Diario de León

Ramón Fontseré, actor y director de Els Joglars: «La corona me sienta estupendamente»

Ramón Fontseré, actor y director de Els Joglars, en su papel del rey emérito. ELS JOGLARS

León

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Ramón Fontseré se pone la corona y sale hoy al escenario del Auditorio Ciudad de León transformado en Juan Carlos I en ‘El rey que fue’. Una tragicomedia shakespeariana sobre los vicios y desmanes del emérito, pero también una aproximación al hombre y a sus cambios emocionales. «Fue un pícaro, un frívolo, pero también un hombre muy solo», afirma el director de Els Joglars.

—¿Cómo le sienta la corona?

—Muy bien, estupendamente. Hemos estado con gran éxito en Madrid, antes hicimos una gira fantástica y seguimos de gira. El espectáculo cae muy bien. Es netamente Els Joglars.

—Els Joglars ha criticado a ‘intocables’ como la Iglesia o Pujol, y ahora al rey emérito. ¿Les han amenazado en algún momento?

—No, de momento, no. Hemos hecho un espectáculo sin autocensurarnos, con absoluta libertad, hablando de los temas calientes de todos conocidos del rey, pero, también, teniendo en cuenta que debajo de la corona hay una condición humana. Creo que esta mezcla de tragicomedia shakespeariana está muy bien. Es un retrato muy justo. Un espectáculo limpio, simple y de una gran calidad artística.

—¿Han vetado la obra en algún lugar?

—No más de lo que lo hacen habitualmente. Unos te dicen que no encajas en su programación y otros ya te dicen abiertamente que no. En los espectáculos es normal. En Aristófanes ya pasaba lo mismo que ahora, con el tema del lenguaje inclusivo, de las universidades americanas... había programadores que decían lo mismo. Las puertas que se cierran en unos sitios se abren en otros.

—Les ha dado una clase a alumnos de Ponferrada, ¿qué les ha enseñado?

—Era una charla con alumnos de Bachillerato Artístico y venían a ver el espectáculo. Me ha gustado mucho. Da cierta esperanza y es emotivo que vengan unos jóvenes y se interesen por lo que hacemos los ya talluditos. Les hemos contado cómo es la compañía desde sus inicios y nos han hecho preguntas. Les hemos enseñado la escenografía...

—¿Cómo ha sido volver a colaborar con Albert Boadella?

—Es algo que no pensaba que fuera a ocurrir, porque Albert está en sus temas líricos. Pero esto del rey era algo que nos rondaba por la cabeza hace tiempo. Se lo comenté a Albert y me dijo que tenía algo de tragedia shakespeariana, de contraste, por su vida y por las situaciones que él ha provocado. Me dijo que se veía capaz y nos pusimos manos a la obra. Trabajamos cuatro meses y, a partir de improvisaciones de un minuto, se fue construyendo el texto y se inventó una escenografía; tal como trabajamos siempre, con nuestro sistema artesanal, de concentración y de ensayo. Y aquí está El rey que fue.

—¿Conoce al rey emérito personalmente?

—Albert, sí; ha hablado mucho con él. Yo lo conozco porque vino a ver la obra Dalí cuando estábamos en el María Guerrero y fue muy simpático y campechano. Nos hicimos unas fotos con él. Albert lo conoce mucho, pero se debe a su público.

—¿Qué opinión tiene de Juan Carlos I?

—Fue un pícaro en su juventud en las academias y un frívolo en su condición de rey de la impunidad. Pero también fue un hombre muy solo, que no tuvo una vida de cuento de hadas. Vivió en el exilio, a los diez años tiene de tutor a un dictador, mata por accidente a su hermano, luego la línea sucesoria pasa por encima de su padre, vivió el 23-F; bueno, estaba allí.... Y todo el asunto de las señoras, el dinero, la abdicación, el exilio y la soledad. Al entrar más adentro en el personaje y leer mucho sobre él, creo que el peso de la dinastía es muy duro, son gente que no tienen escapatoria, están condenados desde que nacen. Luis XIV de Francia fue coronado a los 5 años. Hay atenuantes en ser rey. Nació en Roma, su padre no tenía dinero. Cuando las cosas iban bien entre Franco y su padre, a España; cuando iban mal, a Estoril. Era como una pelota de ping pong. Su vida ha sido entre un cachondeo y una tragedia.

—¿Cómo cree que pasará este monarca a la historia?

—Como el hombre que trajo la democracia a España, a pesar de todo. Él fue una figura esencial en ese tema, igual que Torcuato, Suárez e, incluso, Carrillo, que aceptó la monarquía. La concordia era posible porque estábamos hartos de tanta dictadura.

—¿Cree que tenemos monarquía para rato?

—No tengo ni idea. Me gusta mucho cómo lo hace Felipe VI, es un hombre que intenta demostrar que este es un país normal. No sé cuánto tiempo ni cuántas hectáreas tendrá también bajo su corona...

—¿Qué es lo más difícil a la hora de interpretar a un personaje que es tan conocido?

—Hemos intentado que el público se acerque a la vida íntima de este hombre. Quizá sus cambios emocionales, de ser dicharachero y alegre a pasar al cabreo, al enfado y a la ira. Eso ha sido lo más difícil, encontrar el tono. Lo demás, los impulsos gestuales, en esta casa estamos acostumbrados a hacer este tipo de personajes.

—¿El peor enemigo del rey Juan Carlos es él mismo?

—Podría ser. Y también porque él se consideraba impune a todo; pero desde que se le quitó la impunidad, las cosas han cambiado. Él es, quizá, el último rey antiguo de Europa, en el sentido de rey absoluto, como Felipe V o Carlos IV. Su hijo es otra cosa.

—¿Cuál es su personaje favorito de la Casa Real?

—No tengo ninguno. Pienso que Felipe VI lo está haciendo muy bien y me gusta mucho, tanto estética como éticamente.

—Els Joglars siempre llena, ¿pero cómo está el panorama teatral?

—En Madrid hay mucha marcha, mucho dinamismo. Constantemente abren nuevas salas y hay nuevas producciones. El teatro siempre ha aguantado todo, el cine, la televisión, internet... El directo tiene un pedigrí muy potente.

—¿Ya están planificando el próximo espectáculo?

—No, porque estamos con la gira casi reciente. En verano pensaremos qué tocamos y haremos una tormenta de ideas.

—¿Siempre deciden todo en petit comité?

—Primero en petit comité. Luego, nos encerramos en la Cúpula de Pruit (en la comarca de Osona) y marcamos un calendario de ensayos. Y también es importante el dinero, saber si aguantaremos cuatro meses sin hacer nada.

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