Cerrar

Las mascaradas serán Bien de Interés Cultural de carácter inmaterial

Imagen de archivo de la mascarada ibérica de Llamas de la Ribera. JESÚS

Publicado por
L. S.
León

Creado:

Actualizado:

Castilla y León protegerá a su treintena de mascaradas como Bien de Interés Cultural de carácter inmaterial, como tradiciones transmitidas de forma oral en las provincias de León, Ávila, Burgos, Palencia, Soria y Zamora que se celebran en su mayor parte en invierno pero también en otras fechas.

El Consejo de Gobierno de Castilla y León ha aprobado este jueves esa declaración, con la que resuelve un expediente incoado en el 2021.

Con la denominación de Mascaradas en Castilla y León, se agrupan un conjunto excepcional, diverso y complejo de manifestaciones festivas que se celebran en pequeñas comunidades rurales de la Comunidad, en las que la máscara se configura como elemento definidor del personaje ritual que interviene e interactúa con otros personajes, convecinos o espectadores, en diversas escenificaciones o representaciones de carácter teatral.

Esa treintena de mascarada se agrupan en Mascaradas de invierno, Mascaradas de Carnaval, Mascaradas de La Pascua de Resurrección, Mascaradas de la festividad del Corpus Christi, Mascaradas vinculadas con festividades de la Virgen y Santos y otras mascaradas de fecha variable vinculadas a distintos rituales.

Y como elemento común el ámbito espacial de celebración de las mascaradas en cada localidad, son las plazas y las calles a través de las que se realizan los recorridos y representaciones, dando lugar en algunos casos a la entrada de los personajes en los templos parroquiales o ermitas.

Las mascaradas simbolizan un rito de paso de la juventud a la vida adulta, una implicación en la comunidad mediante la realización de trabajos agrícolas y el mantenimiento de instalaciones comunes, actividades que identifica a la colectividad y que les une con sus antepasados, recogiendo la memoria y las prácticas culturales que han visto y en la que han participado desde niños y que a su vez transmitirán a las generaciones siguientes.

Tradicionalmente eran unas fiestas que organizaban los jóvenes, los mozos o los denominados quintos, en una representación de las actividades fundamentales del pueblo, como rito de paso a la vida adulta en la que estos jóvenes son validados y legitimados por la propia comunidad para dar continuidad a la vida y a la historia del lugar en el que nacieron ellos o sus antepasados.

La máscara receptora del espíritu y energía de los antepasados, es el elemento indispensable y definitorio de estas celebraciones; y detrás de la máscara la persona que la porta desaparece, se transmuta para relacionarse con la divinidad.

En algunas localidades esta máscara ha sido sustituida por el rostro pintado que cumple las mismas funciones y simbolismo; y los colores predominantes son el negro y el rojo como símbolo de lo demoniaco y de la sangre y la vida, respectivamente.

En las mascaradas intervienen diferentes y distinto número de personajes, en primer lugar los diablos, que aparecen con distintos nombres como Zangarrones, Zamarrones, Zarragones, Zarrones, Zaharrones, Cigarrones, Botargas o Birrias, entre otros, y se les considera como representantes del mal que atacan y se defienden con diversos instrumentos.

Estos personajes malignos suelen tener una pareja femenina, que en algunas comarcas se denomina Filandorra o Hilandera, por llevar huso y rueca. En algunas localidades se interpreta como la mujer del diablo y en otras ocasiones como una mujer de mala vida o como madre soltera acompañada de un soldado protector o vigilante o como bruja acompañante del diablo.

Estos personajes malignos suelen ir acompañados de personajes secundarios, los Galanes, Madama, Bailador y Bailadora, Novio y Novia. Representan la bondad y el bien, bailando en diferentes momentos o realizando caricias o simulaciones de acto sexual, como símbolo de propiciatorio de la fertilidad.

En este grupo está también la Pareja del Ciego y su Lazarillo, que suele denominarse Molacillo o Criado. Se dedican a cantar coplas y cantares con referencias a los sucesos acontecidos a lo largo del año con tono satírico o burlesco y a veces, también intentan venderlas mendigando por la localidad.

También se representa la figura del labrador y el pastor como representantes de ritos propiciatorios de la fertilidad de la tierra y los animales, como la vaca y la vaquilla.