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La última librería de Libreros

La Galatea de Salamanca cierra por desalojo el próximo 30 de marzo, después de casi tres décadas especializada en la compra y venta de libros antiguos

Begoña Ripoll, tras la ventana de su librería Galatea, a punto de cerrar. DAVID ARRANZ

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alba familiar
Salamanca

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Libreros fue la calle de los impresores. Cuna de librerías, de sabiduría, en la que Fray Luis de León preside imponente desde el Patio de Escuelas. Donde los comercios y los estudiantes se han reunido a lo largo de los años, desde que la imprenta llegó a Salamanca, en el siglo XV, y de la mano de Nebrija. En ella se asentaron los primeros talleres tipográficos, y la Universidad reinaba y sigue reinando entre fachadas que acogieron las primeras compras y ventas de apuntes de la ciudad.

Entre los vestigios de lo que un día fue, la librería anticuaria de La Galatea da homenaje al nombre de la calle. Al menos, hasta el próximo Sábado Santo, 30 de marzo, cuando su propietaria, Begoña Ripoll, cerrará las puertas del local tras haber recibido un aviso por desalojo al venderse el edificio donde está ubicada la librería.

Así lo anunció a principios del mes en el blog del negocio, en una entrada titulada La Pascua triste , siguiendo el nombre de la novela de Gonzalo Torrente Ballester. En ella, explicaba cómo recibió la carta de desalojo «donde se me comunicaba oficialmente que el precioso edificio donde está mi Galatea ha sido vendido y que, todo muy legal, por supuesto, debía desocuparlo en apenas dos meses».

Una noticia que obligaba a retirar «de golpe» unos fondos compuestos por miles de libros, tanto antiguos como modernos, así como discos de vinilo, carteles, grabados o hasta cromos. «La vida es solo lo que pasa mientras una librera anticuaria vive feliz rodeada de libros. Hace apenas un mes estaba comprando una nueva biblioteca y metiendo cajas en la calle Libreros», escribía la propietaria, ante la incertidumbre de qué vendrá después.

El texto invitaba a una despedida cálida, después de 28 años ejerciendo la profesión, la mitad de ellos entre los muros de Libreros. Una oferta que ha sido acogida por salmantinos y visitantes, según explicó Begoña Ripoll a Ical, reconociendo estar «muy contenta» al ver que «la gente está respondiendo fantásticamente», con un cariño que le han llegado desde lugares como Madrid, Gerona o Alicante, de parte de clientes habituales que decidieron despedirse del espacio que ocupa la librería.

Un adiós que también está calando en las redes sociales, donde a través del hashtag ‘#UnaFotoEnLaGalatea’ clientes antiguos, nuevos, amigos, vecinos o curiosos pueden despedirse con una instantánea del local que cerrará sus puertas la próxima semana. Un lugar donde reposan libros incunables del siglo XV, olor a lignina, tesoros del siglo XX como un ejemplar de Polifemo y Galatea, firmado por su antiguo dueño, Luis Cernuda, u otro de la primera edición de Vientos del Pueblo de Miguel Hernández, que tan solo tardó tres horas en venderse. El cierre de La Galatea supone el adiós de las librerías en la calle Libreros. La desaparición del último rincón que homenajeaba el nombre de lo que en su día fue. No es la primera vez que Libreros se queda sin los negocios que dieron su nombre. «Ni será la última», sentencia el director de Ediciones Universidad de Salamanca, Jacobo Sanz Hermida.