‘Reflotar’ la ferrería original de Sabero
En busca de la siderúrgica del XIX. La Junta llevará a cabo una nueva excavación en la Ferrería de San Blas, para exhumar la que fue una siderúrgica pionera en España. El presupuesto se eleva a 392.982 euros. Los sondeos para reconstruir un proyecto que fue épico en el siglo XIX durarán siete meses.
La Ferrería de San Blas tiene detrás una historia épica. La Consejería de Cultura de la Junta de Castilla y León quiere ‘reflotar’ del subsuelo las pruebas. Acaba de sacar a licitación una intervención arqueológica, en un área de más de 3.900 metros cuadrados, para documentar un proyecto que fue pionero en el siglo XIX. Una actuación que durará siete meses, se ejecutará en siete fases y cuenta con un presupuesto de 392.982 euros, con cargo a fondos del Plan Territorial de Transición Justa de la Unión Europea.
La Ferrería de San Blas, cuyos hornos fueron los primeros de España en utilizar carbón de coque como combustible y maquinaria moderna, se construyeron en Sabero a mediados del siglo XIX. Los ingleses ya habían descubierto el alto potencial en carbón y mineral de hierro de la montaña oriental leonesa, pero fue la Sociedad Palentina Leonesa de Minas la que puso en marcha una industria siderúrgica única en el país.
Fue un proyecto colosal. La maquinaría había sido adquirida a la compañía The Glamorgan Iron & Coal, en la localidad galesa de Neath Abbey, cargada en el puerto de Bristol, desembarcada en Gijón y transportada en carros tirados por bueyes hasta Sabero.
Un magnate estrambótico
Entre los principales accionistas de la siderúrgica se encontraba Santiago Alonso Cordero, un personaje pintoresco que vestía siempre con trajes maragatos, que llegó a ser presidente de la Diputación de Madrid y murió de cólera. La dirección de los trabajos de construcción y puesta en marcha del complejo siderúrgico de San Blas recayó en 1846 en el ingeniero francés Philippe Paret, junto al que colaboraron también otros belgas e ingleses.
Montar la ferrería, en la que se fundían día y noche cientos de toneladas de mineral de hierro —con dos altos hornos y una docena de calderas de vapor— costó la friolera de diecisiete millones de reales.
Sin embargo, la siderúrgica tuvo una vida efímera y cesó su actividad en 1862, dos años después de la puesta en marcha del segundo horno, para producir una media de 7 toneladas de hierro al día. El cierre se produjo, entre otras causas, porque las medidas arancelarias del gobierno favorecieron la importación de hierro extranjero más barato, así como por la falta de un ferrocarril para trasladar la producción de la siderúrgica leonesa hasta Madrid y una ingente plantilla, que hicieron inviable económicamente el sueño de Santiago Alonso Cordero.
En 1890 la empresa es adquirida por la vasca Basterra e hijos, que dos años después pasa a denominarse Hulleras de Sabero, dedicada a la extracción de carbón hasta los años noventa del pasado siglo. Los nuevos propietarios mantuvieron algunos edificios, reconvertidos para nuevos usos, como la nave de forja y laminado. Los dos hornos altos y las construcciones auxiliares se desmantelaron, según algunas versiones, para que no pudieran competir con la incipiente industria siderúrgica de Vizcaya.
En 1991 la empresa Hulleras de Sabero cesó en su actividad, cediendo parte de las instalaciones al Ayuntamiento de Sabero y vendiendo el resto a particulares. Ese mismo año la nave de forja y laminado y los restos de los hornos altos fueron declarados Bien de Interés Cultural (BIC).
Las prospecciones
En los años 90, antes de crear el Museo de la Siderurgia y la Minería (MSM), la Junta llevó a cabo una extensa excavación en la nave de forja y en su lateral exterior oeste, que sacaron a la luz el suelo original de la fábrica y los pilares que sustentaban la maquinaria pesada.
Hace cuatro años, la Consejería de Cultura financió unas excavaciones parciales en el horno 2. En unas semanas, un equipo comandado por un arqueólogo volverá a picar el subsuelo, para encontrar vestigios de las estructuras de los altos hornos y espacios anejos que conectan con el resto de las edificaciones de la ferrería. «El objetivo ahora es analizar el conjunto extenso de este espacio, aplicando las técnicas de estudio histórico y arqueológico necesarias, que permitan el conocimiento máximo del complejo industrial, su articulación y distribución funcional en el tiempo», explica el pliego de prescripciones técnicas del concurso. Y añade que «este estudio previo podrá sentar las bases de futuros debates en estrategias de conservación, recuperación y difusión».
Para conseguir una visión del conjunto, la empresa adjudicataria deberá realizar una topografía y fotogrametría de los restos exhumados, así como una memoria final.