LITERATURA
Leopoldo María Panero. Vida y leyenda de un poeta leonés maldito
«Un psicótico y un autor genial». Así define el periodista J. Benito Fernández al poeta leonés Leopoldo María Panero, tras actualizar, ampliar y corregir la biografía ‘El contorno del abismo’, que publica 25 años después de la primera entrega.
La primera vez que vio a Leopoldo María Panero , un camarero le echaba a patadas de un bar madrileño en pleno diluvio. «Le pregunté a un amigo, que era sobrino del presidente Arias Navarro, si conocía a aquel tío de la barra que se había bebido la jarra de otro cliente». Corría el año 1974 y el local era la mítica cervecería Santa Bárbara, situada frente a la Sociedad General de Autores. «Un ‘nido de rojos’, que diría la gente de orden. Un sitio frecuentado por actores y escritores como Juan Diego o Tina Sainz y también por Cristina Almeida, Cristina Alberdi...».
Así recuerda el periodista gallego J. Benito Fernández su primer ‘encuentro’ con el poeta leonés . Dos años después, cuando ya se había cruzado en numerosas ocasiones con él en el barrio de Malasaña, se estrenaba El desencanto , de Jaime Chávarri, película que conmocionó a una sociedad mojigata que salía de 40 años de dictadura, en la que afloraron las escabrosas relaciones de los tres hijos de Leopoldo Panero y Felicidad Blanc. «Ahí me quedé atrapado con el personaje», desvela el periodista, cuando recuerda al maldito por excelencia de la poesía española. «Así empecé a leer su obra», cuenta, aunque pasaron muchos años, hasta 1997, cuando empezó a escribir su biografía.
No es una reedición
Un cuarto de siglo después de publicar El contorno del abismo — del que se vendieron 8.000 ejemplares y que lleva años agotado — , el escritor, animado por el mayor especialista en Panero, el profesor Túa Blesa, decidió cerrar una biografía que había dejado ‘colgada’ cuando el poeta tenía 50 años y vivía en un psiquiátrico de Canarias. En la nueva edición, que acaba de llegar a las librerías, el periodista relata los últimos años del autor de Así se fundó Carnaby Street , hasta el rocambolesco entierro de sus cenizas, cinco años después de su muerte.
«No es una reedición». Se trata de un nuevo libro, con muchas correcciones, más información y anécdotas y 150 páginas nuevas. Un trabajo en el que el autor se ha tomado su tiempo, porque confiesa que le daba cierta pereza.
J. Benito Fernández, que preparó la edición de Mi cerebro es una rosa, antología de textos de Panero, y que en breve publicará la biografía definitiva de Juan Benet, el escritor que construyó el pantano de Vegamián, en la que trabajó durante siete años, define a Leopoldo María como «un enfermo, un psicótico y el poeta más brillante de la generación de los 70».
Enfermo mental
El periodista gallego entrevistó a Felicidad Blanc y a los hermanos de Leopoldo María, Juan Luis y Michi, antes de hablar, por primera vez, con el autor de Guarida de un animal que no existe. En los años 80, J. Benito Fernández hizo una serie de trece capítulos titulada Mis malditos favoritos, para la desaparecida Radiocadena Española. Uno de ellos estaba dedicado a Leopoldo María, que entonces residía en el psiquiátrico de Mondragón. «Me dijo que los fines de semana iba a Irún a ver a su madre. Allí grabé la entrevista, pero no me sirvió de mucho. Cuando la escuché en el estudio, no se entendía nada, porque vocalizaba mal y no se acordaba de muchas cosas. Le tuve que llamar más de una vez». Aquella entrevista apareció publicada en Los cuadernos del Norte y, finalmente, el capítulo se emitió en 1988.
Casi una década después, se le ocurrió la idea del libro, por lo que retornó a Mondragón en dos ocasiones más. Tras dos años de trabajo, «se lo ofrecí a Tusquets y el libro salió en 1999». Por entonces, Leopoldo ya estaba recluido en Canarias. «Claudio Rizzo, un italiano que vivía en las islas, se presentó en un taxi en Mondragón y convenció a Leopoldo para escribir un libro juntos y se lo llevó a Las Palmas». Finalmente, Panero y Rizzo publicaron Tensó —«un combate dialéctico, un trobaire entre dos», como lo definió el poeta leonés—.
«Hablé con él y me dijo que la biografía le había gustado mucho. También Michi me contó que su hermano solía llevar el libro bajo el brazo y se lo enseñaba hasta a los taxistas».
Cuando J. Benito Fernández le ofreció a Tusquets publicar la biografía ampliada, la editorial lo rechazó. «Así que se lo propuse a Anagrama y aceptaron». Pese al tiempo transcurrido desde la primera edición, el periodista había seguido anotando en una libreta todas las informaciones que aparecían sobre el poeta. Gracias a estos apuntes y a las historias que le relató el artista canario Luis Arencibia, que se reunía de vez en cuando con Leopoldo, pudo completar la vida y leyenda del autor de Águila contra el hombre: poemas para un suicidamiento.
Desmonta el biógrafo la creencia de que el poeta estaba aislado. «Viajaba a la Península con frecuencia, a congresos y presentaciones. Recibió a Bunbury en Granada, viajó a Chile, a Miami o Ecuador». El contorno del abismo también se adentra en la vida íntima de Panero. «No se hacía el loco, era un enfermo, un psicótico. Había antecedentes en la familia. Su tía era esquizofrénica. Su madre le tuvo que internar a los 18 años, porque el alcohol, las drogas y la homosexualidad se ‘curaban’ entonces en los psiquiátricos», dice.
La matriarca, que ha pasado a la historia como ‘la bruja’, en realidad tuvo que vender las propiedades familiares, como la casa de Astorga, la de Castrillo y otra en Madrid, para mantener a sus tres hijos. J. Benito Fernández recuerda que «Leopoldo María estaba en el psiquiátrico, Michi no tenía oficio ni beneficio y Juan Luis se casó con una Domecq y luego con una médico...».
Al biógrafo le interesa, sobre todo, la obra primigenia de Panero, antes de que se instalara en Canarias. «Era un poeta como la copa de un pino», asegura.
El contorno del abismo es la despedida definitiva a un poeta extravagante, excesivo y, con toda seguridad, irrepetible.