El museo salva a la joya del románico
Mecenas de taquilla. Los cinco euros que cuesta ver los tesoros de San Isidoro permiten no solo autofinanciar el museo, sino también llevar a cabo restauraciones en la joya del románico.
La colegiata de San Isidoro está a salvo gracias a los ‘mecenas’ anónimos. Los visitantes del museo son la principal fuente de financiación. Gracias a ellos, el Cabildo pudo aportar casi dos millones de euros —además de loss dos de la Fundación Montemadrid— para ampliar y actualizar uno de los mejores museos románicos del mundo.
El año pasado recibió 110.000 visitas, cifra que se ha disparado un 30 por ciento desde abril, cuando reabrió reformado y con tesoros no expuestos hasta entonces. El pasado ejercicio la taquilla proporcionó unos ingresos de 550.000 euros. Raquel Jaén, directora del Museo de San Isidoro, explica que los gastos corrientes suponen 360.000 euros anuales. Son un ejemplo de autofinanciación, como se puso de manifiesto el pasado fin de semana, en un encuentro entre varios museos celebrado en la Fundación Cerezales. No solo cubren gastos, sino que ahorran para llevar a cabo restauraciones.
Con una plantilla de ocho trabajadores, el capítulo de personal es la partida más elevada, a la que destinan 240.000 euros anuales. La lista de gastos parece interminable: 6.500 euros en alarmas; 20.000, en limpieza; 12.000, el recibo de la luz; 1.400, para mantenimiento de ascensores; 1.000 euros en comisiones bancarias; 2.000 les cobra la plataforma que gestiona la venta de entradas ‘online’; y 60.000 invierten en ‘chapuzas’, pequeñas restauraciones. Jaén destaca que «todo lo gestionamos con las entradas. No recibimos ayudas ni subvenciones».
La caja del museo cubre todos estos gastos fijos y ahorran casi 200.000 euros anuales para acometer restauraciones importantes. Aunque el hotel de la colegiata es propiedad del Cabildo, la gestión está externalizada.
Jaén explica que tienen un plan de futuro. «Ya hemos pedido un presupuesto para restaurar las cresterías de la basílica», asegura. Desde 2006, cuando el remate de un pináculo —un bloque de diez kilos de peso—, se desprendió de la cubierta de San Isidoro, la ‘lluvia de piedras’ no ha cesado.
Intervenir en los ornamentos que rematan el edificio se ha convertido en una cuestión de seguridad y, por tanto, en una actuación urgente. La restauración de las cresterías incluye salvar los pináculos. En las últimas décadas únicamente se han rehabilitado los que corrían mayor peligro. Prácticamente todos llevan ‘enfundados’ en mallas protectoras desde 2011, aunque entonces se adoptó como una solución provisional. La reparación de cresterías y pináculos rondará los 280.000 euros.
El ‘superávit’ de la taquilla permitirá añadir nuevas estancias al museo. El artífice de la reforma del Museo de San Isidoro, el arquitecto madrileño Juan Pablo Rodríguez Frade, ha recibido el encargo de recuperar la capilla de los Omaña, última morada de una de las familias más poderosas de la Edad Media. La idea es convertirla en un lapidario. En los años cincuenta, casi coincidiendo con la creación del museo, San Isidoro apiló en las galerías del claustro su ‘colección de piedras’. En 2005 se llevó a cabo la limpieza y clasificación de todas las estelas. Se contabilizaron entonces 1.079 piezas, unas 200 de ellas de incuestionable valor.