Botines desenmascara al gran James Ensor
El padre de la modernidad. Encasillado como ‘el pintor de máscaras’, el artista belga desplegó un mundo imaginario a lo largo de una fecunda carrera que se prolongó durante siete décadas, en las que produjo más de 800 obras. El Museo Casa Botines Gaudí abre sus puertos al maestro James Ensor.
Empezó con bodegones y paisajes, pero su mundo era demasiado fantasioso como para quedarse estancado en el clasicismo. La tienda de antigüedades de su familia fue una gran fuente de inspiración. De ahí saldrían sus célebres series de máscaras y esqueletos. El Museo Casa Botines Gaudí abre sus puertas desde hoy a James Ensor: la belleza inefable, coincidiendo con el 75 aniversario del fallecimiento del artista belga. El museo leonés albergará, hasta el 19 de enero, 60 litografías que recorren sus temas fundamentales: el paisaje flamenco, el retrato y las escenas de crítica social y fantasía
James Ensor (Ostende, 1860-1949), considerado ‘el padre de la modernidad’, es uno de los artistas más importantes e influyentes de la Europa de los siglos XIX y XX, y un verdadero precursor de las vanguardias, especialmente, del surrealismo y del expresionismo.
La exposición de Botines, comisariada por Juan San Nicolás y Carlos Varela, forma parte del programa oficial del ‘Año Ensor’ y cuenta con el apoyo del Museo de Arte Contemporáneo de Ostende (Mu.ZEE), del Museo Real de Bellas Artes de Amberes (KMSKA) y del Gobierno de Flandes.
En Ensor es difícil separar al artista del personaje. Se autorretrató hasta la saciedad a lo largo de su vida. Y sus estilos —realista, onírico, sardónico, caricatural o macabro— son un fiel reflejo de su cambiante humor y estado de ánimo. Tras las grotescas máscaras que pueblan su imaginario hay una carga de profundidad hacia una sociedad hipócrita.
Como buen precursor, algunas de sus obras supusieron un auténtico escándalo, como La entrada de Cristo a Bruselas, un desfile de carnaval lleno de máscaras, disfraces, borrachos y esqueletos que rodean a un Jesucristo camuflado entre la turba.
Expresionista antes de que el término se acuñara, Ensor continúa influyendo en generaciones de artistas a través de su sátira negra, que dio lugar a una rica variedad de estilos, desde la fantasía gótica hasta las visiones cristianas. La figura de la muerte es una constante en su pintura, al igual que su aversión hacia la acomodaticia burguesía y al mundo de las apariencias, aunque no renunció a ser nombrado barón. Innovador y revolucionario, la ciudad de Ostende, su musa y fuente inagotable de inspiración, tiene un lugar preeminente en su producción artística.
‘Discípulo’ de Goya
El pintor de las máscaras era un gran admirador de Goya, a quien consideró su principal maestro. La exposición de Botines no pasa por alto esta vinculación y pone en relación la obra de James Ensor con la de Goya, así como con la de otros artistas españoles que, de alguna manera, se vieron influidos por el maestro belga: Darío de Regoyos y José Gutiérrez Solana. En total, la exposición presenta 80 obras, entre grabados, óleos, dibujos y documentación.
Desplegada por decenas de museos, la obra de Ensor se encuentra también, curiosamente, en los museos vaticanos, donde puede verse la Procesión de los penitentes de Furnes, realizada en 1913, en un período de crisis del artista, que en esa década elige los temas religiosos para dar voz a la angustia por la progresiva pérdida de la vista y los problemas familiares.
Parajes tristes, lugares inquietantes, personajes desquiciados, seres quiméricos, extraordinarios, grotescos y macabros pueblan el rico universo de Ensor.
Botines ha organizado visitas guiadas, talleres infantiles (El carnaval de Ensor), la presentación del libro-catálogo James-Ensor: la belleza inefable (Saber Books) y un ciclo de conferencias como actividades complementarias.
Del 12 al 20 de noviembre están previstas cinco conferencias para profundizar en la obra de Ensor, a cargo del profesor de la Universidad de León César García Álvarez; la doctora en Historia Zuleyma Guillén; los comisarios de la exposición Carlos Varela y Juan San Nicolás; y el conservador de arte moderno en el KMSKA de Amberes, Herwig Todts.