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25 años de indulto de los toros de Osborne

En las carreteras leonesas se conservan cuatro, dos de ellos en El Bierzo, otro en Astorga y uno en Villalobar

Silueta del toro de Osborne en el Bierzo. MANUEL BRUQUE

Publicado por
EFE

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El icónico Toro Osborne celebra hoy los 25 años de su indulto, cuando el Gobierno asumió la sentencia del Tribunal Supremo que establecía que la famosa silueta había superado «su inicial sentido publicitario» y se había convertido en «un elemento decorativo del paisaje». En León se conservan cuatro. Los de Cuevas de Valderrey, pertenecen a la primera hornada. Fueron instalados en 1958 sobre un soporte de madera, luego sustituido por otro metálico

en 1962. Seis años después, en

1968, se colocó el de Villalobar

y, en 1977, el de Astorga.

El acuerdo del Consejo de MInistros del 20 de marzo de 1998 por que se indultaba a este hito de la publicidad española permite que 92 gigantes astados sigan en la actualidad a la vera de carreteras del país. A ellos se suman otros en México, Japón y Copenhague.

«Estamos muy orgullosos de que hace más de 25 años se iniciase un movimiento popular que pedía mantener el Toro de Osborne en las carreteras. La sentencia favorable del Tribunal Supremo en 1997 fue sin duda una gran noticia para nosotros, pero lo mejor fue experimentar las muestras de cariño que tanta gente demostró en ese momento decisivo. El Toro de Osborne se ha convertido hoy en día en sinónimo de nuestra cultura y forma de vivir», ha comentado a Efe Rocío Osborne, directora de Comunicación y Relaciones Públicas de la bodega.

Los problemas para la silueta del animal, «negro y grande como la noche», como escribió un poeta, comenzaron en 1988 cuando se aprobó la ley de carreteras, que daba un año de plazo para retirar la publicidad de las vías para evitar los riesgos de que distrajeran a los conductores. Osborne mandó borrar del lomo de los 97 toros que tenía repartidos por el país las letras rojas con la marca de su brandy, pensando que así cumplía con la legislación.

AÑOS PARA SALVARLO

El astado no respiró hasta que el Tribunal Supremo dictaminó en una sentencia: «La silueta del Toro ha superado su inicial sentido publicitario y se ha integrado en el paisaje como un elemento de ambientación ajeno al mensaje propagandístico de una marca». En cumplimiento de esa sentencia, el Consejo de Gobierno aprobó el que quizá haya sido el indulto menos polémico de la historia, con lo que los célebres toros se quedaban definitivamente en el borde de las carreteras.

Diseñadas por el publicista Manuel Prieto, la figura nació en 1957. Negro zaino, acaramelado de pitones, ensillado y de generosa papada, el Toro de la Carretera, como también se le conoció, tuvo su primera presentación en el kilómetro 55 de la N-I, en Cabanillas de la Sierra (Madrid), elaborado en madera y de cuatro metros de alzada.

A comienzos de aquella década y pese a su éxito, recibió su «primera cornada» cuando la normativa estatal de carreteras estableció que, para no distraer a los conductores, el morlaco debía alejarse de las vías. Entonces dieron pasas hacia atrás y crecieron en tamaño.

De los cinco metros y la madera, se pasó al metal, los catorce de altura y a los 4.000 kilos de peso soportados por cuatro torretas metálicas ancladas en zapatas de hormigón.

Para cuando en 1988 comenzaron los problemas legales amenazaban con darle la puntilla, el Toro ya habían sido en 1972 portada de The New York Times Magazine para ilustrar un reportaje sobre la España del tardofranquismo.

Catalogado en 2011 como bien de Interés Cultural (BIC) por la Junta de Andalucía, el icónico Toro ha servido de inspiración a grandes artistas del siglo XX, entre otros de Salvador Dalí, Annie Lebovitz, Richard Avedon y Helmut Newton o Keith Haring.