Diario de León

Julio Aller: «La Movida era demasiado pelo verde»

De la Movida al ciclo Ángel Barja y compositores leoneses hay toda una vida de músico en Julio Aller

Julio Aller, la semana pasada en su estudio personal en su casa en Vilecha. MARÍA FUENTES

Julio Aller, la semana pasada en su estudio personal en su casa en Vilecha. MARÍA FUENTES

León

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Julio Aller es el pianista infinito. Un músico total. Rock, jazz, contemporánea. Músico de estudio, de encargo y de lo que se le ponga por delante. Siempre que se hable del ejercicio creativo en términos de calidad. Por ejemplo, este 12 de enero en La Robla, con el Dúo Ecos (esa maravilla musical formada por la soprano Noelia Álvarez y el pianista Héctor Sánchez) como medium perfecto, tuvo lugar un momento especial. Él no permitiría la expresión pero fue su particular golpe sobre la mesa de la música de León. Julio Aller estrenó Las secas lagunas del tiempo , con letra de Aller, escrita en Madrid en 1986; Que pase el tiempo y Permutaciones , escritas en Bergen (Noruega) también en 1986 y con letras suyas; La efímera eternidad , piano solo; y Disciplina . El concierto se tituló Por mis tierras de León y confirmó lo que se comentaba en círculos clásicos locales: la versatilidad y validez de un músico asociado ahora al jazz pero cuya obra reciente encaja a la perfección en propuestas del nivel del Festival de Música Española.

De hecho, Miguel Fernández Llamazares y Julia Franco, artífices del ciclo y curso, tienen algo que ver en esta afortunada irrupción de Julio Aller en un mundo como ese en el que prefiere estar de invitado. «Música clásica no hago. En todo caso, sería contemporánea. Ellos tienen algo que ver porque cuando impulsaron el ciclo Ángel Barja y compositores leoneses , me dijeron si hacía música de este estilo y les dije: No, pero la hago».

Así, desde Vilecha, su base de operaciones, en donde vive y tiene su estudio, lo que pasa ahora en torno a la música de Julio Aller tendría que explicarse casi desde un punto de vista temporal. Porque en el momento vital de Aller es tan importante lo que hizo, que es tanto, como lo que le queda por hacer, que lo siente como una necesidad, una prioridad, como si tuviera prisa: «Pienso en todo lo que quiero hacer, componer, y creo que no me da tiempo», afirma. Eso hace que se esté ante un volcán musical en erupción y no ante un músico en periodo de recreación, que sería lo normal porque a la vista está en casi todos los casos que la creatividad no es infinita.

Plantea una cuestión este músico leonés que hace pensar cuando se le muestra el asombro al conocer su trabajo: «Es que tengo que saber hacerlo. Como un arquitecto hace su trabajo, y tienen que saber hacerlo, yo también. Un músico, también», explica. Y eso le asocia directamente al creador que trabaja, que le dedica horas y esfuerzo a esa labor que a veces aparece demasiado pendiente de la supuesta y engañosa inspiración, que en muchas ocasiones no conduce a nada.

Así, como si se fueran destapándose las capas de creador de Julio Aller, también aparece como parte del pasado la frenética actividad de músico joven. Que se une a lo antes comentado de su carácter de músico total. Del conservatorio en la capital a los locales de ensayo de la Movida madrileña: «La Movida no era mi ambiente, pero ahí estábamos. Hacíamos rock progresivo, a lo King Crimson. Era demasiado pelo verde. Venían a nuestro local para que les afináramos los instrumentos», rescata de aquellos intensos años que él, eso sí, exprimió a la altura de lo que pasaba en España en esa década y media que discurrió desde la muerte de Franco hasta el final de los 80: años prodigiosos y malditos. Por eso, lo bueno de todo es que Julio Aller está en plenitud de creatividad, con una trayectoria y edad que le hacen mirar con la suficiente distancia como para no enredarse pero con la cercanía de no vivir la música desde la barrera.

Y puestos a opinar sobre lo que ocurre en la actualidad, Julio Aller comenta con decisión lo que piensa de los fenómenos actuales de la música espectáculo a golpe de tiktok. Se le pregunta por Rosalía, por ejemplo, cuando es catalogada como una de las mejores autoras de un disco conceptual por encima de nombres de tanta talla musical que no hace falta ni mencionar aquí: «De Rosalía te diría que es buenísima. Es tan buena que hace música sin músicos...», critica con una ironía rotunda que no reclama revisiones ni reivindicaciones pero pone el dedo en la llaga de la superficialidad actual que si no acaba con la música sí que lo hará con los músicos. Es más, lo hila todo a su persona: «Por mis circunstancias estoy más en casa, en mi estudio. Si desapareces no te llaman», reclama.

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