León tiene nuevas pruebas sobre el Grial
Hay nuevas pruebas. Documentos recopilados en los últimos diez años, que ‘apuntalan’ la tesis de que el cáliz de Doña Urraca es el Santo Grial. Los historiadores Margarita Torres y José Miguel Ortega han conseguido descubrir nuevos testimonios para avalar su tesis, después de que algunos expertos cuestionaran la rigurosidad del libro Los reyes del Grial, donde exponían cómo la reliquia más importante de la cristiandad llegó hace más de mil años a San Isidoro, tras un arriesgado viaje desde Egipto.
«Lo vamos a contar todo en un libro que publicaremos muy pronto», anuncia Torre. No quiere adelantar cuáles son las nuevas evidencias, pero da algunas pistas.
«¿Por qué Fernando II cambió el Camino de Santiago, la ruta de peregrinación más importante del mundo cristiano, para que pasara delante de San Isidoro?». Fernando I, el rey más poderoso de la Hispania cristiana en el siglo XI, había recibido la copa de Cristo en el año 1055, 41 años antes de la primera cruzada, cuando el cáliz ya no está en Jerusalén. Un siglo después, es Fernando II el que desvía la ruta jacobea, para que todos los peregrinos se detengan ante la gran reliquia.
Otra línea de investigación abierta en el próximo libro de Torres y Ortega será las relaciones familiares de los reyes leoneses con otros monarcas europeos, donde parecen haber encontrado nuevas pistas del Grial.
Desde hace una década Valencia inició una cruzada para hacer valer su Grial. Incluso, diseñó su propia ruta de peregrinación entre San Juan de la Peña, donde habría estado el cáliz, hasta la ciudad del Turia. Margarita Torres remite a un documento que se conserva en el Archivo de la Corona de Aragón. En 1322 Jaime II de Aragón, que tiene en su poder el ‘cáliz de Valencia’, envía una carta al sultán de Egipto pidiendo la Vera Cruz y la Copa de Última Cena, que lleva en León ya dos siglos. La pregunta es: ¿si ya tiene el Santo Grial para qué iba a pedirlo?
Dos pergaminos cruciales
Los reyes del Grial fundamentaba que el cáliz de Doña Urraca es el cáliz de la Última Cena en dos pergaminos encontrados en la biblioteca de la Universidad de Al-Azhar, una de las más prestigiosas del mundo musulmán. Dos textos más fascinantes que las de cualquier leyenda. Según esos manuscritos del siglo XIV, la Copa de Cristo viajó de Jerusalén a El Cairo, de la capital egipcia a Denia y, finalmente a León, como un regalo de paz al poderoso rey Fernando I.
Tras la publicación del libro, Torres afirmó que había que contemplar la colegiata de San Isidoro desde otra perspectiva, como la de un gran cofre protector de la reliquia más importante de la cristiandad.
El Panteón Real resulta una auténtica revelación y despeja la extrañeza que siempre produjo en los historiadores que la escena central de una tumba funeraria fuera la Sagrada Cena. Llama la atención, tras Jesucristo y los apóstoles, la importancia que tiene el sirviente que llena de vino el Grial —que tiene forma de vaso murrina—, mientras los convidados sostienen copas distintas. Es como si Fernando I y su hija Urraca, depositarios del Grial, quisieran dejar pistas. También se comprende ahora por qué Urraca entregó a los orfebres un vulgar y mellado cuenco de ónice para que lo decoraran con sus propias joyas y oro.
La pregunta es: ¿por qué los monarcas leoneses ocultaron la existencia de la Copa de Cristo? ¿Pretendían así mantenerla a salvo?
No sólo las pinturas del Panteón Real —considerada la Capilla Sixtina del románico— parecen estar consagradas a la copa con la que Cristo habría instaurado la Eucaristía, sino que hay otros símbolos que revelan que la colegiata custodia en su interior el Grial. Bajo la estatua ecuestre de San Isidoro, que preside la fachada principal de la joya del románico, y justo encima del conocido zodíaco, «alguien en los siglos modernos dejó la memoria del cáliz a la vista en una metopa en la que aparece una pila bautismal de la que sale la cabeza de Cristo y, sobre ella, una cáliz. Así que, de alguna manera, siempre lo hemos tenido a la vista», aseguraba Torres entonces.
Un tesoro musulmán
Tanto la existencia de numerosas piezas de origen musulmán en la colección de San Isidoro, como de reliquias vinculadas con Jesucristo, siempre han llamado la atención de los historiadores. Así comenzó en realidad la investigación de Torres y Ortega. La investigadora norteamericana Therese Martin, del Centro Superior de Investigaciones Científicas, abandera desde hace más de 25 años un proyecto para revisar el tesoro de San Isidoro. Su equipo descubrió que la conocida como ara de San Isidoro es el altar portátil de la infanta Sancha, que habría llegado a León con otras reliquias de Cristo. Parece que había un plan inicial y que todas las piezas obedecen a un propósito. El tesoro de San Isidoro fue iniciado en 1063 por los reyes Fernando y Sancha con una riquísima donación de objetos de oro y marfil.
El Grial, uno de los mayores símbolos del poder, la religión y el fanatismo en la era cristiana, levantó tal expectación en San Isidoro los meses siguientes a su ‘descubrimiento’ que el cabildo se vio obligado a reforzar las medidas de seguridad y crear una cámara blindada en la que exponerlo como un unicum.
Cáliz viajero
El Grial ha salido en varias ocasiones de San Isidoro, algo que difícilmente volverá a ocurrir. Se exhibió en las exposiciones universales de Barcelona (1929) y Sevilla (1992). También lo pidió el Metropolitan de Nueva York en 1993. El cáliz de Doña Urraca se aseguró para aquella ocasión en 6.000 millones de pesetas, pero finalmente el Cabildo de San Isidoro se echó atrás y no dejó que esta joya atravesara el Atlántico.
Independientemente de si es o no el Grial, el cáliz de Doña Urraca siempre ha sido considerado un tesoro de la Hispania Medieval. Un trabajo excepcional de orfebrería. Curiosamente no figura en el inventario de Bienes de Interés Cultural (BIC) de la Junta de Castilla y León. El cáliz consta de dos cuencos de ágata que Urraca, hija de los reyes Fernando I y Sancha, mandó decorar con sus mejores joyas. Recubierto de oro, el cáliz, también tiene incrustadas perlas, esmeraldas, amatistas y zafiros.