UN PEDAZO DE MURALLA INVISIBLE
El secreto de la torre fantasma de León
«Una institución que no tiene memoria, no tiene identidad». Lo dice Luis Rodríguez Pérez, director del Archivo Diocesano de León, que hasta no hace mucho guardaba sus legajos en el Torreón de los Ponce. Es la construcción más desconocida e inaccesible de la muralla.
Es un ‘fantasma’ del pasado. Un elemento del patrimonio leonés que pasa desapercibido. El Torreón de los Ponce es el único de planta cuadrangular de la muralla —a excepción de la Torre del Gallo de San Isidoro—. El lateral de esta edificación, utilizada antiguamente como prisión eclesiástica, emplea un sistema romano de construcción poco común, el llamado ‘aparejo en damero’, que consiste en alternar piedras labradas con rellenos de mampostería o canto rodado, a modo de ajedrezado.
«Es una técnica ahorrativa, pero queda preciosa», explica Miguel Sobrino, autor del libro Castillos y murallas. La biografía desconocida de las fortalezas de España (La Esfera de los Libros).
La torre, cuyo interior no es accesible al público, forma parte de las dependencias del Archivo Histórico Diocesano de León, ubicado en la planta baja del Palacio Episcopal, con unas vistas únicas de la Catedral. Según los historiadores, el origen de los Ponce se remonta al conde Ponce de Minerva, de origen francés. Gobernador de las torres de la ciudad, su apellido da nombre a la última superviviente.
La torre de cinco pisos
Dividido en cinco pisos, a los que se accede por una angosta escalera, el torreón, de 24 metros de altura y una planta de 8,85 por 7 metros, es más estrecho y bajo que la torre de San Isidoro. Lo sabe bien Luis Rodríguez Pérez , canónigo de San Isidoro e historiador, que relevó en septiembre como director de este archivo a Adolfo Ivorra.
Actualmente el torreón está vacío, pero aún quedan las estanterías que un día ocuparon los legajos de este desconocido archivo, que tiene sus puertas abiertas a todo el que quiera consultarlo.
La atalaya de los Ponce, aquejada de humedad, contaminación y mal de piedra y abierta en canal por enormes grietas, fue restaurada en 2003. La vieja torre, visible en la calle Caño Badillo, marca el desvío del lienzo oriental al meridional de la muralla. Ya había sido restaurada en los años 50 por Menéndez Pidal, el arquitecto que salvó San Isidoro de la ruina.
El joven sacerdote Luis Rodríguez Pérez suma, a los ‘oficios’ de canónigo y director del archivo, el de párroco en la Valduerna. Llevar al día el Archivo Diocesano parece misión imposible, ante la ingente documentación que aguarda a ser catalogada y la que recibe anualmente. Los asuntos de este archivo ‘palaciego’ van despacio.
El sueño de Luis Rodríguez sería poder digitalizar los tesoros que custodia. Una estancia contigua al torreón acoge el gran secreto del Archivo, tampoco accesible al público ni a los investigadores. Se trata de una ‘cámara sellada’, dotada de la última tecnología y condiciones de preservación, donde reposan los valiosos fondos. En un lateral, dos enormes extintores —en realidad, son dos tanques—, se ‘dispararán’ en caso de incendio.
Rodríguez Pérez es el guardián de un tesoro que «no se valora». El Archivo es la «memoria» de la Diócesis de León. Aquí están los libros de bautismo, matrimonio, el registro de órdenes, de seminarios, pleitos, nulidades matrimoniales, inventarios de los bienes de la diócesis, donativos, fundaciones, arrendamientos, patronatos, las relaciones con la Santa Sede y otras diócesis....
El sabio Catón
El Archivo Histórico Diocesano fue fundado en 1948 por el obispo Luis Almarcha, cuya imagen está presente en la actual sala de investigadores. Hay legajos y documentos de las 873 parroquias de la diócesis. Crecieron de manera ingente, gracias a la eficaz labor del que fuera el principal impulsor de este centro, José María Fernández Catón. Fallecido en 2009, Catón se dedicó desde 1968 a la mayor búsqueda de datos de toda la historia de León, del antiguo Reino de León y de Castilla y León, que reunió en la célebre colección Fuentes y Estudios de la Historial Leonesa, un trabajo único en Europa, que recoge en más de 120 tomos el contenido de los archivos de catedrales, monasterios, abadías y seminarios a lo largo y ancho de todo el noroeste peninsular.
