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Pereira y el cine: historia de un desencuentro

La obra del autor villafranquino solo ha lucido en el cine con ‘El Filandón’

Rodaje de una escena de ‘El Filandón’ en la Catedral. dl

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León

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La Fundación Antonio Pereira presentaba hace unos días toda una serie de actividades en el centenario del escritor de Villafranca del Bierzo que se celebra este 2023. También se presenta como una feliz idea el reestreno de El filandón (1984) de José María Sarmiento, en una copia restaurada por la Filmoteca de Castilla y León en colaboración con la Fundación Antonio Pereira. Para el reestreno de la película leonesa más famosa de nuestra historia se pretende reunir al director, Chema Sarmiento, recientemente premiado con la Espiga de Honor de la Seminci de Valladolid, con el resto de ilustres protagonistas de la película: Luis Mateo Díez, José María Merino, Julio Llamazares y Pedro Trapiello, en lo que será el acto más cultural y cinéfilo que se recuerda en León en mucho tiempo.

Al hilo de ello, podemos repasar las escasas adaptaciones que la cuentística de Pereira ha tenido al cine o al medio audiovisual, circunstancia especialmente sangrante para un autor con una obra tan vasta e ingeniosa como variada. ¿Será redescubierto en este siglo XXI por nuevos guionistas que sepan apreciar su imaginación, su costumbrismo y su sentido del humor? Decía Nicolás Miñambres que Pereira era «maestro del quiebro de los desenlaces, de los finales inesperados, del aprovechamiento del fragmentarismo», tal vez por ello, de las solo tres adaptaciones de la obra de Pereira, todas lo han sido al formato del cortometraje, si bien, una de ellas insertada en un largo. El cuento de Pereira parece entonces casar con el corto como forma ideal, por ser una «fractura» de una historia más larga o considerarse como una secuencia de un largo, como suele definirse al cortometraje. No cabe duda de que la historia ha demostrado que un buen guionista puede convertir un cuento en un largometraje (Poe, Hemingway, multitud de wésterns… sí, todos ellos americanos), pero Pereira parece seguir a la búsqueda del guionista perdido.

Rescate
Una copia de ‘El Filandón’ ha sido restaurada con el impulso de la Fundación Antonio Pereira

Como queda dicho en el párrafo anterior, inexplicablemente Pereira solo cuenta con tres adaptaciones al audiovisual, todas ellas, por cierto, de fácil acceso en internet. El cuento Las peras de Dios , que apareció en Los brazos de la i griega (1982), fue llevado al cine profesional dentro de un largometraje en El filandón ; La embajada toscana , aparecido en Picassos en el desván (1991), se adaptó en 2005 como un cortometraje rodado por Gabriel Folgado en 2005; y La Orbea del coadjutor , publicado en Cuentos de la Cábila (2000), fue adaptado por un grupo de alumnos del IES Europa de Ponferrada bajo la supervisión del profesor Javier Carpintero en 2007.

La primera adaptación de Pereira es, sin duda, la más ambiciosa y lograda. Las peras de Dios se integra en El filandón de Chema Sarmiento, director berciano que ya había llamado la atención con Wolfram y Los montes , y que trabajaría para la televisión francesa muchos años. La película cuenta cómo un santero (Magín Mayo) celebra un filandón en la ermita de Fasgar, donde cuatro autores (Pereira, Luis Mateo, Trapiello y Merino) se reúnen en la noche para contar cada uno un cuento a San Pelayo, mientras esperan a otro amigo que se retrasa (Julio Llamazares). Chema Sarmiento consigue equilibrar perfectamente las historias con el ambiente fantasmagórico del lugar. Con un tono de contraste entre el humor, el terror o el realismo mágico, las historias se suceden con, en su mayoría, actores no profesionales y las notables actuaciones de los escritores participantes, destacando, precisamente, la espontaneidad de Pereira y la cercanía que creaba su inconfundible timbre de voz.

