Crémer, el poeta leonés que quería traducir el mundo
Quince años después. La editorial Anverso publica Los nombres de las cosas sencillas, una antología que reúne 80 años de poesía de Víctoriano Crémer, cuando se cumplen quince de la muerte del poeta y periodista leonés.
«La poesía nos sirve para traducir el mundo. Un mundo real y verdadero en el que el poeta se siente arraigado», decía Victoriano Crémer. Falleció con 102 años y durante más de ocho décadas construyó una sólida obra poética que ahora aparece reunida en Los nombres de las cosas sencillas, con prólogo del catedrático y crítico literario del Diario de León José Enrique Martínez.
«Hizo de la palabra su razón de vida. Fue desde el principio mentor y ejemplo práctico del proceso de ‘rehumanización’ de la lírica de posguerra. Su poesía fue, siempre, un compromiso asumido con la realidad y con el hombre en su totalidad», defiende Martínez en el prólogo.
El título de la antología no es casual. Está sacado de un poema del propio Crémer. Aunque no es la primera antología dedicada al autor de El último jinete, permite rescatar a un escritor que, tras su muerte, había caído en el purgatorio del olvido. Como destaca Martínez, «el hecho de que sea una editorial granadina la que ha decidido recuperar la memoria de Crémer demuestra que no fue un poeta provinciano, sino de toda España». Lo cierto es que detrás de esta antología está el responsable de la colección de poesía de Anverso, el leonés Pablo Quintela, afincado en la capital andaluza.
Cuenta José Enrique Martínez que Quintela (León, 1993), también poeta, al leer la poesía de Crémer «se quedó impresionado», porque, en su obra —explica— «hay poemas verdaderamente grandes».
Recuerda Martínez que en 1952 se publicó la Antología consultada de la joven poesía española, en la que expertos como Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso o los leoneses Leopoldo Panero y Ricardo Gullón seleccionaron a nueve poetas representativos de esa nueva ‘hornada’. Crémer fue uno de los elegidos, junto a José Hierro, Carlos Bousoño o el también leonés Eugenio de Nora.
Una generación que fue eclipsada por los Novísimos y una generación, la del 70, más ‘exhibicionista’, que oscureció a buena parte de los autores de posguerra. Y, a pesar de que la poesía de Crémer fue evolucionando, muchos lectores y críticos le dejaron anclado en la poesía social que floreció en una de las etapas más oscuras de la historia de España.
1.500 páginas de poesía
Los nombres de las cosas sencillas reúne desde su primer poemario Tendiendo el vuelo, publicado en 1928, hasta El último jinete, que apareció unos meses antes de su fallecimiento. Un recorrido esencial por las más de 1.500 páginas de poesía que Crémer escribió a lo largo de su dilatada vida; 21 libros, entre los que destacan Tacto sonoro (1944), Caminos de mi sangre (1947), Nuevos cantos de vida y esperanza (1952), Los cercos (1976) o Última instancia (1984). Crémer también publicó varias novelas y sus artículos, primero en Proa y, más tarde, en Diario de León, radiografían casi un siglo de historia.
También puso en marcha, junto al sacerdote Antonio González de Lama la revista Espadaña, uno de los hitos literarios del país, un nido de libertad y pluralidad —al menos al principio—, donde la única discriminación era la que marcaba la calidad poética. En la revista leonesa publicaron Dámaso Alonso, César Vallejo o Luis Rosales y el reciente premio Cervantes Luis Mateo Díez.