Los relojeros se dan hora en Astorga
Profesionales y la familia Losada. Cada año las generaciones del ´contador del tiempo' Losada se reúnen en el municipio maragato para recordar al leonés, que fue el mejor relojero del siglo XIX en el mundo
Como el reloj de la Puerta del Sol de Madrid en las campanadas del 31 de diciembre hace cada año, la familia Losada se reunirán en Astorga el día 26 con actividades, que comenzarán cuando el reloj de la catedral maragata sitúe su aguja pequeña pasadas las diez y la más grande en la mitad baja de la esfera. Este año contarán con la presencia de las personas de la Asociación Nacional de Reparadores y Restauradores de Relojería Gruesa de España.
Astorga es una ciudad relojera desde hace mucho tiempo. José Rodríguez Losada, el hombre que nació en la localidad de Iruela, perteneciente a la dióceis de Astorga en 1789, siendo el mayor de diez hermanos y dedicado a pastorear las vacas, se convirtió en oficial del Ejercito español, estado del que se tuvo que exiliar, primero a Francia y luego a Inglaterra. Ese hombre rural se acabó convirtiendo en la persona que hizo y donó el reloj que tiene pendiente en la Puerta del Sol de Madrid a todos los españoles en las nocheviejas, y el que arregló el Big Ben, cuando nadie lo sabía arreglar.
Bartolomé Fernández fue otro de los ilustres relojeros de la ciudad de Astorga, el encargado de hacer dos de las piezas más importantes de la ciudad: el reloj de los maragatos que se encuentra en la fachada del Ayuntamiento y el reloj antiguo de los maragatos que se expone en el Museo del tiempo.
Cada año familiares y amigos de Losada se reúnen para recordar al relojero maragato: «el relojero más importante del mundo en el siglo XIX» explica Antonio Labrador, secretario de la asociación y un maestro del tiempo barcelonés, pero hijo predilecto de Fornela, donde pasa los veranos de vacaciones, «pero trabajando, aunque cuando se trabaja en lo que te gusta, no es trabajo» explica el maestro relojero de la asociación.
La cita de este año se da como una invitación de la familia a los restauradores venidos de diferentes partes de España como Sevilla, Navarra, Lugo o Barcelona. Todos los profesionales de la restauración junto a la familia, recorrerán los principales relojes que han marcado las horas y la historia de la localidad.
Astorga, además de contar con relojeros como Losada o Bartolomé, también tiene a un relojero con cronómetros que han sido parte de la historia de León, José María Ramos, y que hasta hace un par de meses se podían ver en el Museo del tiempo de Astorga, ahora cerrado.
Esta reunión es también una oportunidad que la asociación de restauradores no quiere perder para pedir al alcalde de la localidad que se vuelva a abrir un museo que es el único de Castilla y León y el tercero de los tres museos dedicados a los relojes que hay en España: uno en Infesto y otro en Jerez, en el que el presidente de la asociación es director.
Además de esta solicitud también piden que la ciudad de Astorga instale una escultura o nombren una calle con el nombre del relojero de Bartolomé Fernández.
El reloj de la Catedral de León
«Toda catedral merece un reloj a su medida», explica Antonio Labrador, al igual que la ciudad maragata tiene el suyo y el resto de catedrales de Europa también lo tienen, pero no es así en el caso de la Pulcra Leonina.
El reloj de la Catedral de León es «una máquina de los chinos» ironiza Antonio Labrador, «cuando tienen un Ferrari aparcado».
La asociación lleva años tratando de hacer que se recupere el reloj original de la Catedral, que aunque se paró en 1962, volvió a funcionar hasta el 1992 y se volvió a para en el 95 hasta el día de hoy.
Pero, si el reloj de la seo no funciona, ¿cómo lo vemos en hora? La respuesta es sencilla: porque hay otro reloj «de pilas». El reloj actual es movido con un sistema eléctrico debido a que el sistema que Rolex realizó, no se supo utilizar.
Desde hace años la asociación lucha por recuperar el mecanismo original, al que pondrían a funcionar por «cuatro duros» sin necesidad de que nadie, a excepción de ellos tuvieran que tocarlo.