La descuartizadora del Portillo
Hay crímenes imposibles de olvidar. El del Portillo es uno de ellos. Era el año 1975, meses antes de la muerte del dictador. Todo comenzó con la aparición de un saco. Francisco Villar Rubio recogía caracoles en la carretera de Caboalles cuando se encontró medio cadáver descuartizado dentro de una bolsa de plástico. Seis días después, el 22 de mayo, un vecino de Valle de Vegacervera localizaba la cabeza, el tronco y el brazo en avanzado estado de descomposición. También estos restos estaban guardados en bolsas. Horas después, la Guardia Civil detenía a Covadonga Sobrino, de 43 años y propietaria de un bar en el Portillo, por la muerte de su presunto amante, Carlos Fernández Guisuraga, de 28 años. Había nacido una leyenda urbana. Los niños leoneses de la década de los setenta crecieron atemorizados por la terrorífica historia de una mujer que supuestamente servía de tapa en su bar pedacitos de carne humana. Sobrino fue condenada a 25 años de cárcel.