Diario de León

Un libro explora la sangre eterna de los árboles

El escritor Dominique Roques. EP

Publicado por
Miguel Lorenci
León

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Talando árboles con su padre aprendió a amarlos y se impregnó de sus aromas. Su privilegiado olfato convirtió a Dominique Roques (París, 1953) en cazador de esencias para la industria perfumera. Una nariz de oro que lleva más de tres décadas olfateando unos bosques en los que comprendió la profundidad del vínculo entre árboles y humanos. La explora en El aroma de los bosques (Siruela), libro que huele a palo santo, benjuí, resina, humus, musgo o serrín.

Conoce como nadie los peligros de deforestar nuestro frágil y herido planeta, pero es optimista. «Los árboles poblaban la Tierra 370 millones de años antes que los humanos, y aquí seguirán si desaparecemos», vaticina. «Nosotros pasamos un breve instante en la Tierra y los bosques representan la eternidad; al destruirlos, la humanidad se pone en peligro, pero los árboles renacieron en Hiroshima y en Chernóbil y antes cubrieron la civilización maya. Los bosques son inmortales», se felicita Roques. En tono poético y con amable erudición, entrevera en las aromáticas páginas del libro experiencias personales y sus vastos conocimientos arbóreos sobre distintas culturas y épocas. Se remonta al legendario cedro del Líbano que taló el rey Gilgamesh, que inauguró hace casi 5.000 años «la era en la que el hombre se siente dueño de la naturaleza y pasa de vivir del árbol vivo al muerto». «La civilización del metal comenzó a matar a los bosques, masacrados cuando cambiamos el hacha por la motosierra».

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