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«El Instituto dejó en la ciudad un poso irrenunciable»

Pedro Víctor Fernández presenta ‘El Instituto de Segunda Enseñanza de León’

El escritor leonés Pedro Víctor Fernández. SACRA S.

León

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Lugar: Sala Región del Instituto Leonés de Cultura. Calle Santa Nonia, 3.

Hora: 20.00.

Entrada: libre (hasta completar el aforo).

Pedro Víctor Fernández presenta, a las 20.00 horas, en la Sala Región del Instituto Leonés de Cultura (ILC), su libro El Instituto de Segunda Enseñanza de León, acompañado por Eduardo R. Gordón, exalumno y exdirector del IES Padre Isla, y José Antonio Martínez Reñones, editor de Lobo Sapiens. El libro aborda la creación del Instituto en 1846, para «educar a los hijos de las élites en valores propios del Estado Liberal, a través de un cuerpo de catedráticos erudito y entregado a su labor». El Instituto tuvo cinco sedes en dos siglos.

—¿Qué es lo menos conocido en la historia del Instituto?

—Con una historia de casi 180 años, hay múltiples lagunas documentales, relacionadas con la matrícula, la gestión escolar, el ambiente en las aulas y la sala de profesores, así como las distintas opiniones e ideologías dominantes en el claustro. En todo caso, se conformó una comunidad escolar que nunca se fracturó o interrumpió, pese a los avatares políticos. Ese talante dejó un poso irrenunciable en la ciudad. Aquel Instituto fue capaz de construir una trayectoria global y compacta, marcando la identidad de lo que ha sido el bachillerato en León.

—¿Cuáles son los personajes más relevantes que aparecen en el libro?

—Dos colectivos han tenido relevancia en su historia: los profesores y los alumnos. En el siglo XIX pasaron 72 catedráticos por aquel vetusto edificio, hombres eruditos y con marcada vocación. Enseñaron conocimientos y valores a los hijos de las élites rectoras de la ciudad y la provincia. En el siglo XX comenzó la presencia de la mujer en las aulas, creciendo de una forma vertiginosa, hasta que en 1938 se impuso la separación por sexos. Todos fueron relevantes. En León han impartido docencia discípulos directos de Ortega y Gasset y López Aranguren. E impartió Latín la primera catedrática por oposición de España. Ese magma ha hecho cuerpo en generaciones magníficamente formadas.

—¿Cómo fueron los inicios del Instituto?

—Precarios. Difíciles. El Instituto fue una creación genuina del Estado Liberal, pero faltó financiación y un edificio propio, que no se conseguiría hasta 1918. El sostenimiento económico corrió en su mayor parte a cargo de la Diputación Provincial de León, que tuvo que afrontar los gastos de mantenimiento, además de las nóminas de sus catedráticos y personal subalterno. El aspecto que mejor funcionó fue la docencia, el ambiente del aula, pese a la precariedad de medios.

—¿Cuántos alumnos llegó a tener en los inicios?

—No pasó de un centenar cuando abrió sus puertas en 1846, aunque a final de aquel curso llegó a 105 alumnos. Quince cursos después tenía 143 matriculados. La competencia de la enseñanza religiosa era feroz por aquellas décadas. En el curso 1867-1868 se llegó a 197 alumnos. En 1926-1927 pasó de un millar de alumnos, de los cuales una cuarta parte eran mujeres. Las cifras —con altibajos— fueron creciendo hasta la segunda mitad de los años sesenta, en lo que podríamos denominar la escolarización de masas, con varios miles entre alumnos oficiales (en diurno y nocturno) y libres. Hoy el IES Padre Isla tiene en torno al millar.

—¿Cuál fue el mejor plan educativo?

—Si tenemos en cuenta su duración, el de Claudio Moyano, que perduró —aunque mutilado— hasta 1970. Ha habido a lo largo de casi dos siglos muchos planes, todos con un elemento en común: modificar parte del anterior y ofrecer elementos nuevos, siempre relacionados con el período político del momento. No es nuevo esto de que cada gobierno de turno cambio los planes de educación, aunque desde la Logse para acá se ha abusado con tanto viraje.

—Que la gimnasia se incluyera como asignatura fue muy avanzado, ¿no?

—Sí lo fue. Sucedió a finales del siglo XIX y su contenido teórico, hasta ese momento, formaba parte del temario de Historia Natural. Luego surgió el debate de qué ejercicios eran los más adecuados para la edad escolar. Pedro Castellanos Tauler fue el verdadero impulsor de esta asignatura en León, un profesor con ideas propias que permaneció en tareas docentes hasta su fallecimiento, en 1920.

—La casa de Don Valentín acogió una suerte de Residencia de Estudiantes, ¿vinculada al Instituto?

—Sí, aunque de muy corta duración. Llegó a tener un reglamento interno y un régimen alimenticio sano para la época. Se implantó en los años de la II República, al calor de una renovación pedagógica impulsado por el ministro Fernando de los Ríos. Los vaivenes políticos ahogaron su trayectoria. Y no digamos nada la Guerra Civil...