La agitación de Arrabal, Premio de las Letras
El jurado otorga al escritor el galardón por unanimidad por su estilo irrepetible
El dramaturgo en una foto realizada ayer mismo. F. A
La Junta salda una deuda con el mejor dramaturgo vivo del mundo. El hijo de King Kong, el genio pánico que hizo cabalgar a Cervantes en el absurdo picnic del siglo XX, se adjudica el premio de las Letras de Castilla y León. El jurado, integrado por el escritor Juan Manuel de Prada, la escritora Ayanta Barilli, el académico Francisco Javier Pérez, Carlos de la Casa Martínez, doctor en Historia, Pablo Lago, director de Diario de Castilla y León y Jesús Ignacio Sanz Valdivieso reconoce con este premio —concedido por unanimidad— la condición experimental, heterodoxa y transgresora de su obra, así como su búsqueda de los límites expresivos del lenguaje literario. «Se trata de uno de los autores españoles más reconocidos internacionalmente del último siglo, hasta el punto de haber sido prohijado por la cultura francesa», añaden en el acta.
Melillense de nacimiento, Fernando Arrabal pasó una parte trascendental de su infancia en Ciudad Rodrigo, interno en un colegio de teresianas donde una de ellas, la madre Teresa, se convirtió en su Pigmalión. Precisamente hace unos meses presentaba una obra sobre su experiencia de infancia —época sobre la que en realidad ha hecho girar toda su obra— en la ciudad salmantina, Un gozo para siempre, la carta que Arrabal lleva toda su vida escribiendo a la profesora que cuidó de que su infancia lo fuera a pesar de todo. A pesar de la guerra, la orfandad y el miedo, la monja que le mostró que los designios divinos siempre albergan en su seno la música de la confusión. Ciudad Rodrigo es, por lo tanto, el paraíso perdido en el que el escritor pasó lo mejor y lo peor de su vida. «Lo más difícil era dibujar el paraíso. Era el itinerario que ella construía en el patio con todos los niños en fila india. (...)» Y un consejo para todos: «La madre amaba a los pobres y a los perdedores: porque ella no tenía nada y nunca salió victoriosa». Puede que esta lucha en la derrota sea la que le dio a Fernando Arrabal la conciencia de que perder es una manera de victoria. Ahora gana una vez más y pone a la Comunidad en clave de FA.
La candidatura de Arrabal ha sido presentada por la Cátedra Miguel Delibes, que en su escrito de postulado ha alertado del «olvido injustificado e inexplicable que la cultura española ha dispensado a Fernando Arrabal durante las últimas décadas». Y es que a pesar de ser uno de los iconos de la cultura, Fernando Arrabal ha sido sistemáticamente obviado en los premios españoles y a pesar de ser uno de los antecesor de la literatura europea —privilegió el surrealismo, el dadá, el movimiento pánico y la filosofía patafísica— no ha conseguido aún el recibir el Cervantes. Puede que por esa razón en una de las entrevistas concedidas a DIARIO DE LEÓN se quejara de que en España le dan el Cervantes a Avellaneda.
Sus cartas a Stalin y a Franco le convierten en un pionero de la libertad, demostrando que, a pesar de la hemiplejia con la que se conjugó el siglo pasado, él sobrevoló sobre las corrientes ideológicas para pararse a reconocer el rostro herido por el dolor que acompañó a sus semejantes desde los años treinta. De hecho, defiende, como en el titular de la entrevista, que quien siembra la agitación recoge deslumbramientos y por eso su obra no deja de destilar relámpagos de clarividencia.
El Premio Castilla y León de las Letras tiene por objeto distinguir la obra de aquellas personas o entidades cuya creación literaria haya contribuido de manera importante al enriquecimiento y difusión del español en el mundo.
Y es que, a punto de cumplir 92 años, Fernando Arrabal el escritor español que más lejos ha llegado en cambiar la realidad a través de su creación literaria. Ninguno como él tiene la posibilidad de presumir de haber sido artífice de la perspectiva creativa que marcó el viraje de un siglo. Él lo hizo junto a un grupo de genios que ya no están pero cuya obra es materia de análisis por lo historiadores. La obra del escritor —novelista, poeta, dramaturgo, cineasta— siguen explicando un mundo que ha vuelto a mostrarse incomprensible o demasiado cierto. Él se ha puesto flores para mirarlo.