Íciar Bollaín: «Nevenka no tuvo un 8-M como la chica de la manada»
La directora madrileña compite en San Sebastián con el caso de acoso a la concejala berciana
Iciar Bollaín (Madrid, 1967) logra en Soy Nevenka que la insistente llamada de un viejo móvil Nokia nos ponga los pelos de punta. Porque antes del acoso físico llega el psicológico, como el que soportó durante meses Nevenka Fernández, la concejala del Partido Popular de Ponferrada (León), que consiguió por primera vez en España en 2001 una condena a un político por acoso sexual: el alcalde de su misma formación, Ismael Álvarez.
Nevenka Fernández, que ha venido a San Sebastián pero no asistió a la rueda de prensa, ganó el juicio, pero nadie la apoyó, ni su partido ni sus vecinos, que salieron en manifestación para jalear al acosador. Acabó yéndose a vivir a Dublín, donde goza de una vida feliz en el plano familiar y profesional. Mireia Oriol y Urko Olazabal protagonizan la película, que se estrenará en las salas el próximo viernes, un día antes del palmarés del festival.
—¿Todavía existe ese mundo masculino de política de provincias que muestra, con tratos en las comidas, copas y karaokes?
—No lo sé. En el año 2000, en Ponferrada, había mucho dinero y mucha noche. Mucho minero prejubilado con 40 años, que cobraba bien desde que cerraron las minas. Y esa gente salía. Mi recuerdo en general es que en esa época se salía mucho, había mucha noche y después se iba a trabajar. Yo ahora no lo hago, pero sospecho que no es tan explosivo como fue.
—¿La política era diferente en Madrid?
—No creo que fuera tan distinta. Se ha hecho mucha política en los restaurantes y en las discotecas. ¿Te acuerdas de Miguel Sebastián, aquel ministro de Zapatero? Dijo que a ver quién se atrevía «a parar la música en medio de la fiesta». Ponferrada es un microcosmos, pero aquella era la época del ladrillo, de los fondos europeos. Mucho gasto y mucha fiesta.
—¿Le hubiera gustado rodar en Ponferrada? Solicitaron los permisos pero la Administración local no lo permitió.
—Me hubiera gustado porque hubo gente en Ponferrada que nos ayudó mucho, como concejales del PSOE, presentándonos a personas para hablar. Me hubiera gustado por ellos, aunque en el cine muchas veces, por necesidades de rodaje, no te sirven los sitios donde ocurrieron las cosas de verdad por diferentes circunstancias. En Zamora no solo nos dieron muchísimas facilidades, sino que teníamos más decorados. El juicio se rodó en la Diputación, y ese escenario no lo hubiéramos tenido en Ponferrada. Por realismo tratas de rodar donde pasaron los hechos, pero luego descubres que a lo mejor no son el mejor lugar. El castillo de Ponferrada, por ejemplo, es impresionante. No hay otro igual. Después rodamos en Bilbao por un tema de financiación.
—¿Qué sentimiento siguen teniendo en Ponferrada? ¿Hay vergüenza, no se habla de Nevenka?
—Nosotros no tuvimos problemas. Hablamos con funcionarios del Ayuntamiento que habían trabajado con ella. Sentimos que estar en la crónica negativa pesa. Isa Campo (coguionista) y yo les recordábamos que Nevenka Fernández era ponferradina, una mujer de una valentía impresionante. Las ciudades que han vivido casos así sienten que si haces una película vuelves al mismo tema, pero también hay mucha gente que la apoya. Se cargan las tintas sobre Ponferrada, pero la sociedad española del año 2000 era así. Por eso en la película aparecen trozos de programas de televisión, para ver cómo se reflejó el caso. Así éramos todos, éramos esa sociedad. A Nevenka no la apoya casi nadie, no solo fue Ponferrada.
—¿Ha cambiado la sociedad española desde entonces?
