La danza, el arte visual con poca visibilidad
El 29 de abril fue el Día Internacional de la Danza, una expresión artística que a pesar de ser una de las más antiguas sobre la faz de la tierra, en todos sus géneros y particularidades, no posee, sin embargo en muchos países la proyección y el reconocimiento que merecen a pesar de las generaciones de bailarines que se ven obligados a emigrar a otros países de Europa central
La danza ha sido, hasta hace poco, una gran desconocida para el público, a pesar de haber sido el primer medio de comunicación, de expresión artística con carácter universal, por ello también celebramos cada año, el 29 de abril, su Día Internacional, con la esperanza en que las instituciones culturales y las administraciones públicas, educativas, nacionales, regionales o municipales aporten mayor dotación económica y de medios que merecen.
Fomentar su proyección —económica pero también visual, en esto los medios de comunicación también aportan— en una sociedad que sin embargo afirma amar la danza en todos sus géneros, desde el ballet clásico a la danza contemporánea, pasando por los bailes propios de cada tierra, como el flamenco, el más internacionalidad de los españoles.
Muchos bailarines coinciden en señalar que a pesar de la proliferación de tantos artistas nacionales con una intensa carrera internacional, destacan que la falta de comunicación, información y conocimiento lastran el mundo de la danza, algo que lleva a la gran mayoría, sobre todo hasta ahora, a abandonar sus países de origen e instalarse en otros, donde el ballet es más respetado y valorado social y artísticamente y ocupa un lugar principal entre las artes escénicas por encima, incluso de la ópera o el teatro.
A Europa, en especial, Inglaterra, Francia, Bélgica, o Rusia... han llegado siempre, y siguen llegando, artistas ya formados en sus países de origen, para después convertirse gracias a su talento, a su esfuerzo —y al reconocimiento de este arte— en primeras figuras de ballets nacionales o demás compañías internacionales existentes. Y para ejemplos, citemos unos pocos casos de todos los que podríamos citar.
Desde el gran bailarín Nacho Duato (Valencia,1957), que fue primer bailarín en ballets internacionales, director del Ballet del Teatro Mijáilovski de San Petersburgo y sus coreografías se han interpretado en las compañías de más prestigio.
Más recientemente, otras estrellas como la bailarina guipuzcoana, Lucía Lacarra (Zumaia, 1975) que debutó como profesional en el Ballet de Víctor Ullate con solo quince años —y donde fue compañera de otras grandes figuras como Tamara Rojo y Ángel Corella—, la misma compañía de la que fue su directora artística hasta su cierre en 2020
Bailarina principal de los Ballets de Marsella, San Francisco y la Ópera de Múnich, Lacarra ha cosechado los principales premios del mundo de la danza como el Nijinsky, el Benois de la Danse o el Premio Nacional de Danza y reconocimientos como ‘Bailarina de la Década’ en el Palacio del Kremlin. Fue bailarina principal del Ballet de la Ópera Estatal de Baviera desde 2002. Recibió el Premio Benois de la Danse, fue nombrada Bailarina de la Década en 2011, en San Petersburgo.
Unida a otro gran bailarín, el albanés Marlon Dino, ha formado pareja artística también junto al canadiense Matthew Golding, ha creado y producido los espectáculos como Fordlandia (2020) e In The Still Of The Night (2021).
El ballet fue una de las primeras artes escénicas, la primera forma tradicional de comunicarnos. No solo una forma de disfrutar, que también lo es. Para el coreógrafo y bailarín Mario Bermúdez (Jaén, 1987) que fundó su propia compañía Marcat Dance en su pueblo natal Vilches, afirma que «la creatividad surge de la inspiración de varias culturas y de la investigación del cuerpo en movimiento.
El artista jienense que bailó en el Batsheva Dance Company de Tel Aviv (2012-2016) reconoce que la danza en general a estas alturas del siglo XXI no se valora como debería todavía aquí cosa que si hace otros países, ni tampoco el trabajo de los artistas que se dedican a la danza. «Nos dejamos la piel todos los días y apuesto por esta profesión; estamos creando arte y no es mucho, decir, que debe ser valorado» y claro esto requiere inversión para poder desarrollarlo. Desde elegir un suelo adecuado o un lugar de ensayo diáfano suponen mucho dinero. La creación artística conlleva armar una empresa y todos los riesgos que eso significa», una trastienda que no se ve.
«Vivimos en la incertidumbre y a la defensiva, un poco como Juana de Arco. Tenemos que nutrir la senda del arte y las instituciones deberían contribuir a ello», apunta Bermúdez.
En eso también llega al baile flamenco; el Israel Galván (Sevilla, 1973), bailaor del Ballet Flamenco de Andalucía que afirma que «pocos tienen en cuenta el esfuerzo que conlleva dedicarse a una profesión que no todo el mundo comprende».
Género olvidado de las artes
La danza es un arte y medio de creación, que trasmite y comunica emociones, sentimientos y por eso Galván destaca que los españoles hemos desarrollado una carrera internacional con el flamenco: «Hemos abierto nuestra tradición y nuestro arte , el flamenco, al mundo», pero, sin embargo, se lamenta de que aunque también tiene espacio en las grandes ciudades españolas «hay rincones a los que no llegamos», razón por la que reclama «inversión para crear afición» porque una vez conocido y visto, este arte, engancha.
A pesar de que son muchos los artistas dedicados a esta disciplina, la danza quizás al igual que la música clásica, está olvidada en cualquiera de sus géneros: clásico, flamenco o español y contemporáneo, y «debería de ofrecer más ayudas institucionales, administrativas o iniciativas privadas para dar a conocer un lenguaje que se desconoce en todas sus variedades».
Llegar a lo más alto en la danza clásica requiere no solo talento y vocación, sino mucho esfuerzo y perseverancia desde la infancia, y en eso se vuelcan las escuelas de ballet para niños, las denominadas «babyballet», que proliferaron en Cuba, país con fuerte tradición por el ballet desde el impulso que le aportó la bailarina y maestra, Alicia Alonso.
Toda una infancia y adolescencia de mucho trabajo y trabajo porque el ballet clásico es una disciplina muy dura, que exige mucho al cuerpo, hasta «domarlo para la danza». Es algo que han vivido todos, y continúan entrenándolo mientras están en activo en la danza, grandes sacrificios que es común a todos y que se perpetúa hasta cuando son figuras de la talla de Natalia Osipova, primera Bailarina Royal Ballet y American Ballet; Liudmila Konovalova, primera Bailarina Ópera de Vien; Yolanda Correa, primera Bailarina Ópera de Berlín; Elisa Badenes, primera Solista Stuttgart Ballet o Alejandro Virelles, Primer Bailarín Ópera de Berlín... ‘¿Bailamos? 125 años de danza en España’
Y que mejor para homenajear al día mundial de la Danza que la exposición en el Palacio de Longoria de Madrid, sede de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) un completo recorrido por los últimos 125 años de la danza con más de 200 piezas entre pinturas, trajes, partituras o cartas de figuras como Pastora Imperio, entre otras.