El monumento invisible de León
Hay tramos de la muralla ‘engullidos’ por edificios que únicamente pueden verse desde el aire
«La muralla siempre ha sido un estorbo». Melquíades Ranilla, arquitecto redactor del Plan Director de la Muralla, pone un ejemplo clarificador: «En la calle Carreras tiraron siete cubos, en lugar de las casas, porque era gratis y no tenían que expropiar».
Durante siglos, era una ‘pared gratis’ sobre la que adosar viviendas y ahorrar costes. Y se derribaron tramos cuando convino, no solo para abrir una carretera nacional que rodeaba la Catedral y la muralla, sino para hacer un parking. El aparcamiento subterráneo de la Plaza Mayor supuso sacrificar un trozo de la fortificación tardorromana.
Otros cubos han quedado para uso exclusivo del convento de las clarisas o rodean, a modo de tapia, algunas casas del casco histórico. Se trata de tramos que no son visibles más que desde el aire. Hay más muralla de la que parece o se ve.
La fortificación de León aún preserva muchas partes ‘invisibles’. La conservación del gran monumento de la ciudad y el más antiguo ha sido cuestión, en muchas épocas, de la sensibilidad del propietario. En Era del Moro, hasta su reciente restauración, la muralla estuvo oculta durante décadas por la tapia de un negocio. También aquí salía a la luz una muralla invisible: bajo tierra había al menos dos metros sepultados de la fortificación.
Tramos ocultos
Hay más muralla de la que puede contemplarse. Algunos cubos y lienzos solo se ven desde el aire
Hay que tener en cuenta que la propia Catedral y San Isidoro se pegaron literalmente a la muralla y que el Palacio del Conde Luna encierra en su interior dos cubos. Durante la restauración de este inmueble del siglo XIV se comprobó que de uno de los cubos apenas quedaba la base, mientras que el otro estaba prácticamente intacto. El cubo de la calle Conde Rebolledo también estuvo escondido durante décadas. Es la única torre cuadrangular de toda la fortificación, que se desplomó cuando se iniciaron, con tres años de retraso, unas obras calificadas de «urgentes». Desde el siglo XIV recibía el nombre de ‘torre derribada’, por su mal estado de conservación.
El 4 de abril de 1935, cuatro años después de que la muralla fuera declarada Monumento Nacional, Diario de León daba la voz de alerta sobre el derribo de «uno de los cubos más interesantes» de la muralla, que, por hallarse empotrado entre las casas, «no ha podido nunca estudiarse bien y ofrece alguna particularidad respecto a las otras tres esquinas del rectángulo campamental».
Días después respondió en las páginas de este periódico el arquitecto municipal y manifiesta que habían detectado «dos grandes grietas» y el desmoronamiento en la parte inferior del cubo, por lo que consideraba urgente derribar de inmediato la parte ruinosa. Según una nota de la Alcaldía, «el monumento se hunde por sí solo». Por este motivo «de verdadera necesidad» se autoriza la demolición. No se contempló ni apuntalarlo ni reforzarlo.
La historia de la muralla no es muy diferente a la suerte que han sufrido otros edificios.
El proyecto Petrifying Wealth (Petrificando la riqueza), que dirige la investigadora del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Ana Rodríguez, ha descubierto que León ha perdido 139 edificios de los siglos XI al XIII. Una época de la que solo conserva 91 monumentos civiles y religiosos.