Diario de León

Cuando Gala se desnudó en León

‘Murió vivo’. Este es el epitafio que deseaba para su tumba Antonio Gala, fallecido ayer a los 92 años y que en León confesó que era duro tener una fama más propia de toreros y cantantes. Fue, sin duda, uno de los escritores más cultos y leídos del último medio siglo.

El escritor Antonio Gala posando ante un espejo. XURXO LOBATO

El escritor Antonio Gala posando ante un espejo. XURXO LOBATO

León

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«Es duro ser un romántico solitario en pleno siglo XX», dijo Antonio Gala en León en el otoño de 1985. Tenía 48 años y la salud ya quebrada cuando pronunció una memorable conferencia en el salón de actos de la Obra Social —que dejó a decenas de personas a la puerta— y en la que el autor de Enemigo íntimo y El manuscrito carmesí se desnudó y expuso sin tapujos sus pensamientos y sus sentimientos. El escritor, uno de los más cultos y leídos del último medio siglo y también uno de los más mediáticos durante décadas, fallecía ayer a los 92 años. A los 5 años escribió su primer relato y dos años después su primera pieza teatral.

Cuando visitó León estaba en plena guerra judicial por una querella presentada por un comandante del ejército por su artículo Soldadito español , publicado en El País . No fue su único lance con la justicia. Gala mantuvo en vida una postura contra Israel y los judíos, por lo que la Comunidad Judía de Madrid se querelló contra el escritor en 2014 por racista y antisemita.

En León afirmó que «hemos aportado tres cosas a la cultura universal: «La narración de una manera viva, en las crónicas de Indias; la mística, por arriba; y la picaresca, por abajo». Acumulaba ya una fama que, según él, era «más propia de un torero o un cantante». Sin embargo, era experto en la «soledad acompañada», que es como él la llamaba.

Confesó en León que «ese mundo tremendo que rodea al teatro, a mí, por mi escasísima salud, me cansa. Casi todo destino es duro, pero no hay más remedio que amarrarse a la cruz, porque es como mejor se lleva. A la mía ya la he cogido el tranquillo y sé dónde ponérmela para que me duela menos». En ese sufrimiento el novelista, dramaturgo, poeta y ensayista contaba con el apoyo de un bastón que, junto a la pluma con la que escribía, le permitieron escapar de la definición platónica de que «el hombre es un bípedo implume».

Irónica despedida

«Murió vivo». Ese era el epitafio que deseaba para su tumba. Era irónico, descarado, brillante y hedonista. Nacido en Brazatortas (Ciudad Real) en octubre del 36, se sentía cordobés, la ciudad en la que vivió de niño, en la que en 1997 creó la Fundación Antonio Gala, dedicada a jóvenes creadores, y en la que su fallecimiento ha quedado ensombrecido por la jornada electoral. En 2012, cuando ‘resucitó’ tras un cáncer, afirmó: «El pueblo ha de ser osado, y más ahora que estamos tan mal gobernados». «No se puede decir que tenemos un gobierno de gilipollas, pero puede pensarse; y eso va a misa», reflexionó en alta voz. Aseguró que no había pertenecido a ningún partido y que votó «una única vez, cuando mi amiga Pilar Miró me lo pidió». Sin embargo, sí se postuló contra la OTAN y habló sobre el movimiento del 15-M: «Estoy absolutamente de acuerdo. Hay que cambiar el modelo social, lo difícil es cómo llevar a buen puerto ese desastre de la indignación, porque la indignación por sí misma no conduce a nada».

Su último poemario fue El poema de Tobías desangelado , en 2005. Tres años después publicó Los papeles del agua , su libro «más feminista», como lo definió él mismo.

Sus amigos, como su musa, la actriz Concha Velasco, le definían como «un vividor», un hombre que amaba profundamente la vida. Le faltó añadir a sus perros, como el célebre Troylo. «Una persona que a mi edad no está llena de cicatrices no tendría recuerdos, no tendría ni buenos ni malos recuerdos», decía el autor de La pasión turca. Ganador de premios como el Planeta, el Ciudad de Barcelona o el de las Letras Andaluzas, consideraba que «los premios a una vida son de agradecer, a veces se descuidan y te los dan cuando ya estás muerto». Nunca le tentó publicar una autobiografía: «Si la escribiese ahora se llamaría No os molestéis, conozco la salida ».

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