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El barco ‘leonés’ de Neruda sale a flote

Una historia fuera de serie. Hace 85 años atracaba en Valparíso el ‘Winnipeg’, barco fletado por Pablo Neruda para poner a salvo a cientos republicanos españoles, entre ellos un puñado de leoneses. La historia la contó Isabel Allende en ‘Largo pétalo de mar’ y ahora el director Pablo Larraín hará una serie.

Imagen del carguero Winnipeg en el que viajaron 2.078 españoles rumbo a Chile. ARCHIVO

León

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Desembarcaron en Valparaíso el día que estalló la Segunda Guerra Mundial, el 3 de septiembre de 1939. Tras un mes de travesía, 460 mujeres, 418 niños y 1.200 hombres llegaban a la costa chilena a bordo de un viejo carguero fletado por el poeta Pablo Neruda. La suya fue una de las mayores odiseas de la Guerra Civil. Neruda, que había sido cónsul de Chile en España, contrató el vapor Winnipeg a través del Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles (SERE).

Muchos de los republicanos que encontraron acomodo en un barco que no estaba preparado para acoger a más de 2.000 pasajeros llevaban meses retenidos en alguno de los campos de internamiento del sur de Francia, auténticos campos de concentración. En el viejo vapor que partió con bandera canadiense del puerto de Trompeloup-Pauillac, despedido desde el muelle por Rafael Alberti y María Teresa León y hundido años después por un submarino alemán, embarcaron un puñado de leoneses. No hay una cifra aproximada de cuántos.

La escritora Isabel Allende rescató esta gesta hace cinco años en su novela Largo pétalo de mar, que las productoras de los hermanos Pablo y Juan de Dios Larraín (Fábula) y la de Aitor Gabilondo (Alea Media) convertirán en serie de televisión. Larraín, que ha mostrado en el reciente festival de Venecia su última película, María, sobre la vida de la diva Callas, interpretada por Angelina Jolie, ha llevado al cine historias sórdidas como El club, sobre un retiro de sacerdotes pederastas, o Neruda, sobre la persecución que sufrió el poeta en Chile. Gabilondo es el creador de la exitosa serie Patria, basada en el libro de Fernando Aramburu.

Los pasajeros leoneses

Uno de los leoneses que viajó en el Winnipeg fue Sandalio Alonso de la Riva, exalcalde socialista de Boñar, que en el pueblo había dejado mujer y cuatro hijos. Seguramente, fue uno de los que más disfrutó de la travesía, porque en el nuevo mundo le esperaba Rosina Villaverde, empleada del consulado español en Burdeos, a la que había conocido en una cafetería de la ciudad francesa. Los padres de la joven, el empresario gallego y diputado en Cortes por el Frente Popular Elpidio Villaverde y su esposa Rosina Otero, azares del destino, habían salido ilesos del infausto choque de trenes que tuvo lugar la madrugada del 23 de junio del 36 en el túnel de Las Fraguas, en San Miguel de las Dueñas, donde perecieron 18 personas. En aquel tren también viajaba un joven estudiante llamado Leopoldo Calvo Sotelo, que décadas después se convertiría en el segundo presidente de la Transición.

Pese a que los padres de Rosina se oponían al matrimonio con un hombre casado y ocho años mayor que ella, la pareja legalizó su situación meses después en México. Los enamorados retornarían tras la muerte de Franco a Galicia, donde Sandalio falleció en 1988.

Entre los pasajeros del Winnipeg, donde los botes salvavidas se convirtieron en dormitorios y la cubierta en baños, figuraban también los leoneses Antonio Rodríguez Calleja y Asunción Martínez Blanco, con sus hijos Bautista, María Teresa, Adelina y María Josefa. Rodríguez Calleja había sido candidato del PSOE por León en las elecciones generales de febrero de 1936, aunque no resultó elegido. Durante la Guerra Civil fue capitán médico director de un hospital y jefe de los servicios sanitarios de la Comandancia de Campaña de San Esteban de las Cruces (Asturias).

Cuando el carguero atracó en Valparaíso, los españoles se quedaron atónitos ante la pancarta más grande del muelle: «Bienvenidos los coños españoles». Pronto les aclararon que era así como conocían a los oriundos de la madre patria.

La llegada de los pasajeros del Winnipeg no fue bien recibida en los sectores conservadores de Chile. La derecha hizo suyo el argumentario de la propaganda franquista de que los republicanos eran delincuentes de la peor ralea. Además, se extendió el falso rumor de que había una epidemia de tifus a bordo. Por si fuera poco, cuando el navío ya surcaba aguas chilenas el gobierno de Pedro Aguirre Cerda tuvo que hacer frente a un intento de golpe de Estado militar.

Comenzaba así una nueva aventura para 2.078 españoles al otro lado del Atlántico. Actualmente, unas 60.000 personas se reconocen como descendientes de aquellos refugiados que llegaron a Chile tras la épica travesía del Winnipeg.

Los españoles descendiendo del carguero Winnipeg. J. MORALES

El leonés Sandalio Alonso de la Riva. ARCHIVO