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San Isidoro sale de la Edad Media

Un museo a la altura de sus joyas. San Isidoro reabre hoy sus puertas para exhibir, como nunca hasta ahora, uno de los tesoros más relevantes de Europa. Un recorrido por estancias y piezas inéditas.

​Editorial: Más razones para apostar por San Isidoro

El Pendón de Baeza se exhibe en una gigantesca vitrina de cuatro metros. A la derecha algunas joyas de orfebrería gótica. FERNANDO OTERO

León

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«Pocas piezas, pero todas magníficas». Así define Raquel Jaén, directora del Museo de San Isidoro, el tesoro de la colegiata, la mayor parte inédito para el público. Casi 500 piezas, de las que se exhiben, desde hoy, dos tercios.

Han sido necesarios cinco años de obras y tres millones de euros, 500.000 euros más de lo previsto —financiados por la Fundación Montemadrid (dos millones) y el Cabildo (un millón)— para sacar al museo de la Edad Media. En realidad, han pasado catorce años desde que la citada fundación se comprometió a transformar el museo leonés.

«Cuando Antonio Viñayo abrió este ‘museíto sencillo’ no se habría imaginado cómo podría quedar el único espacio de toda la manzana de la colegiata en el que no se había intervenido», explicó ayer el abad, Luis García Gutiérrez. Al pasar de 1.200 a 3.200 metros cuadrados, el visitante puede vislumbrar la importancia del conjunto monumental y artístico de San Isidoro.

El arquitecto madrileño Juan Pablo Rodríguez Frade ha tenido que lidiar con reformas que habían convertido el edificio románico en un lugar tenebroso, con una angosta e insalvable escalera de caracol que daba acceso a estancias como la librería y la Cámara de Doña Sancha y adaptar su proyecto a los hallazgos arqueológicos —como un horno de fundición de campanas medievales— que han quedo integrados en la impactante rehabilitación. En el último año el museo ha mostrado vacías las reformadas salas, mientras el catedrático Isidro Bango, uno de los mayores especialistas del país en románico, preparaba el discurso narrativo de una colección excepcional, que los reyes leoneses iniciaron en el siglo XII siguiendo un plan premeditado. Tiempo que ha permitido a la empresa Ypuntoending realizar la ‘escenografía’, de acuerdo con Rodríguez Frade.

Ahora el recorrido —sin barreras arquitectónicas y completamente accesible— termina donde empezaba antes, en el Panteón Real, la ‘Capilla Sixtina’ del románico. El museo, que abrió sus puertas a finales de los cincuenta, solo mostraba el mausoleo de los reyes, la Cámara del Tesoro o de Doña Sancha y la librería, que reúne más de 155 códices, 300 incunables y 1.050 libros raros.

Tesoros inéditos

Por primera vez el público se adentrará en espacios hasta ahora vedados, como la escalera renacentista que daba acceso a las dependencias monacales, el adarve de la muralla romana y las galerías del claustro procesional. Ahora, el museo está a la altura de uno de los tesoros medievales más relevantes de Europa.

La primera sala reúne piezas tan singulares como la arqueta de los marfiles y la de San Isidoro o el estuche de reno, único testimonio vikingo del siglo X en España. La Cámara de Doña Sancha solo alberga dos piezas, para no restar espectacularidad a las pinturas renancentistas arrancadas en los años sesenta y reintegradas en 2018. Se trata de dos obras de los célebres orfebres Juan de Arfe (una espectacular custodia) y Enrique de Arfe (una cruz procesional). En pasillos y antesalas se han colgado algunas de las mejores obras pictóricas de la colección. El cáliz de Doña Urraca, considerado por algunos el Santo Grial, reubicado en 2014 en una cámara blindada, se puede contemplar ahora en una nueva vitrina con una iluminación que permite apreciar los dos cuencos de ónix que la hija de Fernando I ordenó decorar con sus mejores joyas. A la entrada hay una pantalla interactiva para ver la copa desde todas las perspectivas. No es el único guiño tecnológico. En la antesala de la biblioteca renacentista hay otra pantalla interactiva que permite comparar las miniaturas de la Biblia visigótica (siglo X) con las de la románica (siglo XII).

Una de las estancias más impactantes es la de las telas, con una impresionante vitrina de cuatro metros en la que se muestra el histórico Pendón de Baeza (del año 1147), que mide 2,80 metros y es la bandera más antigua de España. El pendón hace más de doce años que no se exhibía. «Estaba colgado en una pared y de haber seguido así hoy ya no lo tendríamos», explicó el abad. En otra vitrina se muestra por primera vez el ajuar funerario de la infanta María, hija menor de Fernando III el Santo. Tres prendas: camisa, calzas y garnacha, que datan del año 1235. También hay un fragmento de la gualdrapa del caballo de Almanzor. Decenas de piezas raras y únicas.

estancias desconocidas

Ya en las que fueron dependencias monacales, el visitante se adentra en la cocina, el receptorio y la cilla (despensa). En esta última se han reubicado la campana Laurentina (año 1086), la más antigua de España, y el gallo original de la torre, del siglo VII y de origen persa. Aquí se han recolocado las tumbas de los abades —como el sepulcro del primer prior de la colegiata, Mendo (1156-1167). La cilla, utilizada durante décadas como trastero, fue la capilla de los Castañones y preserva un espectacular artesonado del siglo XVII. La antigua sala capitular, capilla funeraria de los Quiñones, tiene unas preciosas pinturas protogóticas en las que está representado el Juicio Final. En la estancia hay dos vírgenes románicas y dos antiguas tallas de Santa Ana. En la capilla de los Vaca se han ‘colgado’ las laudas reales que se salvaron de la francesada. El recorrido acaba en el Panteón Real. En esta estancia, donde se conserva el sepulcro del constructor de San Isidoro,Pedro Deustamben, destaca una pila bautismal del siglo X, una de las manifestaciones plásticas más antiguas de la colegiata.

Las limitaciones de espacio obligaban a establecer cupos de visitantes. El Cabildo espera que a partir de ahora el «museo despegue».

El Pendón de Baeza se exhibe en una gigantesca vitrina de cuatro metros. A la derecha algunas joyas de orfebrería gótica. FERNANDO OTERO

El Pendón de Baeza se exhibe en una gigantesca vitrina de cuatro metros. A la derecha algunas joyas de orfebrería gótica. FERNANDO OTERO

El Pendón de Baeza se exhibe en una gigantesca vitrina de cuatro metros. A la derecha algunas joyas de orfebrería gótica. FERNANDO OTERO

El Pendón de Baeza se exhibe en una gigantesca vitrina de cuatro metros. A la derecha algunas joyas de orfebrería gótica. FERNANDO OTERO