Ilusión y entrega de los novilleros en El Parque

La ilusión y la entrega de seis novilleros pudieron ayer con el ambiente de una fría tarde de febrero, extraña para dar toros en León. La cubierta de la plaza alivió los rigores del temporal, y los aspirantes exprimieron con el hambre de quien empieza la buena condición de los novillos, de Ramón Rodríguez Espioja y Antonio López Gibaja. El I Certamen de Escuelas Taurinas Ciudad de León dejó ver muy buenas maneras y prometedoras vocaciones. Ojalá se consoliden.

Como la de Julio Norte, hijo del torero de Astorga, que cerró el festejo muy en novillero, valiente y entregado hasta dejarse arrollar varias veces. Una faena en la que aprovechó el viaje noble del novillo sobre todo por el lado izquierdo, dejándole la muleta en la cara midiendo sus fuerzas. Especialmente ovacionados sus pases en redondo, el alumno de Salamanca mostró oficio y recursos. Falló reiteradamente con el acero, y eso le privó de un mayor triunfo.

Sí pasearon dos orejas cada uno Pedro de la Hermosa, de la escuela de Guadalajara; Javier Cuartero, de Alicante y Eduardo Ruiz de Velasco, de Palencia. La espada privó de su recompensa a Samuel Castrejón, de la Escuela José Cubero Yiyo; y a Eduardo Rodríguez, de la de Palencia. Todos ellos se lucieron en los quites, que no desaprovecharon. También alargaron las faenas exprimiendo la oportunidad.

Brillante fue la actuación de Cuartero ante un poderoso burraco, con el que anduvo firme y mandón, pudiendo la en inicio rebrincada embestida. No se descompuso y logró largas tantas midiendo y dando tiempo. Mató con solvencia.

Ruiz de Velasco se las vio con un novillo blandito, que rodó varias veces por los suelos. Le perdió pasos para aprovechar su noble embestida, y rentabilizó lo que le ofreció su oponente, al que se le dio una vuelta al ruedo.

Castrejón se fajó con un áspero novillo que lo prendió, y lo intentó por los dos pitones. Estuvo decidido con un novillo desentendido y que salía suelto, sin descomponer la figura. Tuvo que perseguirlo por el ruedo para intentar cuadrarlo, le costó deshacerse de él.

Como a Eduardo Rodríguez, que al igual que De la Hermosa recibió a su oponente a porta gayola. Rodríguez aguantó hincado de rodillas ante los chiqueros el parón inicial del novillo, que se dolió en banderillas y pronto se aculó en tablas. Con poca transmisión, soso, defendiéndose y huyendo, le persiguió el torero con insistencia. Muy pasado de faena, el toro se puso imposible a la hora de cuadrarlo. Le costó un mundo deshacerse de él.