Muere Richard Serra, el maestro de las grandes esculturas de acero
El artista norteamericano ganó el Príncipe de Asturias en 2010
Richard Serra, el escultor californiano cuyas enormes esculturas de acero oxidado encontraron un hogar permanente entre los muros del Guggenheim de Bilbao, falleció este martes a los 85 años de edad. Una pulmonía se lo llevó para siempre en su casa de Long Island, según confirmó su abogado, John Silverman, al diario The New York Times .
El artista nació en San Francisco en 1939. Se crio viendo a su padre, de origen mallorquín, trabajar en los astilleros de San Francisco, mientras su madre, de nacionalidad rusa, le alentaba a pintar con una libreta que siempre llevaba bajo el brazo para sus bocetos. Le presentaba como «Richard el artista», alimentando desde pequeño el ego de quien se sabía un creador sin tener del todo claro hacia dónde se dirigía su genio. Fue cuando se encontró cara a cara con la obra de Velázquez cuando decidió que nunca podría superarle y decidió cambiar la pintura por la escultura. «Entendí que nunca podría acercarme a eso. Cézanne no me había detenido, ni Kooning o Pollock, pero Velázquez parecía algo mucho más grande».
Serra se había embarcado en un viaje a Europa con el célebre compositor Philip Glass gracias a una beca de la Universidad de Yale que le proporcionó la inspiración que buscaba. No sería la última vez que España definiese su carrera. Tras un período inicial que él mismo consideró «de confusión total», entendió la relación entre el objeto y el sujeto de una forma única. «¡El contenido eres tú!», exclamó en su particular eureka. A partir de ahí, «si no caminas en la obra y te involucras con ella, no hay contenido».
Así surgió la escala masiva de obras escultóricas con las que interactuaba el público y que encontraron su medida en el museo que entonces construía Frank Gehry en Bilbao: De matter of time , un conjunto escultórico de siete obras en sinuosas hojas de acero que creaban una trayectoria curva y que vinieron a definir su carrera. Le costó una rencilla permanente con el insigne arquitecto, al interferir en sus planes para la sala de la que se apropió con él cree consentimiento de Thomas Krens, el presidente del Guggenheim que apostó por Bilbao.
La obra de acero macizo instalada en el museo encapsula la visión vanguardista de Serra y su capacidad para desafiar las convenciones de la escultura tradicional. Si el Guggenheim sirvió como símbolo del renacimiento cultural de Bilbao, la presencia de Serra en ese contexto también elevó su estatus como artista y contribuyó al reconocimiento internacional de su arte.
Otras obras suyas en España son Rolled, Encased, Sawed , en Barcelona; El Muro , Pasolini , Crosby o Pentágono en el sentido contrario a las agujas del reloj , también en la capital catalana, y Five plates counter clockwise , en San Sebastián. El artista californiano formó parte de la escena underground neoyorquina donde trabajó con materiales poco convencionales desde los años 60, desde el látex o el neón hasta llegar a las hojas de acero que utilizó para dar perspectiva a su obra.
Algunas de sus esculturas urbanas fueron muy polémicas, como la que instaló en la federal plaza de Manhattan de 36.5 metros, que llegó a incomodar tanto que en 1985 un jurado votó por eliminarla. En Madrid, el Museo Reina Sofía llegó a perder una de sus esculturas por una concatenación de errores burocráticos, pero en diciembre de 2008 el artista le envió gratuitamente un duplicado que ha quedado expuesto al público en la colección permanente.
Por su tamaño, su volumen, y la resiliencia de los materiales oxidados que se prestaban para resistir las inclemencias del tiempo, su obra saltó de los museos a la calle, decidido a incitar al espectador a interactuar con ella. Ciudades de medio mundo se disputaban albergar alguna de sus esculturas públicas, pero el artista que rompió moldes y provocó dentro y fuera del mundo del arte ya no podrá visualizarlas más allá de su creación. Entre otros galardones, en España se le concedió la Orden de las Artes y las Letras y fue Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 2010. Le sobrevive su segunda mujer, la artista alemana Clara Weyergraf y autora del libro La destrucción del arco inclinado .