PIONERAS
La primera catedrática fue profesora en León
María Luisa García-Dorado hizo historia al ser la primera mujer en ganar una cátedra
Recordando a Mario Vargas Llosa y a su personaje Zavalita en ‘Conversaciones en la catedral’, Secundino Serrano se pregunta en qué momento se jodió León. Y él mismo se responde: cuando el golpe de Estado de 1936 y la posterior dictadura franquista, «un régimen de oprobio que aniquiló lo más positivo y avanzado de León, para dar paso de nuevo a caciques, soldadesca y clerigalla que dieron la espalda al bien común». Una cosa es cierta, que la dictadura persiguió el laicismo como principio de convivencia y especialmente a la educación fomentada en la II República como factor de progreso social. Sus consecuencias aún colean.
Viene a cuento la cita si hablamos de educación y enseñanza en aquellos años. El elitista cuerpo de Catedráticos de Instituto nació en el siglo XIX y mantuvo su exclusividad masculina hasta 1910, pese a que su escalafón data de 1861, un cuerpo de enseñantes hecha a imagen y semejanza del universitario, con oposiciones propias a nivel estatal desde 1847. Pero algo cambió para seguir creciendo cuando con solo 26 años, una mujer entraba en las aulas del Instituto General y Técnico de Castellón.
Era el 18 de mayo de 1923 e iba dispuesta a ocupar la cátedra de Latín ganada en propiedad en las últimas oposiciones. Su nombre María Luisa García-Dorado Seirullo, una salmantina licenciada en Filosofía y Letras que se erigía como la primera catedrática de Instituto de España. Su excepcionalidad vino favorecida porque 13 años antes, el presidente del Gobierno, conde de Romanones, había levantado las restricciones al acceso de la mujer a la universidad. Para completar el periplo, en 1953 Ángeles Galino Carrillo se convertía en la primera catedrática de universidad. Emilia Pardo Bazán lo había sido en 1916 en la Universidad Central, pero no por oposición sino por méritos literarios.
En 1928 María Luisa García-Dorado llegó por traslado al Instituto de León, seguramente con la intención de acercarse más a su tierra natal. Pero no buscó acomodo en esta ciudad o no lo encontró... De talante inquieto, se incorporó en el curso 1929/30 al Instituto Infanta Beatriz de Madrid, donde ocupó de forma interina la cátedra de Latín, aunque la propiedad de su plaza seguía estando en León. Su mayor preocupación fue siempre la metodología y la pedagogía de la enseñanza del Latín. De octubre de 1933 a junio de 1936 estuvo en comisión de servicio en el Instituto-Escuela de Valencia, años en los que viajó y amplió conocimientos sobre métodos de enseñanza del Latín en Francia, Italia e Inglaterra. Se trataba una institución de carácter pedagógico y programa avanzado, cuyo objetivo final fue el de formar profesores para luego difundir el modelo educativo allí experimentado, un método reformista que aplicaba las teorías más avanzadas sobre enseñanza.
En esos años la vida de esta catedrática se convirtió en un constante viaje. Había cursado estudios de doctorado en la Universidad Central de Madrid, con domicilio en la Residencia de Señoritas, formando en 1918 parte de su Instituto-Escuela. Era la versión femenina de la Residencia de Estudiantes, la de Falla, Alberti, León Felipe, Lorca, Dalí y Buñuel, entre otros. Allí encontró la oportunidad de estudiar 2 años en EEUU, concretamente en la universidad femenina Bryn Mawr de Pensilvania, en un programa de intercambio de becarias con universidades de aquel país, ocupada en realizar estudios filológicos latinos y diversos cursos de educación, entre los que se incluye un trabajo suyo titulado Metodología del Latín, su tema de estudio preferido.
Una mujer erudita
Era hija del catedrático de Derecho Penal de la Universidad de Salamanca Pedro García-Dorado Montero, coetáneo y amigo de Unamuno, con quien llegó a disputar el puesto de rector. ¿Era una mujer liberal? Sabemos que en julio de 1925 pasó el verano en Navacarros, el pueblo de su padre, momento en el que participó con un artículo en la revista El Estudiante, órgano de expresión de intelectuales y estudiantes contra la dictadura de Primo de Rivera. En ese momento Unamuno estaba desterrado y la libertad de expresión mutilada. Pese a adoptar un tono crítico, Luisa no sospechaba aún lo que se le vendría encima.