Rodaje de una escena de ‘El Filandón’ en la Catedral. DL

El cuento de Pereira se sitúa en el centro de la película y actúa como interludio cómico, pues es el episodio más jocoso. Mientras a una familia de pueblo se les acumula la cosecha de peras y empieza a cocinarlas de diversas formas, asistimos al despertar de la adolescencia y al descubrimiento del erotismo, a través del catálogo de unos viveros de peras de Aranjuez: «La mantecosa francesa es en disminución hacia el pezón y allí se termina en punta, no así el pezón de la mantecosa dorada que es grueso y protuberante...». El sutil erotismo de la historia era del gusto del autor, quien presumía de ser un «escritor diocesano», pues prefería sugerir a mostrar. Cuando Sarmiento le dio a leer el guion a Pereira, que incluía una provocativa escena de exhibición libidinosa entre los jóvenes en un desván, el escritor no comentó nada y el director pensó que tal vez el autor pensaba que no se iría a rodar dicha escena. Por supuesto, la escena se rodó y está en la película, desviando tal vez el interés original de Pereira cuyo irónico objetivo era que algún lector atento llegara a aborrecer las peras por la absurda acumulación de recetas al respecto: peras con sémola, peras al gratén, peras con arroz o… rebanadas de pera con mermelada de pera. El caso es que entre peras de uno y otro tipo se debate la historia y los espectadores se divierten con el episodio más ligero de El filandón . Por cierto que el final del cuento es cambiado en la película por una voz en off que habla, más melancólica y cinematográficamente, del final del verano.

La segunda adaptación de un cuento de Pereira llegó en 2005 con el cuento La embajada toscana . La dirigió Gabriel Folgado Beli, graduado en dirección de cine por la Universidad de León. Folgado había debutado con un primer cortometraje en 2004: Vilapicardo , al que seguiría La embajada toscana , el cual recibiría una mención especial en el Festival de Cine de Ponferrada, además de ser seleccionado para varios festivales. Folgado rodaría después su primera película  documental Paisajes interiores (2009), sobre la minería en El Bierzo, que recibió el premio del público en el Festival de cine y televisión de León. Obtuvo siete candidaturas a los Premios Goya 2011, aunque no llegó a ser nominada. Como docente ha ejercido  en la Universidad de León.

Semejante trayectoria podría hacernos pensar en las virtudes de La embajada toscana como cortometraje, sin embargo, se trataba de la práctica final de Folgado en la Escuela de cine de Ponferrada y… se nota. La historia es sencilla: unos importantes italianos llegan como embajada a un pueblo por algún difuso asunto relacionado con el tráfico y buscando a alguien… que resulta no ser lo que esperan. La producción peca de cierta pobreza de medios y exceso de histrionismo exagerado o tendencia a la caricatura, características que poco tienen que ver con el humor sutil e irónico de Pereira.

La última adaptación de la que podemos hablar es la de La Orbea del coadjutor , relato que apareció en Cuentos de la Cábila y que en 2007 sirvió de inspiración a un grupo de alumnos del IES Europa de Ponferrada, supervisados por el profesor Javier Carpintero, que llevaron a cabo el rodaje, cambiando el nombre de la historia por el de La bici del cura . Aunque hablamos de aficionados no profesionales, el corto se llevó el primer premio Bergida y tiene gran mérito.

El cambio del título original ya parece advertirnos de que vamos a simplificar el barroco verbo de Pereira o que se presupone la ignorancia del espectador. La historia es la de un joven que quiere ir a ver a una chica de Cacabelos desde Villafranca, pero tiene que pedir la bicicleta al coadjutor porque él no tiene. El profesor Salvador Gutiérrez reseñaba el cuento y lo llamaba «genial», pues «el clímax se quiebra» y lo que era el mediador mágico (objeto mágico del estructuralismo de Propp) se convertía en estorbo en el baile, en medio del paseo y en el portal. El joven, al final, se queda sin chica y sin bicicleta. En el cuento original Pereira cita una rumba apócrifa que ‘suena’ varias veces: Los negros trabajan mucho/de la cintura pa abajo,/por eso cuando se casan/reniegan de su trabajo . En la adaptación oímos a Imperio Argentina o Lola Flores.

En definitiva, estas tres muestras de cine pereiriano demuestran la poca fortuna que ha tenido el autor berciano simplemente por la escasez de oportunidades, pues siempre que se ha intentado traducir su palabra a imágenes se han conseguido resultados interesantes. El cine de cuentos no es taquillero, pero siempre vuelve: desde Historias de la radio de José Luis Sáenz de Heredia a Obaba de Montxo Armendáriz basado en Bernardo Atxaga. Ojalá este centenario de Pereira sirva también para ser “descubierto” en el mundo del cine y el costumbrismo semiautobiográfico con buenas gotas de ironía del autor villafranquino pueda volver a la gran (o pequeña) pantalla con honores. Todos saldríamos ganando.