Cerrar

Diez años sin Paco de Lucía, el «sabio»

La leyenda del genial guitarrista resiste indeleble al paso del tiempo

Paco de Lucía, en concierto en La Habana, en 2013, uno año antes de su muerte. ALEJANDRO ERNESTO

Publicado por
javier herrero
León

Creado:

Actualizado:

Diez años después de su inesperada muerte, la estima de Paco de Lucía como leyenda de la música resiste indeleble al paso del tiempo, mientras su entorno más íntimo abriga otro relato en el que «el Mozart español» brilla por igual por su altura moral como hombre, como amigo y como padre «sabio».

«Mi padre no quiso que ninguno de sus hijos aprendiésemos a tocar la guitarra, porque existía el riesgo o la tentación de que alguno se quisiera dedicar a eso y él siempre decía que viviríamos toda la vida comparados, que mejor buscáramos algo que nos gustara y que fuéramos los mejores en ello, pero no quiso que viviéramos bajo su sombra. Eso dice mucho de él», destaca Casilda Sánchez, una de los cinco hijos del artista.

Frente al retrato de las grandes estrellas demasiado pagadas de sí mismas incapaces de mirar al que tiene al lado, ella recuerda a su progenitor «como una persona con mucha empatía y capacidad de comunicar sus sentimientos, de ponerse en la cabeza y en la piel del que tenía enfrente y de dar un consejo que era El Consejo».

«Nosotros no lo vivimos nunca como una persona reservada. A él lo único que no le gustaba era ser el centro de atención, creo que precisamente porque desde tan pequeño lo fue. Él era alguien a quien le gustaba observar, reírse, llegar a una fiesta flamenca y no ser el que tenía que tocar», relata.

el flamenco antes que el ego

¿Qué habría pensado Paco de Lucía ante el torrente de homenajes que a lo largo de esta semana se han celebrado en su honor, de Madrid a Algeciras (Cádiz), y de allí a Nueva York? «Le hubiera dado una mezcla de vergüenza e ilusión de ver que el flamenco sigue vivo», responde su hija.

«Es que sus reivindicaciones nunca eran hacia sí mismo, porque él no se daba importancia. Primero, porque venía de una familia en la que todo se criticaba. Como decía mi abuelo: ‘Lo bueno se da por hecho’. Solo se hablaba de lo malo. Y, segundo, porque su gran competición en la vida no fue contra nadie más que contra sí mismo», revela.

Confirma, como lo han hecho otros testigos cercanos al autor de Entre dos aguas , que «siempre estaba buscando la manera de encontrar una nueva forma de expresarse, de ir más allá, de crecer y de conmover de una forma distinta». «Pero su gran reivindicación vital fue el flamenco, mucho más que sí mismo», insiste, y pone dos ejemplos.

Sánchez recuerda el famoso episodio del cartel que anunciaba un concierto durante la Expo’92 de Sevilla con los nombres de Julio Iglesias y Plácido Domingo en grandes letras y, más pequeñas, el de Paco de Lucía. «Se enfadó mucho. Vamos, dijo que no iba, pero porque le parecía una afrenta al flamenco», precisa.

En su obsesión por crecer como artista, rememora también lo duro que fue su desembarco entre grandes músicos del jazz en festivales como el de Montreux.

«En las primeras giras con Larry Coryell y con John McLaughlin se volvía loco porque no sabía improvisar a su manera. Llegaba después del concierto con la espalda rota y la cabeza le dolía porque no entendía ese idioma, hasta que un día se sentó con ellos y les dijo: ‘A ver, explícame cómo se hace esto’. Le dieron dos o tres pautas y a partir de ahí pudo hacerlo con naturalidad», cuenta.

grandes aliados y la traición

Precisamente con Chick Corea vivió una de sus alianzas creativas más productivas, pero, según su hija, «probablemente nadie» ejerció para él de «estímulo» como Camarón de la Isla.

«Es que se alinearon los planetas: dos personas con tanta fuerza creativa al mismo tiempo y que además hablen el mismo idioma, porque es que ellos, más allá de de ser dos monstruos cada uno por su lado, eran dos ríos de un caudal desbocado que se entendían en esa frecuencia de la música», señala.

En su confianza en las personas, uno de los episodios más tristes para él fue descubrir que su productor José Torregrosa había aprovechado su incapacidad para transcribir sus melodías en partituras para inscribirse a sí mismo en los registros como coautor de 37 canciones y cobrar durante años el fruto de esos derechos.

Observador

«A él lo único que no le gustaba era ser el centro de atención», aseguran sus hijos