Un robo en la Catedral no resuelto
El códice leonés que despistó a la Interpol
La Universidad de León publica, por segunda vez, el facsímil del ‘Libro de las estampas’, un códice excepcional de la Catedral que fue robado en 1969, trajo en jaque a la Interpol y fue recuperado siete años después en Londres. El caso se cerró sin desenmascarar al ladrón.
La noche del 8 de julio de 1969 alguien se llevó un tesoro de la Catedral de León. El Libro de las estampas se exhibía en una vitrina sin cerradura. El deán solía abrir la tapa, extraer el manuscrito y mostrar a las visitas importantes las excepcionales ilustraciones de uno de los libros más valiosos de la Catedral de León. Aquella noche, cuando el museo ya había cerrado, el deán llevó a un grupo de altos funcionarios hasta el denominado Códice 25, conocido también como Libro de los testamentos de los reyes de León . Fueron los últimos testigos.
A la mañana siguiente, el secretario del museo se sorprendió al ver vacía la vitrina en la que se exhibía el manuscrito del siglo XII. Preguntó uno por uno a todos los canónigos, para descartar que alguno lo hubiera cogido prestado. Inmediatamente, notificó su desaparición al obispo y a la Policía.
El libro ha sido una de las joyas que restauró hace años el Centro de Restauración de Simancas. 55 años después del robo, la Universidad de León presentó ayer una edición facsímil del códice; la segunda que lleva a cabo, tras agotar la primera, publicada en 1997.
El robo se silenció durante cinco años. La primera noticia la dio este periódico el 3 de marzo de 1974, en un artículo sobre la venta y expolio del patrimonio titulado El arte leonés ante el desastre. El periodista Manuel A. Nicolás relataba: «La desaparición y fuga más significativa la constituye El libro de las estampas. Puede que, por no ser oficial, nunca más se ha sabido ni nadie quiere decir nada». El obispo Luis Almarcha y el deán señalaron al secretario del Museo Diocesano Ángel García, pero la Policía nunca le consideró sospechoso. Han pasado 55 años y jamás el Cabildo le pidió perdón por ponerle en el foco del robo, aunque fue el único que aportó datos precisos de un códice de valor incalculable, como su tamaño, detalles de cada una de las ilustraciones, el estado de cada pergamino y cinco diapositivas en color.
Esa información fue remitida inmediatamente a la Interpol, con copias de las estampas, dibujadas por el propio Ángel García, que fueron distribuidas por las comisarías de toda Europa. Dos años antes de este suceso, la entonces directora del Departamento de Libros Antiguos de la Biblioteca Nacional, la astorgana Isabel Fonseca, se había quejado de la falta de seguridad en la sala de los códices del Museo Diocesano. Tal era la desidia con la que se exponían auténticos tesoros que Fonseca decidió intervenir. Gestionó una subvención del Ministerio de Hacienda, por importe de 50.000 pesetas, para la compra de unas vitrinas que permitieran exponer sin riesgo los valiosos manuscritos. «El dinero fue ingresado en la cuenta personal del deán. Se compraron únicamente dos vitrinas y en ninguna se guardó El libro de las estampas», desveló García a este periódico.
Mutilado
Durante siete largos años el códice leonés estuvo en paradero desconocido. Los investigadores encargados del caso hallaron la primera pista sobre el paradero del manuscrito de la Catedral leonesa en una librería de viejo de Vigo, que se lo había comprado a un estudiante. El Libro de las estampas llegó a manos del súbdito alemán Helmut Tunner. El director de la Biblioteca de la Universidad de Heidelberg descubrió en 1976 que el códice leonés aparecía en el catálogo de una subasta organizada por el anticuario londinense Martin Breslauer. Inmediatamente, avisó al Cabildo de la Catedral de León. La Interpol montó un dispositivo con un estrecho seguimiento de la obra, hasta que pudo interceptar el libro.
Prueba de autenticidad
A diferencia de otros códices, el Libro de las estampas es un ejemplar único, del que no llegó a hacerse ninguna copia en época medieval. El libro fue devuelto a la Catedral leonesa, siete años después de ser sustraído, por Saturnino Gutiérrez Valdeón, juez que inició las primeras diligencias del caso. El libro no llegó intacto. Alguien había arrancado la estampa con el retrato del rey Ordoño II. Nunca ha sido recuperada. La Policía sospechó que la imagen fue utilizada como una especie de ‘prueba de autenticidad’, para que los posibles compradores pudieran verificar su origen, sin tener que trasladar el códice por media Europa.
En la decoración de las estampas los expertos han visto la mano de dos artistas distintos: uno habría sido el autor de la imagen perdida de Ordoño II; y el otro habría retratado a Ordoño III, Ramiro III, Vermudo II, Fernando I, Alfonso V, Alfonso VI y a la condesa Doña Sancha en el momento de ser apuñalada.
Aunque el códice es insustituible, en el momento del robo existían dos fotocopias completas del mismo, una en el Archivo Histórico Nacional y otra en el Archivo de la Catedral de León.