Seis siglos del viaje que llevó a Santo Toribio de Astorga a Picos de Europa
La apertura de la Puerta del Perdón abre el Año Jubilar Lebaniego
La apertura de la Puerta del Perdón del Monasterio de Santo Toribio de Liébana abrió ayer el Año Jubilar Lebaniego ante más de dos mil peregrinos. Tras resonar tres golpes de martillo sobre la puerta del monasterio, en el corazón de los Picos de Europa, repitieron un rito que tiene su origen en la Edad Media.
«El peregrinaje está documentado fehacientemente desde el siglo XV y desde entonces ha sido ininterrumpido», cuenta a Efe el prior del monasterio y guardián de la puerta, José María Lucas, que explica que esos tres golpes tienen un valor simbólico. «Uno no reconoce a la primera que necesita ser perdonado», señala.
Cantabria espera que el Año Jubilar Lebaniego atraiga a más de dos millones de visitantes, con un amplio programa de actividades que se extenderá hasta abril de 2024. Pero detrás de los grandes conciertos, los desafíos deportivos o los atractivos de la gastronomía, el patrimonio y los paisajes de los 71,7 kilómetros que separan San Vicente de la Barquera, donde comienza el camino, de Santo Toribio, hay una historia que, según la tradición cristiana, se remonta al siglo V, a un Jerusalén acosado por los persas.
La reliquia de Astorga
Santo Toribio, relata el prior, era custodio de las reliquias que se conservaban en el Santo Sepulcro, y ante la difícil situación que vivía Jerusalén, pidió permiso al obispo Juvenal para sacar de tierra santa un trozo del brazo horizontal de la cruz de Cristo.
Viajó con ella a Astorga, donde fue obispo y donde falleció, pero la ciudad fue arrasada en 714 por los musulmanes que invadieron la Península. «Los cristianos de Astorga quisieron salvar las cosas de valor y entre ellas salvan los restos de Santo Toribio y la reliquia de la cruz», recuerda José María Lucas.
Cuando los astorganos llegaron en su huida al monasterio lebaniego, «un lugar bellísimo y de difícil acceso», dedicado entonces a San Martín de Tours, pensaron que era un sitio seguro para enterrar los restos de Toribio y para guardar la reliquia, considerada por la Iglesia como el fragmento más grande que se conserva de la cruz en todo el mundo.
La primera noticia sobre el monasterio aparece en un cartulario del año 825, aunque la tradición dice que ya existía en el siglo VI, cuando otro Toribio, un monje de Palencia, se instala en él con unos compañeros. Pero de esa historia no hay nada escrito, apunta el prior. En el archivo de la catedral de Palencia se conservan documentos de peregrinos del siglo XV que hablan de su experiencia en el camino. «El boca a boca, el conocimiento de que aquí hay una reliquia de la cruz hace que se convierta en un lugar de peregrinaje», explica.
Hasta Santo Toribio llegan entonces peregrinos que van a Santiago de Compostela por la ruta del norte, se detienen en San Vicente de la Barquera, desde donde siguen el camino hasta Liébana y luego toman la ruta francesa de Santiago. «Hay otros que vienen de Castilla, atravesando los montes y los puertos, otros de Asturias y otros de León», detalla el padre franciscano.
Fue en 1512 cuando el Papa Julio II, a petición del abad del monasterio, nombró una comisión con la misión de estudiar si Santo Toribio podía ser declarado lugar de peregrinaje permanente teniendo en cuenta la tradición, la presencia de la reliquia de la cruz y algún día jubilar que parece que se había celebrado anteriormente.
Tres años después, en 1515, su sucesor, el Papa León X, accedió a la petición y desde ese momento empezaron a celebrarse años jubilares. El de 2023 será el número 74. Según el prior, ha habido momentos de mayor presencia de peregrinos y otros de menor afluencia, sobre todo, cuando con la desamortización, el monasterio quedó «vacío y abandonado» pero la reliquia, el Lignum Crucis, siguió allí. «Igual entonces la afluencia fue menor pero ha sido continúa desde la Edad Media», asegura.
PEREGRINOS DEL SIGLO XXI
¿Y en pleno siglo XXI? El guardián de la puerta del perdón recurre a un proverbio árabe que ha hecho suyo para explicar que ahora hay tres tipos de peregrinos: los que andan el camino con los pies, pensando en el esfuerzo físico y el reto de superarse cada día, los que peregrinan con los ojos, disfrutando de la cultura, el arte y los paisajes, y los que lo hacen con el corazón, con una motivación espiritual.
Para ellos, dice, el peregrinaje «es un encuentro consigo mismos, un momento de reconciliación, el cumplimiento de una promesa...». «A nosotros, como comunidad franciscana que estamos en el monasterio, lo que nos toca es ofrecer hospitalidad a los que lo hacen con los pies, con los ojos o con el corazón, ofrecerles un espacio de acogida consigo mismos y con Dios», añade.
El prior no cree que vayan a atravesar la Puerta del Perdón los dos millones de visitantes que espera el Gobierno de Cantabria, pero sí un millón, una cifra que ya se alcanzó en el último Año Santo, el de 2017.
Y no teme que el Año Jubilar acabe con la tranquilidad de su comunidad, que no se dedica a la vida contemplativa sino a «estar en el mundo, en contacto con la gente».
De hecho, es tan activa en su día a día que entre las misiones de los franciscanos de Santo Toribio está ejercer como párrocos de los 22 núcleos rurales que hay en el entorno del monasterio.»Para nosotros es una buena oportunidad de ofrecer lo que somos y los que nos hace vivir», afirma.