San Isidoro quiere llenar de piedras la capilla de los Omaña
Más obras. San Isidoro tiene pendiente la capilla de los Omaña, que quedó fuera de la reforma del museo. Hay un plan para convertir esta ‘estancia secreta’ en lapidario
Editorial: 'Esfuerzos por San Isidoro'
Ha sido fragua y trastero y tiene una historia turbulenta. La capilla de los Omaña quedó al margen de las recientes obras de remodelación y ampliación del Museo de San Isidoro. Es el próximo objetivo del Cabildo, que tiene un plan para esta estancia, última morada de una de las familias más poderosas de la Edad Media.
En ella está enterrado Ares de Omaña, personaje que fue ejecutado por su tío, el conde de Luna, en la Torre de Santa María de Ordás. Las viejas crónicas del siglo XV recogen el estremecedor suceso de la decapitación del joven Ares de Omaña por su tío, el Adelantado don Pedro Suárez de Quiñones. Y todo porque el sobrino se oponía a que su tío construyera en León el actual Palacio del Conde Luna sobre la muralla tardorromana. También yace en la misma capilla la madre del desdichado Ares, Sancha Álvarez de Omaña. La enorme estancia conserva en su interior la fragua donde se hicieron las rejas del Panteón Real, la ‘Capilla Sixtina del románico’, a mediados del siglo XIX.
El abandono de este oratorio situado en el claustro provocó la ruina de casi la totalidad de las pinturas murales que revestían sus muros. Las paredes aún preservan ‘grafitis’ y escrituras de diferentes manos y épocas, como evidencian los distintos alfabetos utilizados por los autores. Hay desde letras góticas minúsculas a grafías cortesanas del siglo XV, desde el dibujo de un obispo imberbe a una cabeza femenina de grandes dimensiones.
El Cabildo ya trabaja con el artífice de la reforma del Museo de San Isidoro, el arquitecto madrileño Juan Pablo Rodríguez Frade, para recuperar la capilla de los Omaña. La idea es convertirla en un lapidario. En los años cincuenta, casi coincidiendo con la creación del museo, San Isidoro apiló en las galerías del claustro su ‘colección de piedras’. En 2005 se llevó a cabo la limpieza y clasificación de todas las lápidas y estelas. Se contabilizaron entonces 1.079 piezas, unas 200 de ellas de incuestionable valor.
Las más interesantes son estelas funerarias romanas y de época gótica —vestigios de monumentos funerarios de nobles y reyes—. Dadas las dimensiones de la capilla de los Omaña, buena parte de ellas podrían encontrar acomodo en una estancia que no se enseña al público.
Restauración urgente
La capilla de los Omaña no es la única obra pendiente de San Isidoro, que inició en el año 2000 una magna rehabilitación tras restaurar la Torre del Gallo. Desde 2006, cuando el remate de un pináculo —un bloque de diez kilos de peso—, se desprendió de la cubierta de San Isidoro, la ‘lluvia de piedras’ no ha cesado. En 2013 se estrelló contra el asfalto un fragmento de cornisa. La situación de los elementos ornametales de la cubierta del edificio románico es especialmente frágil en la zona del ábside de San Isidoro, en la calle Sacramento, que ha sufrido cortes y restricciones a los peatones de forma intermitente.
Los pináculos llevan años esperando una restauración. En las últimas décadas únicamente se han rehabilitado los que corrían mayor peligro. Prácticamente todos llevan ‘enfundados’ en mallas protectoras desde 2011, aunque entonces se adoptó como una solución provisional.
El abad de la colegiata, Luis García Gutiérrez, acaba de enviar a la Junta de Castilla y León un proyecto con la valoración económica de la restauración de las cresterías, que asciende a 280.000 euros. El abad confía en que la reparación de los elementos ornamentales que coronan la joya del románico pueda ser incluida en el convenio anual Junta-Diócesis de León.