El interior del Torreón
Tiene cinco pisos y una estrecha escalera, por eso ha dejado de ser útil y está vacío
Este ingente trabajo permite a los investigadores acceder de forma rápida a las fuentes documentales y les ahorra tiempo y dinero al evitar viajes y estancias largas en los archivos. Pero lo más importante es el carácter divulgativo de esta monumental obra. El ciudadano de a pie tiene a mano todas las referencias de todos los documentos de los más importantes archivos del país. Incomprendido y a veces poco valorado entre los suyos, Catón logró poner orden y clasificar los archivos de la Catedral y de la Diócesis de León, lo que supuso un espectacular relanzamiento de las investigaciones y trabajos sobre la historia de León en todas sus épocas.
Rastrear a la familia
La sala de investigadores, inaugurada en 2012, lleva su nombre.
En ella abundan, sobre todo, los buscadores de nombres, fechas y apellidos para hacer árboles genealógicos. Es una estancia con un gran artesonado de madera muy llamativo y paredes ‘falsas’ que ocultan libros de consulta para los investigadores. El archivo es imprescindible para conocer, por ejemplo, la onomástica, la toponimia, los caminos, los puentes, los molinos o el ordenamiento jurídico del territorio leonés. La mayor parte de los documentos son posteriores al Concilio de Trento (1545), cuando se crearon las normativas para las diócesis. «En España éramos muy avanzados y tenemos documentos anteriores», dice con satisfacción Luis Rodríguez. Explica que hasta el siglo XVIII los ayuntamientos no expedían documentos de bautismo y fallecimiento, lo que hace único el Archivo Diocesano, que gestiona él solo, con un empleado a tiempo parcial.
Muestra algunas joyas, como el libro de bautizados de San Cipriano del Condado, de 1852, escrito con una espléndida caligrafía; o los estatutos de la cofradía de San Crispín, de 1593, fundada por un gremio de zapateros, que contiene datos muy curiosos, adornados por espléndidos dibujos. Entre sus favoritas, las Constituciones del Seminario, de 1792, del obispo Cuadrillero, donde, leyendo entre líneas, es fácil averiguar cómo eran en esa época las relaciones Iglesia y Estado o el nivel cultural de los sacerdotes leoneses.
Tesoros de papel
El Archivo Histórico Diocesano atesora miles de documentos que son la memoria de León
«Una institución que no tiene memoria, no tiene identidad», dice. Cuenta que entre los inventarios más antiguos de este archivo cargado de historia están los beneficios de la diócesis. Entre los libros curiosos, uno de 1897 sobre ritual de matrimonios. Es imposible elegir, porque hay documentos excepcionales.
El año de creación del archivo, el Obispado puso en marcha una campaña para recoger todos los cuadernos, documentos y reglamentos que aún se encontraban en las parroquias de la diócesis, con el fin de documentar y conservar en lugar seguro todos los papeles diocesanos. El archivo recibió entonces miles de cajas procedentes de muchas parroquias. La mayoría de los papeles ‘incautados’ eran libros de defunción, bautismo, matrimonios y reglamentos canónicos. Pero, además, también hay protocolos notariales, libros litúrgicos, códices y manuscritos. Hasta la creación del Archivo Histórico Diocesano la documentación se hallaba dispersa. Custodia, entre otros fondos, el archivo del Convento de San Marcos (con 900 pergaminos, muchos de monasterios desaparecidos), el del Monasterio de Santa María de Otero de las Dueñas, el del Monasterio de Vega de la Serrana o el del doctor Anspach, entre otros; legado por el profesor alemán August Eduard Anspach y contiene los papeles y trabajos elaborados y archivados durante su vida, dedicados especialmente a la patrología española, particularmente a san Isidoro.
Hallazgos sorprendentes
En 2005 el investigador Juan José Sánchez Badiola encontraba un ‘tesoro’ en el Archivo Diocesano. Nada menos que un segundo e inédito Fuero de León del año 1196. El fuero que el monarca leonés Alfonso V otorgó a la capital del reino en el año 1017 es célebre y revolucionario por muchas cosas, entre ellas por los beneficios que otorgaba a los nuevos pobladores y por la regularización y sistematización que hacía de leyes, ordenanzas, pesos y medidas. El texto estaba inserto en un traslado notarial de 1293, donado al archivo por el investigador leonés Miguel Bravo, que había pasado totalmente desapercibido.
Hace cinco años Zambroncinos del Páramo pudo demostrar que tuvo pendón concejil. Las pruebas estaban en los libros de fábrica de la iglesia parroquial de Santo Tomás de esta localidad, conservados en el Archivo Histórico Diocesano. Hay miles de historias entre los papeles del Archivo, muchas olvidadas e inéditas, a la espera de que algún investigador se tope con ellas.