Entrevista
Lola Herrera: «Hay que pagar peaje por las cosas que te importan»
Lola Herrera protagoniza Adictos, de la que ofrecerá dos funciones en León, hoy y mañana, en el Auditorio. Confiesa que ha renunciado a muchas cosas por ser actriz, se considera una mujer reivindicativa y progresista y dice que no tiene miedo a casi nada. La obra aborda la situación de una sociedad en la que si no eres adicto al sistema, la honestidad paga un precio muy alto. En el escenario, Herrera estará acompañada por Ana Labordeta y Lola Baldrich.
—¿Es adicta a algo?
—Al chocolate negro.
—¿Y al teatro?
—También. Tengo una adicción casi enfermiza.
—¿Trabajar en teatro es más duro que en la televisión o en el cine?
—Todo tiene sus complicaciones. El teatro es lo que más me gusta, porque es el directo. Siempre me ha apasionado y sigue apasionándome cada vez más. Ahora que casi todo es enlatado y en pantallas, el teatro sigue como cuando empecé: un grupo de gente escuchando un texto y unos actores interpretándolo.
—El texto de ‘Adictos’ lo ha escrito su hijo, Daniel Dicenta, ¿su papel lo pensó para usted?
—Tenía un trabajo que había hecho en 2012 para un corto que a mí me interesó mucho. En un momento determinado, cuando no encontraba un texto que me viniera bien para hacer, le recordé si tenía aquel texto. Lo encontró, lo leímos y le dije que me gustaría hacer algo sobre eso. Él y Juanma Gómez escribieron el texto. A mí me interesaba hablar en el mundo en el que vivimos, de lo peligroso que está el mundo. Se ha conseguido que estemos dos años haciendo esta obra y con una acogida estupenda. Hemos hecho dos temporadas en Madrid y Barcelona. Después de León estaremos en Canarias y acabamos en Granada. Hemos hecho un recorrido muy gratificante.
—¿Cuántas horas ha pasado con Mario?
—No las he contado, pero son muchísimas, incontables.
—¿Echa de menos a Mario?
—No. Tengo un buen recuerdo maravilloso de todo lo sucedido a través de esa historia de Delibes. He hecho ese texto desde todos los lados, lo he disfrutado mucho y he hecho que los demás lo disfrutasen. Gracias a Delibes, pero tocaba hacer otras cosas.
—¿Es más difícil ser actriz ahora?
—Ahora la profesión se ha hecho muy grande. Hay mucha gente que quiere y no le ponen impedimentos en su casa para dedicarse al teatro o al cine. Habrá mucha gente con mucho talento que se quede en el camino. Yo creo que la profesión ahora es muchísimo más complicada ahora que cuando yo empecé.
—Siempre a dicho que no se iba a retirar, ¿lo mantiene?
—Sí. Ya me retirará la vida, no te preocupes.
—¿A cuántas cosas ha renunciado por ser actriz?
—Ser actriz y hacer teatro permanentemente, como me ha ocurrido a mí, que no he dejado en ningún momento de hacer teatro, exige mucho. Renuncias a no vivir muchas cosas de familia, de amigos... El teatro tiene un horario y, de pronto, hay un evento en el que deberías estar pero no puedes estar. Me he perdido muchas cosas, pero también he disfrutado de otras muchas. Todo no se puede tener en la vida. Hay que pagar peaje por las cosas que te importan. Yo, indudablemente, lo he pagado y lo sigo pagando, pero me parece que es el trabajo más maravilloso del mundo. Para mí tiene un valor muy grande, para mi vida, para el día a día, para mi cabeza, para mi imaginación... Es una forma de vida.
—¿Se considera una mujer reivindicativa?
—Sí. Creo que lo soy. Yo protesto por casi todo. Reivindico sobre lo que me suena que es injusto. Soy protestona, reivindicativa y progresista. Mis padres lo eran y desde muy pequeñita condujeron mi vida de una manera que no he tenido que ir a ninguna escuela para aprenderlo; lo he aprendido en mi casa.
—¿Cuándo se pierde el miedo?
—Los miedos existen, pero con los años van mutando. De los miedos de niña y de joven a los que pueda tener ahora son muy distintos. Ahora no tengo miedo casi a nada. Tengo miedo a la pérdida de los seres que quiero, pero eso no es miedo exactamente, es una especie de dolor que, cuando pienso en ello, me duele el alma; una mezcla de dolor y miedo que no quisiera vivir.
—La obra ‘Adictos’ habla de la incomunicación y la soledad por el uso de la tecnología, ¿también le ocurre?
—No abuso de la tecnología, porque para mí ha llegado muy tarde. Uso lo que puedo de ella, pero tampoco me interesa demasiado, lo que pasa es que vivo en una sociedad en la que es imprescindible tener un teléfono, una tablet y un ordenador, pero los uso lo mínimo. No soy adicta.
—¿Qué siente interpretando a una científica en ‘Adictos’?
—He tratado de meterme en el mundo de esta mujer, para poder entenderlo y poder trasladarlo al público. Es un personaje con una responsabilidad enorme y tarda en descubrir toda la responsabilidad que tiene. Va pensando que está en el camino correcto, pero no sabe que el enemigo anda cerca y que le puede hacer una jugada.
—¿Acaba amando a los personajes que interpreta?
—Los personajes tienes que amarlos, entenderlos, desentrañarlos, pasar por ellos, traspasarlos y ser ellos. Tienes que hacerlos tuyos. Eso es un trabajo a veces muy duro y a veces muy gratificante. En todos he puesto algo de mí misma y todos me han dejado algo de ellos. Pero cuando termino un personaje, me meto con el siguiente. Soy un poco ingrata, el personaje es tuyo mientras lo haces, pero luego hay que desprenderse.
—¿Cree que vamos al futuro que dibuja ‘Adictos’?
—Con ver un telediario es suficiente. Estamos en un mundo complicadísimo y no se ve la luz claramente por ningún sitio. Tenemos un genocidio, guerras... Esas dos guerras son las más visibles pero hay muchas más. La paz no existe. Vivimos en un siglo tan avanzado que algo habría que haber aprendido, pero es como si todo volviera a empezar. Es un panorama bastante penoso para el propio ser humano.