El trascoro de la Catedral dejará de ser una obra maestra ‘oculta’
El Ministerio de Cultura saca a licitación la restauración del 'arco de triunfo' por 494.940 euros
Editorial: Un salvavidas para la Catedral
Los análisis son demoledores. De ahí que el Instituto del Patrimonio Cultural Español (IPCE) haya tardado cinco años en decidirse a intervenir en el trascoro, desde que en 2019 lo sometió a una exhaustiva ‘sesión de fotos’.
El Ministerio de Cultura pretende que esta obra cumbre del Renacimiento, diseñada por Esteban Jordá y en la que intervinieron entre otros maestros Juan de Juni, recupere todo su esplendor. El presupuesto de la restauración es de 494.940 euros, con un plazo de ejecución de nueve meses. El plazo de presentación de ofertas se cierra el 8 de abril.
Se trata de una auténtica obra maestra ‘camuflada’ en la Pulchra. El polvo de siglos la ha dejado invisibilizada. El blanco alabastro ha perdido el lustre y los dorados policromados se han esfumado.
El informe del IPCE deja claro que en buena medida los daños que sufre este arco de triunfo fueron provocados por su traumático traslado en el año 1746 desde el presbiterio y su nuevo montaje en la nave mayor, donde ha permanecido hasta la fecha. Fue así como el conjunto pasó de ser antecoro a trascoro.
La ‘mudanza’ no debió ser una misión fácil, ya que con anterioridad el Cabildo había realizado dos intentos fallidos —en 1560, apenas 26 años después de su construcción, y nuevamente en 1584— para cambiar su emplazamiento.
La reinstalación del trascoro dejó «uniones mal encajadas, numerosas roturas y pérdidas matéricas», según el informe firmado por Susana Alcalde Amieva, subdirectora general del IPCE. Hay otros puntos críticos, como fracturas en la base en la que encaja la cruz, de 2,4 metros de alto, tallada por Bautista Vázquez en 1575.
El incendio que asoló la Catedral leonesa el 29 de mayo de 1966 también dejó huella. «Aunque no se puede valorar qué impacto pudo haber tenido en el trascoro, a buen seguro lo hizo, por lo que quizá también habría sido objeto de alguna intervención coincidiendo con las obras que se acometieron en la Catedral para reparar los daños», dice textualmente el contenido técnico del proyecto.
Una joya cableada
Sí están probados, en cambio, los efectos de otras restauraciones, en algunos casos torpes y en otros dañinas, llevadas a cabo a lo largo del siglo pasado, como retoques de color, la aplicación de goma laca cruda y una resina acrílica y zonas reintegradas. Pero hay más ‘tropelías’, como un sistema de cableado eléctrico fijado al trascoro, que fue retirado durante la fase de investigación por el equipo de mantenimiento de la propia Catedral.
Las tallas de madera padecen numerosas grietas, fracturas y mutilaciones, por ejemplo, en los dedos de la mano derecha de san Isidoro, así como en el brazo y parte de la vestimenta de la sibila situada a la izquierda. Las grandes figuras de san Pedro y san Isidoro muestran numerosas hendiduras. En cuanto a la policromía, hay incontables craqueladuras y las faltas de estratos, así como desgastes y abrasiones. La lista de desperfectos es mucho más extensa y pormenorizada.
El proyecto deja claro que será una intervención por fases y que la empresa adjudicataria tendrá que llevar a cabo nuevos análisis previos; básicamente, un reportaje fotográfico con imágenes de alta calidad y de detalle. También se exigen análisis pétreos y pictóricos. Algunas imágenes serán desmontadas, como las sibilas de madera, el crucificado, los ángeles que acompañan a la Asunción y todas las esculturas que estén en posición inestable o con peligro de caída.
Hace un mes la Comisión Territorial de Patrimonio ya dio luz verde a esta delicada intervención, que permitirá ver la grandiosidad del trascoro. El proyecto también prevé una nueva iluminación led.
Este monumental ‘cofre’, que encierra en su interior el coro, no solo pasa desapercibido para los visitantes, más atentos a los destellos de las vidrieras, sino que apenas ha merecido la atención de los historiadores del Arte. La última gran intervención tuvo lugar en 1915, cuando se añadió la verja que lo cierra, fabricada por Félix Granda y diseñada por Manuel de Cárdenas, el gran arquitecto del ensanche de León.
En 2019 el IPCE llevó a cabo la geometría general de esta construcción monumental, la escaneó de arriba abajo con láser y realizó imágenes en 3D que mostraron una panorámica inédita del trascoro, unas fotografías que, como quedó demostrado en la catedral de Notre Dame, son una herramienta crucial para la reconstrucción de cualquier monumento en caso de una catástrofe, como el incendio que asoló el templo parisino.
El trascoro rompe la unidad espacial del templo gótico leonés y ‘tapa’ prácticamente la nave central. Documentos preservados en la Catedral, como contratos con los artistas, permiten verificar la cronología del trascoro. Reubicado en el siglo XVIII en el corazón del edificio, aunque resta visibilidad al templo, es una auténtica maravilla del Renacimiento, gracias al talento y la delicadeza de los maestros que lo ejecutaron.
Muchos talentos
Durante años los historiadores debatieron sobre la participación de Juni en el trascoro. Su prematura muerte le impidió cumplir el encargo de la Natividad de Nuestra Señora y las figuras de san Pedro, san Isidoro y san Froilán. Sin embargo, la participación de Juan de Juni en este conjunto escultórico parece ya fuera de toda duda. Los expertos consideran que a él pueden atribuirse los profetas y tres sibilas. El obispo Pedro Manuel encarga el proyecto en 1529 a Juan de Badajoz el joven. También los escultores franceses Angers y Doncel, que ya habían colaborado en San Marcos, participan en el programa iconográfico, así como en los paneles ornamentales.
La estructura queda concluida en 1585 con la policromía llevada a cabo por Bartolomé de Carrancejas. Ahora esta exquisita joya de la Catedral ha perdido todas las tonalidades. «Es una genialidad». Así define el trascoro Máximo Gómez Rascón, responsable del los museos Catedralicio y Diocesano, que hace dos años dedicó un libro al imponente ‘arco de triunfo’.
Pese a que el trascoro se ejecuta en dos etapas (entre 1529- 1554 y 1580-1585), Rascón subraya la «uniformidad estética» de un arco cuyos relieves y tallas suponen «una auténtica lección de literatura bíblica real», dice. Rascón considera que apenas se habían examinado hasta ahora las escenas del Antiguo Testamento, algo que viene a subsanar su libro, que también pone en contexto una obra que concluye bajo los auspicios del concilio de Trento. Y es que el hecho de que el proceso de construcción del trascoro se prolongara durante casi seis décadas propició que en su piedra y alabastro quedara grabado en perfecta sintonía el debate dialéctico que sacudió los cimientos de la Iglesia católica.
En el célebre Catálogo Monumental de León , de Manuel Gómez Moreno, el historiador destaca su brillante barroquismo «lleno de carteles, frutas, niños, figurillas paganas desnudas, mujeres con palmas recostadas en las enjutas, profetas, el árbol de Jesé y, en los frisos, multitud de figurillas desarrollando escenas bíblicas.