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Álvaro Pombo, en su casa de MadridBENITO ORDÓÑEZ

León

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La casa de Álvaro Pombo da al cielo de Madrid. Caótico ático que es un vital relato de sus últimos cuarenta años en la capital. Tan espectacular, con tanta personalidad en tan poco espacio, con tanto duende y tanta magia, que el fotógrafo al darse de bruces con tal filón fotográfico sólo le falta cantar bingo. En todo ese tiempo no ha dejado ese hogar que es auténtico territorio Pombo. Lejos de pensar en si las paredes hablaran, con el cántabro como interlocutor no hace falta. En una entrevista concedida hace unos años a este periódico el escritor, ahora flamante ganador del Cervantes, confesó su admiración por la literatura leonesa. «Me gustan muchos autores leoneses y Gamoneda me parece un poeta excepcional», dijo entonces. También entonces reivindicó la importancia de leer periódicos. «Leo muchos periódicos. Todos los que puedo. Leo muchas cosas de opinión. La verdad es que es lo que más leo. A veces de gente que conozco, y que son amigos, y otros, que no conozco pero sigo y admiro. No sé si se debe hacer así o no, pero es lo que me gusta. Cuando me fui de España, me aficioné a leer periódicos. Compraba uno por la mañana y otro por la tarde. Eran los años buenos del periodismo. Yo me fui de España en el 66». No eran buenos tiempos. «No hay que tener nostalgia. Era diferente. Por ejemplo, no viajábamos tanto entonces. Bueno, no viajábamos nada. Nosotros vivíamos en un mundo más imaginario pero que era enorme. Era un mundo imaginado, y era un mundo muy hablado. A mí que me gusta viajar, te puedo decir que disfruto casi más preparándolo que luego yendo a los sitios». «Ahora hay muchas más cosas y sería imperdonable no saber aprovecharlas», sentenció.