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PATRIMONIO

Una obra maestra ‘camuflada’ en la Catedral de León

«Una genialidad», el trascoro de la Catedral para Gómez Rascón, de Patrimonio de la diócesis

Vista del trascoro. En gris, el zócalo, que se colocó en 1742 para trasladar el trascoro desde el presbiterio a su ubicación actual. Sobre él, el cuerpo, ejecutado entre 1529 y 1554; y el arco, en tonalidad más suave, realizado entre 1580 y 1585. MANUEL RAMOS GUALLARTA / EDILESA

León

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Es una obra maestra ‘camuflada’ bajo el polvo de siglos. El Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE) lleva tres años haciendo análisis antes de acometer una magna restauración.

Máximo Gómez Rascón, director del Museo Catedralicio-Diocesano y responsable del Patrimonio de la diócesis, desvela en el libro El trascoro de la Catedral de León. Poema del Humanismo Cristiano escrito en piedra (Edilesa) , los secretos de esta joya en la que el blanco alabastro y los dorados policromados ahora no se distinguen.

El monumental ‘cofre’, que encierra en su interior el coro, no solo pasa desapercibido para los visitantes, más atentos a los destellos de las vidrieras, sino que apenas ha merecido la atención de especialistas.

Esta es la razón por la que Rascón se ha metido en profundidad a analizar el programa iconográfico y bíblico de la construcción proyectada por Juan de Badajoz, ornamentada por Juan de Juni y los mejores maestros del momento, como los franceses Angers y Doncel, que ya habían colaborado en San Marcos, y concluida por Esteban Jordán y artistas de la talla de Bautista Vázquez.

Vázquez ganó el concurso para realizar el Crucificado que corona el arco de triunfo. Juan de Juni se presentó, pero se eligió la talla de Bautista Vázquez, entre otras razones, porque era de mayor tamaño.

La estructura queda concluida en 1585 con la policromía llevada a cabo por Bartolomé de Carrancejas. La prematura muerte de Juni impidió que culminara el encargo de la natividad de Nuestra Señora y las figuras de San Pedro, San Isidro y San Froilán.

Detalle de un relieve con Adán y Eva. MANUEL RAMOS GUALLARTA / EDILESA

En el libro, Rascón hace de guía por cada una de las imágenes del trascoro, por pequeña que sea. Destaca la espectacularidad de las fotos que acompañan al texto, de Edilesa y Manuel Ramos Guallart.

Portada del libro. EDILESA

Pese a que se ejecuta en dos etapas (entre 1529-1554 y 1580-1585), Rascón subraya la «uniformidad estética» de un arco cuyos relieves y tallas suponen «una auténtica lección de literatura bíblica real», dice.

Documentos preservados en la Catedral, como contratos con los artistas, permiten verificar la cronología del trascoro, trasladado en el siglo XVIII desde el presbiterio.

Ubicado desde entonces en el corazón del edificio, aunque resta visibilidad al templo, es una auténtica maravilla del Renacimiento, gracias al talento y la delicadeza de los maestros que lo ejecutaron.

Rascón considera que apenas se habían examinado hasta ahora las escenas del Antiguo Testamento, algo que viene a subsanar su libro, que también pone en contexto una obra que concluye bajo los auspicios del concilio de Trento.

Y es que el hecho de que el proceso de construcción del trascoro se prolongara durante casi seis décadas propició que en su piedra y alabastro quedara grabado en perfecta sintonía el debate dialéctico que sacudió los cimientos de la Iglesia católica.