Diario de León

Un códice leonés rodeado por el escándalo

León

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El Beato de Fernando I y Sancha es uno de los códices más enigmáticos. El escritor Umberto Eco, autor de El nombre de la rosa, dijo de este manuscrito leonés: «Sus fastuosas imágenes han dado lugar al mayor acontecimiento iconográfico de la historia de la Humanidad».

Esconde mensajes secretos en sus páginas. Conocido también como el Beato de Facundo —por el monje que lo escribió— y fechado en 1047, fue declarado Memoria del Mundo por la Unesco en 2015. Una ‘joya’ bibliográfica que estuvo en el ojo del huracán hace unos años cuando este periódico sacó a la luz su lamentable estado de conservación, debido al escaso celo con que la BNE trató uno de los manuscritos más valiosos del mundo. Fue prestado en el año 2000 por el Gobierno de Aznar para una exposición en el Palazzo Venezia de Roma. A los pocos días, una comisión de expertos españoles fue enviada urgentemente a la capital italiana para que retiraran de inmediato el códice debido a que estaba entrando en un proceso irreversible de deterioro, causado por el alto grado de humedad del lugar donde se exponía y las pobres medidas de preservación. De vuelta ‘a casa’, los expertos calificaron de «gravísimo» el estado del códice y emitieron un informe aconsejando no prestarlo nunca más ni autorizar ningún tipo de fotografía o manipulado. Sin embargo, el 22 de noviembre del 2005 la entonces directora de la Biblioteca Nacional, la escritora Rosa Regás, firmó un contrato con el Club Bibliófilo Versol, al que daba permiso para manipular el Beato, con el fin de publicar una edición facsímil. Fue un permiso insólito, ya que ninguna biblioteca del mundo consiente una edición facsímil habiendo ya una edición de alta calidad en el mercado. Coincidencia o no, tras el ‘escándalo’ del códice leonés, tanto la ministra de Cultura, Carmen Calvo, como la directora de la Biblioteca Nacional, Rosa Regás, fueron relevadas de sus cargos.

El códice, a diferencia de la mayoría, no se copió para un monasterio. Fueron los monarcas Fernando I y Sancha quienes encargaron la obra junto con otras para convertir San Isidoro en un enclave excepcional. El Beato permaneció en la basílica hasta el año 1572. Después comenzó un largo destierro hasta que terminó en manos de Felipe V durante la guerra de Sucesión. El monarca lo requisó y envió a la Biblioteca Real y, finalmente, pasó a formar parte de los fondos de la Biblioteca Nacional.

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