El 18 de julio de 1936 se encontraba en Salamanca, seguramente disfrutando de las vacaciones estivales. Esos días el mundo se le dio la vuelta. Su hermano Pedro era asesinado en Ávila, donde ocupaba el cargo de jefe provincial de Sanidad. De inmediato se le abrió a la catedrática un expediente de depuración «al ser considerada una persona con ideas izquierdistas, sin que haya datos que avalen tal afirmación» (Lira Félix, 2020). El bucle de los hechos posteriores resultó imparable. Fue requerida en el rectorado de la Universidad, donde acudió el 14 de septiembre, haciendo la pantomima de ofrecer su adhesión al Movimiento Nacional. Aquel gesto —también, quizá, sus apellidos— debieron de convencer a las autoridades emanadas del bando insurgente, porque volvió a percibir haberes como miembro del centro leonés, hasta el 28 de octubre de 1936 que quedaba suspendida de empleo y sueldo. Incluso llegaría a pasar un mes en la cárcel, entre febrero y marzo de 1937.
Estancia en León
En esta ciudad pasó ocho años como profesora. Hay un medallón con su rostro en Salamanca
No fue la única encausada en la plantilla del Instituto de León, ni mucho menos en el sector provincial de la educación. En el BOE del 21 de noviembre de 1936, con sede en Burgos, figuraban suspendidos de actividad en la provincia de León 11 profesores/as de la Escuela Superior de Veterinaria, 6 profesores/as de la Escuela Normal de Magisterio de León, 9 inspectores de Primera Enseñanza, 1 profesor de la Escuela Superior de Comercio, 5 profesores/as del Instituto Nacional de León, 4 del Instituto Elemental de Astorga y 4 del de Ponferrada. María Luisa García-Dorado formaba parte de los cinco represaliados de su centro, junto a profesores/as de la valía de Hugo Miranda Tuya, Manuel Santamaría Andrés, Hipólito Romero Flores y Julia Morros Sardá. Sabemos que corrieron distintas suertes, desde el fusilamiento a la posterior habilitación.
Una profesora de izquierdas
En el expediente académico que conservamos de esta mujer figura que era «de izquierdas», añadiendo a renglón seguido que «su conducta profesional y religiosa es (era) buena, no prestando adhesión al gobierno marxista». Los informes emanados del centro no pesaron en su defensa pues en el expediente de depuración se mencionaba una actitud antirreligiosa y su afiliación a Unión Republicana, quedando con ello adscrita al bloque del Frente Popular, situación muy perseguida por el nuevo régimen. Probablemente su militancia no pasó de ser meramente nominativa, sin acciones particulares destacadas. De hecho, y después de varias penurias, fue incorporada de nuevo al sistema educativo tras finalizar la guerra civil.
El 29 de enero de 1941 se le confirmaba como catedrática de Latín en el Instituto de León, pero inhabilitada para cargos de dirección y de confianza. Solicitó entonces aclaración a la Dirección General de Deuda y Clases Pasivas de si debía abonar las cuotas de sus derechos pasivos durante del período que estuvo suspendida de empleo y sueldo, pues hacía varios meses que solo percibía el 50% de su nómina. No tardó en ponerse al día con los pagos retroactivos, último trámite para resolver definitivamente el expediente de depuración (BOE 23-mayo-1941).
Su estancia en León
Vivió y ejerció su tarea docente durante ocho años más en León, eso sí con un perfil bajo de protagonismo, pues apenas figura en actas y acontecimientos académicos: no tiene relevancia alguna en los actos conmemorativos del centenario de centro, en 1946, cuando se le denomina Padre Isla. Para ella debieron de ser años de invierno académico y desencanto personal, por lo que en abril de 1949 solicitó una permuta con la intención de trasladarse al Instituto Nacional de Alicante, concediéndosela a los pocos días. Cuando abandonó León figuraba en la categoría 3ª del Escalafón de catedráticos, con un sueldo anual de 20.000 pesetas.
Su expediente
Era «de izquierdas» y su conducta profesional «buena», sin «adhesión al gobierno marxista»
María Luisa fue un ejemplo claro de cómo se desvaneció el espíritu reformista en la educación del país, triturada por una represión personal y profesional. Su compañero y colega Manuel Santamaría había dejado su sangre derramada en las laderas de Puente Castro. Quedaba enterrado entre expedientes sancionadores, depuraciones, cárcel y fusilamientos un León naciente varias décadas atrás, el espíritu ilustrado y reformista de los Azcárate, la Sociedad Económica de Amigos del País, la Institución Libre de Enseñanza, la Fundación Sierra Pambley y la de profesores/s honestos y comprometidos con un cambio cultural y social que sufrió un retraso de medio siglo.
Esta pionera se jubiló junto al Mediterráneo y falleció en 1965. Hoy, un medallón con su rostro permanece expuesto en el claustro de la Hospedería Fonseca de Salamanca, formando parte de un proyecto que busca rescatar a mujeres singulares de la amnesia colectiva. Escribe Rosa Montero que las biografías son cartas de navegación desconocidas; habría que añadir que algunas de ellas vapuleadas por los huracanes de la sinrazón.