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León

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Oliegos fue el primero. Desapareció engullido por las aguas del embalse de Villameca. Y los nueve de Riaño (Pedrosa del Rey, La Puerta, Salio, Huelde, Anciles, Riaño, Vegacerneja, Burón y Éscaro), los últimos. Entre ambos, 41 años, más de 30 pueblos desaparecidos y alrededor de 6.000 personas desplazadas y un ingente patrimonio anegado. Todo el valle de Riaño era un brillante muestrario de la más sugerente unión entre patrimonio cultural y natural, un mundo ‘habitado’ por hórreos —muchos de tipo leonés, a dos aguas— y las llamadas casas de humo o casas sobre horcones, techadas de cuelmos (paja de centeno). Junto a esa arquitectura popular de enorme interés científico estaban las más evolucionadas casas de solana y galería y otros exponentes como cuadras, hornos, portaladas... todo ello desapareció con el cierre de la presa de Riaño, en 1987, a excepción de un par de hórreos rescatados y de alguna casa de humo, ya muy modificada, en pueblos cercanos al embalse; sin contar con las iglesias, escuelas, ermitas... y el magnífico Parador Nacional de Riaño. También los inmensos pantanos leoneses del Porma (construido en los años sesenta) y de Luna (en los cincuenta) acabaron con una excepcionalmente rica y no del todo bien estudiada arquitectura tradicional. El Estado pagó 175 millones de pesetas por los

16 pueblos sumergidos en Luna.

El patrimonio perdido: 70 molinos, 28 puentes, 14 iglesias, 6 ermitas, dos castros y un castillo.

En 2018 una hacendera sacaba a flote la iglesia de Láncara de Luna. Las aguas rodean este templo, que no se inunda ni cuando el pantano alcanza la cota máxima. Pero la maleza la había dejado prácticamente invisible. La iglesia ha sufrido los estragos de la rapiña, como el resto de construcciones que emergen cuando el pantano se seca.