Paco Ibáñez: «Cantar es transmitir el milagro de sentir»

«A León vuelvo encantado. Además, cuando estaba en París y cantaba en restaurantes y boliches tenía un amigo que era músico. Era muy simpático. Y era de León. Teníamos muy buena amistad. Me gustaría recordar su nombre. Me daría golpes pero no me acuerdo». Lo dice Paco Ibáñez , que el sábado 27 de enero estará en León actuando en el Auditorio bajo un título definitivo: Nos queda la palabra. A él, sí, porque ha hecho de ella una cuestión insobornable, una forma de vida. Aunque en la distancia corta, lo mejor de Paco Ibáñez (Valencia, 1934) es su clarividencia amena, su tono amistoso y su alejamiento de lo que podría ser un divo intelectual. Es entonces cuando explica lo que piensa con sinceridad, sin trampa ni cartón.

Qué traerá a León con Nos queda la palabra ya es un aliciente: «El repertorio nunca está escrito. Cantaré las canciones que vayan saliendo. Las hay que a veces no tienen ganas de salir y no las canto», explica, por lo que hay que recordar que su temática es de una potencia y riqueza descomunal, bien sea poniendo música a grandes poetas, cantando a inolvidables como Brassens, imprescindibles de su carrera como José Agustín Goytisolo, o con títulos que solo con enunciar ya cuentan la historia de la música en España: A galopar (Rafael Alberti), Érase Una Vez, Como tú (León Felipe), La poesía es un arma cargada de futuro, Don dinero...

Paco Ibáñez se muestra en su salsa en el escenario «cantando poesía. Que quiere decir cantar cosas que llegan a tu corazón y tu alma. Cantar es transmitir ese milagro de sentir profundamente la existencia. Para eso están los poetas y para eso estamos, para servir a los demás», asegura.

El relato del valenciano cobra así todo su valor, al que además le da la virtud de la permanencia de esas grandes canciones, que de ninguna manera se apropia cuando afirma que «siempre seguirán porque tendría que desaparecer el Sol para que dejaran de existir», dice, en referencia a esas grandes obras de nombres eternos de la poesía.

Esa profundidad en Paco Ibáñez se traduce en compromiso con lo que hace pero también con lo que jamás hará porque no admite concesiones que, sin señalar, son más que reconocibles en determinadas carreras. «Desde que nací tengo la ambición de querer comunicar para que la existencia tenga sentido».

Y aquí entra a analizar cuál es la deriva cultural actual: «Mahler dice que una persona puede hacer concesiones en lo personal. En lo artístico, no». Rotundo se refiere a las disculpas que a veces se aducen cuando lo cultural da paso al espectáculo errático aunque se justifique en la necesidad económica. Es por respeto a la música y porque así lo siente.

«Actuar en directo es un desafío: uno contra todos en el escenario»

«Por muchos años que uno lleve en el escenario, siempre  hay una tensión. No es como ir a la playa. Cantar en directo es un desafío: uno contra todos en el escenario», explica Paco Ibáñez, un veterano que aún no le ha perdido el respeto a las tablas, lo cual dice mucho de su profesionalidad y tal vez desvele alguna de las claves de su éxito. Porque si, por así decirlo, Paco Ibáñez es un cantautor intelectual, su parte escénica es imprescindible. Lo aseguran los que han asistido a su conciertos y los que han visto en ellos esa fuerza natural interpretativa en la que vuelca todas sus energías en beneficio de la canción.

«Incluso en lo que se refiere al trabajo en el estudio, cuando más directo se haga es mejor.

Y ese directo en su caso se traduce en estar al día, actualizado a su pesar por lo que narra: «Mucho tiempo he cantado: estamos tocando fondo. Ahora creo que estamos pegados al fondo. La poesía es un arma cargada de olvido. Ves lo que pasa en Gaza, en Israel, cómo hacen lo que les han hecho a ellos...», sintetiza con acierto. Tal vez reclame más lucidez en estos tiempos, como la que él aporta. Con la resignación inevitable de ver un mundo insensible a la injusticia: «A mucha gente le das de comer y le basta», sentencia.