La panera de Sandoval retorna al año de la revolución francesa
El Programa R de la Diputación restituye los acabados de la fachada y permite recomponer el empedrado que da acceso al monasterio igual que la Plaza del Grano
En París caían las cabezas de Luis XVI y de María Antonieta y en Sandoval se erigía una espléndida panera, frente al monasterio cisterciense. El edificio, que a punto estuvo de derrumbarse hace tres años, debido al abandono y una larga polémica por la propiedad, luce ahora como en aquel memorable año de 1789.
El rescate ha costado 675.000 euros (450.000 financiados por la Diputación, 225.000 por la Junta y 100.000 por el Ayuntamiento de Mansilla Mayor).
Casi la mitad del presupuesto se ha gastado en esta segunda fase, aún sin concluir, para restituir la imagen exterior de un inmueble convertido en centro cultural por el Ayuntamiento.
Gracias al Programa R del Instituto Leonés de Cultura (ILC) —que aporta 270.000 euros, sumados a otros 30.000 del Ayuntamiento—, se han recuperado los revocos de la fachada, que simulan sillares de piedra e hiladas de ladrillo. En los trabajos se han empleado materiales idénticos a los originales: cal hidráulica natural, arena y pigmentos. Los 300.000 euros de esta segunda y última fase también han permitido recuperar el patio de portería, que se extiende entre la panera y el monasterio. Según los técnicos, se había perdido el 70 por ciento de la superficie empedrada con el tradicional bolo de río. La restauración, aún en ejecución, se está llevando a cabo siguiendo el mismo patrón de la Plaza del Grano.
Las obras de rehabilitación afectan, además, al arco y el portalón que comunican la vía pública exterior con el patio, con la reparación y reposición de las piezas perdidas, así como la restauración de la fachada de la casa de los guardeses —donde vivía la célebre señora Munda—.
La panera, al final, ha tenido más suerte que el propio monasterio. La Junta de Castilla y León, que ostenta la titularidad del monumento del siglo XII, administra las intervenciones a cuenta gotas. En 25 años ha invertido en el cenobio cisterciense casi un millón y medio de euros, una cuantía claramente insuficiente para abarcar la magna rehabilitación que necesita un complejo monástico que, tras siglos de esplendor, quedó abandonado a su suerte en el siglo XIX, como consecuencia de la desamortización.
Una lenta restauración
La última y polémica rehabilitación se ha centrado en el primer claustro, cuya fachada norte presentaba uno de los peores estados de conservación de todo el edificio.
El 4 de agosto, el director general de Patrimonio Cultural, Juan Carlos Prieto, presentó las obras de estabilización del primero de los dos patios del monasterio. Presumió de los resultados: «Fue un alarde desde el punto de vista constructivo y de la instalación, porque, sin desmontar las arquerías se ha conseguido devolver la geometría al edificio», dijo. Esta intervención suscitó duras críticas inicialmente por parte de la asociación Promonumenta y del propio Ayuntamiento de Villamayor, porque se optó por enderezar la fachada con gatos hidráulicos —aunque dejando cierta inclinación, para que se aprecie el paso del tiempo—: una operación que entrañaba ciertos riesgos. Ambos consideraban que la alternativa tradicional, desmontar por completo la fachada, numerando los bloques de piedra y reconstruirla, era más segura y económica.
El segundo claustro del monasterio de Sandoval, que está completamente derruido, ha quedado como «ruina romántica», dadas sus descomunales dimensiones.