—Ahora identificamos a las víctimas. No creo que haya cambiado el acoso, de hecho, no paran de salir casos, es espeluznante. Afortunadamente ha cambiado la percepción que tenemos de alguien que denuncia el acoso. La repercusión social que tuvo el caso de La Manada o Jenni Hermoso ha ayudado a ello. Antes a las víctimas no se les identificaba como tales, aunque siguen existiendo negacionistas. A mí me impactaron mucho esos 8 de Marzo en apoyo a la chica de La Manada. Eso no ocurrió con Nevenka.
—Usted habla del acoso como «un asesino silencioso».
—No es una frase mía. Ocurre a la vista de todos y en silencio. Y pasa mucha factura con el tiempo. Aparentemente no está pasando nada, porque lo vive solo el acosado, pero deja unas huellas terribles. En el acoso, la vergüenza y la culpa recae sobre la víctima y no sobre el acosador. Cuesta mucho quitarse eso de encima. Cuando el acoso es de un superior, de una persona de respeto, de un familiar, te trastoca todo. Porque alguien que debería protegerte te hace daño. Cuando un familiar abusa de un niño o una niña, esa figura de protección se convierte en otra cosa y resulta devastador.
—La película arranca con la insistente llamada de un Nokia de la época, que será el ‘leit motiv’ durante todo el metraje.
—El acoso es también psicológico, cuando llegas al acoso físico la persona ya está paralizada. Es como el maltrato, el proceso psicológico resulta demoledor. Una de cal y otra de arena: eres estupenda, eres una mierda, no sabes aceptar una broma. Manipulación, confusión. Al final la loca eres tú.
—‘Soy Nevenka’ responde a esas preguntas que algunos todavía se hacen: ¿Por qué no se va de ese trabajo?
—La intención de la película es responder esas preguntas. Nos cuesta entenderlo. El acoso es una gota malaya que va anulando la voluntad y la percepción de lo que está pasando. Por eso es muy difícil reaccionar. Es algo sutil e insidioso.
—La única sororidad que encuentra la protagonista es en una concejal rival del PSOE.
—Fue así, la historia de Nevenka es increíble. Ella necesitaba tiempo para poder pensar. Sabía que tarde o temprano la oposición iba a reclamar que volviera de la baja. Fue a pedir tiempo y se encontró con alguien que la entendió. Esta concejala, Charo Velasco, era médico pediatra y se quedó impactada al ver a Nevenka, una chica vistosa que estaba destruida físicamente. La entendió y la creyó. Supo ver más allá. Todos los que la conocieron en esa época se sorprendían por el aspecto enfermo que tenía.
—No creo que la llamen del programa de Ana Rosa Quintana para promocionar ‘Soy Nevenka’.
—Ya. Había un mundo de tertulias y comentarios en aquella época. Y supongo que ahora también, no veo mucho la tele.
—¿Cómo es ahora Nevenka Fernández?
—Una mujer muy inteligente y dulce. Ha hecho mucho trabajo para recuperarse. Una mujer muy generosa, que nos ha abierto su corazón, que ha respondido a todo lo que le hemos preguntado. Tiene la voluntad, por lo que nos ha transmitido, de que esta película ayude a otras personas. Sospecho que la soledad que se siente como víctima te lleva a querer ayudar a otras, para que no se sientan tan solas. Lleva una vida feliz, profesionalmente muy potente, porque es una mujer muy preparada. Es una mujer muy valiosa, que ha querido estar en San Sebastián. Porque de una historia horrible ha salido algo positivo.
—¿Cree que Ismael Álvarez verá ‘Soy Nevenka’?
—No lo sé. Él sabrá. Tiene un discurso cerrado, monolítico. Plácido Domingo ha reconocido que quizá había entendido mal las cosas. En el caso de Ismael Álvarez, no ha habido arrepentimiento ni ha variado el discurso, es una víctima de un complot político y todo es mentira. No se ha movido de allí.