ANIVERSARIO
Gamoneda sopló 92 velas
El poeta leonés celebró su cumpleaños con la familia y un grupo de amigos
Una buena mesa. Su inseparable compañera de vida, María de los Ángeles Lanza, un puñado de buenos amigos y una enorme tarta. Así celebró Antonio Gamoneda su 92 cumpleaños. El poeta leonés, que no ha dejado de escribir, a veces bromea con su segundo apellido, Lobón. El premio Cervantes no es de los que se muerden la lengua.
Nació el 30 de mayo de 1931 en Oviedo y, dos años después de la muerte de su padre, en 1934, se trasladó con su madre a León, ciudad donde reside desde entonces y en la que vivió la Guerra Civil.
Resulta increíble que su obra sea tan extensa, dada su manía correctora. Las mujeres —tiene tres hijas y una nieta— han puesto en su corazón un punto y aparte de ternura. Su verso se abrió camino en una España oscura. Descripción de la mentira (1977) iluminó a una agónica generación poética que llevaba años de sequía creativa. La poesía ya no tenía marcha atrás. Años después Edad —que le valió el Nacional de Poesía— le convertiría en la voz más valiente y avanzada de una prole de poetas con los que no quiso nunca «sociedades», pero a los que marcó desde la lejana diáspora provinciana.
La reclusión y el silencio han suplido a otros eventuales compañeros de viaje. Un largo viaje por el camino más arduo. Su obra, de una fuerza excepcional, ha sido reconocida tardíamente como una de las grandes voces de la poesía española actual. Pocos premios, pero merecidísimos, incluido el Cervantes. Sostiene Antonio Gamoneda que «el poeta no es un ornamentador de la palabra, sino un ser humano capaz de pensar rítmicamente».
Empezó a trabajar en 1945 como recadero en un banco, actividad que compaginó durante muchos años con estudios medios. Gamoneda publicó su primer libro en 1960, Sublevación inmóvil; y poco después Blues castellano, que entonces no editó por razones de censura.
Luego vendrían León de la mirada, Lápidas, Libro del frío, Libro de los venenos.. . Lo que propone la poesía de Gamoneda no es mostrarnos la experiencia real, sino la experiencia vital, donde los hechos cobran la fuerza de la pértiga para adentrarse en las honduras del ser. «Mi trabajo poético se hizo a partir de unas situaciones y de una progresión biográfica en la que lo único abundante eran las carencias y el sufrimiento», afirmó.
En uno de sus últimos cumpleaños, confesó que no aspiraba a la felicidad, que es una idea, pero sí reconoció que le hacía feliz «la salud y la bondad de quienes más cerca están de mí, lo que es mi familia carnal, que son ya tres generaciones. Tanto la felicidad, como el motivo de la felicidad, no pasan de ser una idea. Un mundo equilibrado, en términos de justicia y solidaridad, me haría feliz, pero, no hay de eso».