El divorcio libresco del sapiens y el neandertal
Arsuaga y Millás exploran las simas de la conciencia para cerrar su insólita trilogía
Departir con Juan Luis Arsuaga (Madrid, 1954) y Juan José Millás (Valencia, 1946), es como asistir a un sabio, divertido y puntilloso combate de boxeo entre un homo sapiens y un neandertal. El paleontólogo-sapiens y el escritor-neandertal discrepan en muchas cosas. Aun así, han fraguado un matrimonio editorial de casi un lustro en el que han parido tres ‘hijos’: tres entretenidos libros en los que casan ciencia, literatura y humor para indagar en los grandes enigmas de la condición humana.
El último es La conciencia contada por un sapiens a un neandertal (Alfaguara) y explora la conciencia, el más insondable enigma de nuestra naturaleza. Llega después de haber afrontado los enigmas de la vida y de la muerte en sus dos libros anteriores. «No habrá cuarto», dice tajante el paleontólogo, que no cree en los divorcios felices. «Todo debe acabar mal para que acabe, decía Jorge Wagensberg con razón; los finales son malos o no son», asegura malicioso. Millás habla, por contra, de un divorcio «amistoso y hasta feliz» tras este apasionante libro en torno a los misterios de la mente y el cerebro, un órgano sobre el que tenemos aún más incertidumbres que certezas.
Empezando por el final, tras analizar todas las circunstancias y contingencias del encéfalo, -así hay que llamarlo según el científico- se enfrentan a la inteligencia artificial. Y es en este debate donde se lanzan los puñetazos más feroces y se tensa el disenso entre el sapiens y el neandertal. El primero cree que la IA «no cambia nada, de momento» y el segundo que «lo está cambiando todo». Para Arsuaga la IA no es ni una «amenaza» ni algo «revolucionario». Cree que aún «no ha hecho nada crucial», que no ha aportado ninguna solución «interesante» para la medicina, más allá de la velocidad de calculo aplicada a muchas funciones. Millás estima, sin embargo, que el cambio es «alucinante». El escritor augura una nueva era de «asombrosa incertidumbre y logros inauditos». Presume además que la IA podría ir por libre, gobernarse a sí misma y gobernarnos. Para Arsuaga solo es un avance tecnológico más, comparable «a lo que supuso en su día la luz eléctrica o la máquina de vapor». «De momento no ha curado ninguna enfermedad ni ha producido un solo medicamento», le reprocha Arsuaga «sin quitarle mérito y utilidad». «Me siento mucho más amenazado por Putin o por Netanyahu ante el botón nuclear que por la IA», agrega.
El cuarto oscuro del cerebro
«Más que acojonarme, la IA me fascina y me tiene perplejo», disiente Millás. «Es mucho más lista que el 95% de la población, que es incapaz de escribir con su sintaxis y su coherencia», asegura el escritor y columnista, que la ha puesto a prueba con el chatGPT de pago.
«El cerebro vive encerrado en un cuarto oscuro», apunta Arsuaga, pero para el escritor entrar en él y asomarse a las rarezas y profundidades neuronales es como descender la Fosa de las Marianas. Inquieta a Millás que el cerebro, un órgano blandurrio y muy graso, blindado con el cráneo, aislado de todo, sea capaz de lo que es. Vive como un misterio «angustiante» que esa masa encefálica «enclaustrada en su caja fuerte ósea lo vea y sienta todo». «Un cerebro parece poca cosa, pero reúne las complejidades de un país del tamaño de Rusia. Pesa un kilo y medio y cabe en una boina, pero descender de su corteza a sus profundidades no implica menos riesgos y sorpresas explorar de las zonas abisales del océano», escribe Millás.