El luthier que hará una gaita del árbol del mago Merlín
Pablo Morales viajó a un bosque de Bretaña para recoger la madera de un haya milenaria del viejo hechicero con la que construirá instrumentos medievales
Broceliande. Basta con nombrar este fantástico bosque de la Bretaña francesa para viajar con la memoria a un lugar mágico donde habitaron el mago Merlín, el rey Arturo y sus caballeros de la Mesa Redonda, la hechicera Morgana o la Dama del Lago que custodiaba la mítica espada Excalibur ...
La mayor parte del bosque está abierto al público, pero una pequeña extensión permanece en manos privadas. Justo en esa parcela el pasado mes de noviembre un rayó fulminó uno de esos árboles ancestrales. No uno cualquiera. Según cuenta la leyenda, bajo sus ramas el príncipe gallego Ponthus pidió ayuda al mago Merlín para poder casarse con Sidoine, la hija del rey de Bretaña, quien le prometió su mano si derrotaba en combate a 50 caballeros, como así fue. La noticia del árbol caído de Broceliande llegó a oídos de Carlos Núñez, nuestro gaitero más internacional —que actuará el 6 de agosto en el monasterio de Sandoval y el 10 en el de Carracedo—. Núñez, a su vez, le contó la historia a uno de sus más estrechos colaboradores, el luthier aragonés Pablo Morales, de cuyo taller artesanal en Caspe han salido algunos de los instrumentos que el gaitero gallego ha utilizado en sus giras y en varios videoclips de sus canciones. Pablo, de 38 años, tiene sobre todo mano de santo para reproducir instrumentos medievales, y ha reconstruido buena parte de los que tocan los ancianos del Pórtico de la Gloria, entre ellos un arpa románica, fídulas (una especie de violín), laúdes y el organistrum, al que el maestro Mateo le concedió la posición central de su arco.
El luthier recuerda que Carlos Núñez, con el que también toca en sus giras, le llamó un día para contarle que un rayo había derribado el famoso árbol de Merlín y Ponthus y, que dadas las circunstancias, cabía la posibilidad de conseguir parte de su madera para construir algún instrumento.
«Carlos es un motivador nato y yo soy muy soñador, y su idea me encantó. Lo primero que hicimos fue pedir permiso al dueño del bosque, que nos lo concedió. Así que aprovechando mi luna de miel, el pasado mes de junio nos plantamos en Broceliande con mi furgoneta tras recorrer más de mil kilómetros». En aquella parcela Pablo y su pareja se encontraron con un majestuoso ejemplar de haya con sus treinta metros yaciendo sobre la hojarasca. «El tronco estaba muy carcomido, pero las ramas, que eran de un grosor muy considerable, estaban perfectas». De una de esas ramas gigantes serraron dos trozos de madera, con un volumen suficiente para esculpir una lira, una fídula, alguna gaita, y hasta quizá sobraría para una pequeña dulzaina.
Homenaje en el bosque
Cuenta Pablo que en Broceliande sintió la energía telúrica que desprendía ese lugar mágico e indisociable al encanto de las leyendas artúricas y la evocadora figura del hechicero Merlín (en un claro del bosque se encuentra su supuesta tumba formada por dos rocas). «Hago mucha meditación y siempre que voy a un sitio especial me gusta conectar con el entorno, y si es en plena naturaleza, más aún», señala. Por eso, antes de arrancar la motosierra y meterse en faena, el luthier de Caspe quiso rendir un último y particular homenaje al viejo ejemplar caído. Se subió sobre el tronco moribundo y con una flauta llevada para la ocasión tocó Ponthus et Sidoine , una canción compuesta por Carlos Núñez que precisamente narra el romance surgido en Broceliande entre la bella reina bretona y el bravo príncipe gallego.
Con esas sentidas notas en su honor quiso «pedir permiso» al árbol para tomar su madera. «Tuve la sensación de estar sobre un alma vieja, sobre un ser milenario con una larga historia detrás y muy sabio. Experimenté mucha calma y paz. Además, en esa zona restringida al público se respira una tranquilidad no perturbada por los visitantes».
Pablo lo describe como un momento «de conexión mágica brutal» en el que sintió que el árbol le agradecía su ofrenda sonora y le daba su plácet para poder desmembrarlo. Con la emoción a flor de piel, cogió la motosierra y cortó la primera rama, que a diferencia del tronco, aún conservaba bastante savia. «Entonces me pasó algo muy curioso. Noté una especie de dolor, como si esa rama fuera algo propio y por un instante me sentí mal, pero rápidamente volvió la sensación de que el árbol me decía ‘sé que voy a terminar muriendo y con todas mis ramas secas, por favor si puedes hacer brotar música de mi madera, te estaré agradecido’».
Así es como el artesano aragonés se llevó la madera más fantástica del bosque de Merlín a su taller de Caspe, donde la dejará secar «como mínimo cuatro años». Después decidirá junto a Carlos Núñez qué instrumentos esculpir. Aunque aún queda casi un lustro por delante, aguarda con expectación el momento en el que los primeros sonidos germinen de esa rama que él convertirá con esmero y cariño en una gaita o en una fídula.