su experiencia en Claraboya y de que una parte sustancial de sus cimientos literarios se impregnan de poesía —por la tradición de poetas que había en León— él siempre había tenido otras inquietudes. "Fui un escritor infantil, sin ser el repelente niño Vicente —propone entre risas—. Siempre fui narrador".

Casi a mediados de la década de los 70, en Madrid, Díez se aproxima a la escritura. "Hay un momento en el que haces tu obra en conexión con tus amigos y en el amparo de algunos escritores más mayores que vas conociendo y que te enriqueces al tratarlos", reflexiona el autor lacianiego enumerando una lista de nombres de la talla de José María Merino , Juan Pedro Aparicio y Dámaso Santos .

"Hay un tiempo lógico de escritor secreto, luego hay un tiempo en que vas haciendo cosas y se van publicando por ahí más modestamente y luego hay un momento en el que llegas a un punto en el que escribes una novela, una novela que, por suerte, es reconocida y es reconocida en una editorial importante", "la que luego sería la editorial de mi vida, Alfaguara", expone Díez, rememorando el éxito que supuso la publicación de su ópera prima, Las estaciones provinciales (1982).

Una obra laureada
Ha recibido el Premio Nacional de Narrativa y el Premio de la Crítica y es miembro de la RAE

El lanzamiento se "compaginaba con una primera obra de Merino, que era una novela maravillosa, El caldero de oro [1981], y con otra de Aparicio, que también tenía una importancia enorme, El año del francés  [1986]". Ese mismo año, publica la exitosa La fuente de la edad (1986), con la Díez gana el Premio Nacional de Narrativa y el Premio de la Crítica, e incluso se traduce a muchos idiomas aumentando el reconocimiento a una escala internacional, que se mantiene en el tiempo tal y como demuestran sus constantes reediciones.

La novela fue llevada a la gran pantalla en 1991 gracias a la dirección d e Julio Sánchez Valdés , quien escribió el guion junto a Julio Llamazares .

En 1999, vuelve a ganar el Premio Nacional de Narrativa y el Premio de la Crítica por La ruina del cielo (1999). "Llega un momento en el que, en fin, empieza a haber frutos". No serían los últimos reconocimientos que conseguiría, todo lo cual le hizo adquirir su plaza como miembro de la Real Academia Española desde el año 2001. "No he estado en los premios comerciales, o los premios editoriales", pero "en los premios más institucionales sí".

Finales prematuros
Díez compara el dolor que le ha ocasionado la muerte de Javier Marías con la de Almudena Grandes

Su compañero de la Real Academia Española, Javier Marías (1951-2022), era más receloso a la hora de aceptar galardones institucionales, rememora el leonés, al tiempo que lamenta su reciente fallecimiento. «Era un gran escritor Javier, no creo que nadie lo dude. Sabíamos desde la Academia que había vaticinios poco gratos de lo que le podía pasar», «pero la verdad es que me ha impresionado mucho. Ha habido dos muertes de escritores que yo apreciaba y eran muy distintos y que se mueren antes de tiempo: Javier y Almudena Grandes », lamenta Luis Mateo Díez.

Son ochenta años los que han conformado su mirada y que le han servido para destacar, como enseñanza vital, dos ámbitos. El primero es la amistad. El segundo, «una cierta idea de que la felicidad es algo engañoso. Y yo creo que el límite más profundo para llenarla es la tranquilidad», concluye Luis Mateo Díez.